La Maldicion de la Bruja Roja

Capitulo 4: Conspiraciones

El viento soplaba con mayor rigor desde aquella vista, podía observar como los cabellos castaños de aquella mujer danzaban junto con las brisa fresca del otoño, respiró hondo y luego exhalo satisfecha, aquella sensación le era gritifcante, poder respirar el olor a tierra humeda, cuando era de las epocas menos calurosas del reino. No supo reconocer quien era aquella mujer de porte elegante y de belleza poco insual, se veía tan radiante, con una sonrisa tan calida en su rostro que podría derretir toda una nevada. Estaba seguro que debía de ser una reina, vestía como tal y se comportaba como una, su vestido era extremadamente llamativo y elegante, un rojo aterciopelado con grabados hechos de oro, lucía un collar de rosas hechos de rubís, incluso portaba un gran anillo con un diamante incrustado en el dedo anular y en su dedo indice portaba un anillo más discreto con una incrustación de un rubí.

Sin previo aviso llego una niña corriendo por el ostentoso aposento en la dirección hacia el balcón, su risa revoloteaba por toda la habitación y era tan capaz de contagiarla. Su madre se volteó al escucharla para recibirla con los brazos, la niña de rizos dorados saltó alegremente hacia su madre colgandose de su cuello mientras su mamá la cargaba y le llenaba su rostro de besos, que en vez de incomodarla la hacían reir con mayor fervor. Salieron hacia la terraza, sintiendo la pequeña Jayde el frio de la brisa del viento, su madre solo se rio por su reacción y trato de darle calor.

-Mamá ¿Por qué siempre estas aquí? -preguntó curiosa-.

-Porque vengo a ver a todo mi reino -explico, señalo a su alrededor-. Todo lo que ves aquí desde la más insignificante roca hasta el palacio mas alto son parte de mi reino y desde esta vista puedo observarlo todo.

- ¿Algún dia va hacer mio?

Su madre se rio ante su pregunta.

- ¿Por qué te ries?

-Mi amor así no funcionan las cosas -respondió con tacto-. Tu eres una princesa y las princesas no pueden gobernar un reino.

- Pero tu lo estas haciendo.

-Bueno yo lo herede por parte de mi madre y porque mi hermano murió y tu tia no esta en aptas condiciones para manerlo por eso me lo dejo a mi -continuo-. Y tu tienes un hermano mayor, el se hará cargo de que nuestro reino prosperé y se vuelva una gloriosa nación que en cuanto nos mencionen nuestros enemigos tiemblen.

-¿pero porque? -le reprocho, haciendole un puchero-. ¿Por qué yo no puedo heredar tu reino? Yo sería mejor rey que Gastón.

-Mi pequeña ya quieres correr cuando aun no sabes caminar -se rio.

-No te entiendo mamá -dijo molesta.

-El primer hijo es quien hereda el trono y tu eres la octava -dijo sincera-. No podría heredar mi reino aunque no tuvieras ningun hermano.

-¡Es injusto! -exclamo molesta, cruzandose de brazos-. ¿Qué haré yo entonces?

-Oh tu tienes el papel más importante junto con todas tus hermanas -dijo seria-. El deber de los principes es luchar por su nación mientras que el de las princesas es protegerla -señalo a los guardias que patrullaban alrededor del castillo con sus espadas a las manos-. ¿Ves eso? Los hombres son las espadas mientras que las mujeres somos como ese muro -señalo el muro de ladrillos que rodeaba el castillo-. Los hombres son fuerte, pero con poco intelecto, en cambio nosotras tenemos astucia e inteligencia, somos capaces de mover las riendas desde la oscuridad. Dime ¿De que les sirve a los hombres tener con que defenderse si nunca podrán proteger? Las princesas somos como ese muro, somos fuertes y dificil de pasar, nos encargamos de traer la paz y aliados a nuestro reino para poder prosperar.

Los ojos de Jayde se iluminaron de nuevo.

-Mi joya más preciada tu serás ese muro que proteja a tu hermano -dijo con cariño, mientras la abrazaba con furor-. Te encargarás de hacer que todo nuestro reino prospere -le pellizo dulcemente la nariz-. Estoy segura que serías una gran reina.

-Si puedo ayudar a nuestro reino no me importa ser la reina.

-Ya hablas como toda una infanta -dijo orgullosa.

-No te preocupes mami -la abrazo-. Yo me encargaré de que nunca fallemos.

-Esa es mi Jayde.

Al dia siguiente las maletas de su madre y de Faustine estaban listas junto con las doncellas y varios guardias que irían a escoltarlas personalmete hasta la capital del pais. Afuera de la casa habia por lo menos tres carruajes hechos filas, en el principal irían su madre y su hermana, en el segundo las doncellas principales de cada una y en el tercero sus pertenencias, ya que su madre no quería arriesgarse a que alguna se perdiera en el camino, así que decidio que un carruaje fuera solo para eso. A veces se sorprendia en los gustos extrorvertidos que se podían dar los ricos, Luka era mas sencillo, un caballo para el bastaba sin necesidad de ir en uno de esos costosos carruajes. Claro que su madre no opinaba lo mismo que él, incluso Faustine la apoyaba en ese punto.

No podía pensar claramente, aquel sueño de ver a una pequeña Jayde junto con la que debio de ser Leonor I de Navarra le causa escalofrios, nunca pensaría de aquella niña de inocente mirada tendría un final tan tragico y no solo ella sino todo su reino y fue su mismisimo tio quien se encargo de ello. Tuvo un mejor final que su prima Catalina de Aragón, al menos no murio decapitada por su propio esposo, aunque eso tampoco lo tranquilizaba.




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