La Maldicion de la Bruja Roja

Capitulo 2: La Rosa Escarlata

"A veces los caminos desconocidos te pueden conducir a problemas"

 

Una vez que los tres terminaron de desayunar, su madre y su hermana como todos los días asistían a misa en las mañanas mientras Luka se quedaba en el palacio para atender sus deberes mientras su padre regresaba. Pero esta vez no se quedaría por sus deberes sino porque pensaba darle su regalo de cumpleaños a Faustine cuando regresará de su viaje de Roma.

Aquella mañana salió en su caballo del palacio hacia las calles coloridas de Turín, se podía escuchar el ruido de las personas transitando en sus carruajes o caminando por las estrechas calles, mujeres con sus esplendorosos y coloridos vestidos acompañados de sus esposos, la risa de los niños corriendo entre ellos, la policía paseándose a caballo, es el pan de cada día. Era lo que pasaba cuando tu casa esta situado en el centro de la ciudad, es el único defecto que le ve su madre al palazzo de Chiamblese.

Pensaba ir hasta el mercado para ver que podría encontrar, por ahí había tiendas que siempre transitaban las mujeres de alcurnia, podría preguntar que era lo que estaba en ultima moda y comprárselo a su hermana. Para llegar hasta el mercado debía de pasar por el jardín comunitario, un gran espacio de área verde donde las familias venían los fines de semana para desayunar o para tener un tiempo entre ellos, grandes arboles oscilaban alrededor del jardín, frondosos y verdes, a lo lejos se veían parejas o pretendientes caminando agarrados del brazo mirándose mutuamente con ojos amorosos.

Luka en aquel momento se preguntó si tendría algo de eso, era normal que se sintiera así ya que Camelia, la mujer con la que creyó que pasaría el resto de sus vidas juntos rompió con él a través de una carta, había tenido un pequeño enamoramiento con ella desde que la conoció por primera vez cuando eran niños, desde entonces no había dejado de pensar en ella y con el paso de los años se había mentalizado que ella sería la única mujer en su vida y que solo tendría ojos para ella. Ahora que la realidad le había dado un golpe duro en la cara no sabía que hacer, su corazón se sentía afligido, pero no triste, tenía un sentimiento de libertad.

Tan absorto que estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta que casi choco con una chica, ella ni siquiera le tomo importancia, sino se acerco al portón del parque donde se encontraba varia gente amontonada leyendo lo que estaba pegado. Luka miro sus expresiones, había en sus rostros indignación y preocupación, empezaron a murmurar entre ellos, pudo entender perfectamente la palabra: brujas. Quiso acercarse para enterarse de lo que estaba sucediendo cuando vio de lejos que venía su mejor amigo, Amadeo de Ferrari, heredero al ducado de Galliera. Se alejo de la multitud para acercarse a saludar a su amigo, de lejos lo acompañaban caminando varias señoritas que buscaban su atención.

Y no podía culparlas, Amadeo era extremadamente apuesto, su cabello negro lo tenía un poco largo y rizado, sus ojos eran dos perlas grises que llamaban la atención de cualquiera, y era un poco más alto que él. Era considerado entre los hombres más apuestos de Italia y con mucha razón, sería muy hipócrita de su parte negarlo por celos. Era de los más codiciados del condado y no solo por ser apuesto sino porque pertenece a una de las casas mayores del ducado de Italia, cualquiera de ellas que se llegará a casar con su amigo sería duquesa, por eso a Amadeo no le gustaba involucrarse con ninguna de ellas ya que sabía que solo lo buscaban por su titulo.

Amadeo en cuanto lo vio se disculpo ante las señoritas que lo rodeaban y se marcho, Luka al verlo se bajo de su caballo y este lo saludo como dictaba el protocolo; con una reverencia. Ya que después de todo Luka pertenece a la casa de la familia real: los Saboya, y aunque Amadeo perteneciera al ducado de Galliera sigue estando debajo de su nivel social. A él los protocolos no le interesaban, pero al estar en un espacio publico debían de hacerlo ya que se miraría mal ante la sociedad y serían reprendidos.

-Excelencia es un gusto verle salir -hablo Amadeo-. Parece años desde la ultima vez que lo vi.

-Los asuntos de mi padre me han mantenido ocupado -respondió sincero-. No he tenido de darme una vuelta por la ciudad hasta ahora.

-Me imagino que si se dio ese tiempo debe de ser importante -dijo audaz-. Ah claro su alteza cumple años.

Amadeo había sido de los muchos pretendientes que le había propuesto matrimonio a su hermana Faustine y el mejor pretendiente que le gustaba a su madre, así que cuando su hermana lo rechazo su madre puso el grito sobre el cielo, no había nada que la calmara y le dejo de hablar a su hermana por lo menos una semana y de paso a él también ya que había sido Luka quien la había apoyado. Su amigo no le guardo rencor y respeto la decisión que había tomado Faustine, aunque aun se le podía notar que sus ojos se le iluminaban ante solo la mención de su hermana menor. Cuando eran niños había tenido un pequeño enamoramiento con ella, incluso llego decirle a Luka que sería la mujer con la que se casaría, claro después cuando crecieron el negó seguir enamorado de Faustine, pero sabía en el fondo que sentía algo por ella.

-En un par de días se van a ir a Roma para visitar a nuestro tio después va a regresar -le comunico-. Para entonces quiero tener su regalo.

- ¿Sabes que regalarle? -inquirió, alzando una ceja interrogante.

-Tengo una idea en mente.

No sabía exactamente que podría regalarle; las joyas no le gustaban lo cual era algo extraño en una joven de su estatus, los vestidos prefería sencillos y eso se encargaba de comprarlos su madre porque se negaba a que su hija se vistiera como una campesina. Su única opción eran los libros, se arriesgaría a que su madre se enojará hasta el punto de echarlo del palacio, pero por ver sonreír a su hermana valdría la pena correr ese riesgo que se llamaba Amalia.




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