Ya era media noche y no lograba conciliar el sueño, no podía porque su mente daba mil vueltas por segundo tratando de entender la suposición o tal vez verdad que dijo Amadeo ¿Quién se atrevería a tramar una trampa en contra de Faustine? ¿Qué conseguiría? ¿Sería el príncipe de Rumania para obligarla a casarse con él? No lo creo, le acaba de llegar la noticia de su compromiso oficial con Luisa la princesa de Wied, debía de ser alguien más, pero no se imaginaba quien podría haber sido. Tampoco lo motiva a dormirse aquellos sueños tan raros que le causaban desvelos, no entendía porque los tenía, más bien porque la soñaba a ella. Cada vez parecían menos sueños, era como una especie de recuerdos, recuerdos de Jayde de lo que vivió en su antigua vida, aunque no entendía por qué los veía, eran de distintas épocas y reinos, ni siquiera conocía a la familia real de España menos a sus ancestros sobre todo al difunto reino de Navarra que ahora le pertenece a la corona francesa.
Por ahora pondría en segunda prioridad aquellos extraños sueños, luego se encargaría de darle sentido a todas aquellas preguntas, su primera prioridad era salvar de aquel destino a su hermana. No podía simplemente dormirse y esperar a que todo se les viniera encima debía de hacer algo al respecto, se puso un abrigo encima de su bata y prendió el candelabro que se encontraba en su mesa de noche para alumbrar su camino entre la oscuridad. Casi no salía mucho en la madrugada porque quería procurar dormir el tiempo suficiente para levantarse al amanecer. Ahora se daba cuenta de lo vacío que se siente el palacio sin el personal alrededor de él, se había acostumbrado desde niño a verse rodeado siempre de personas, que ahora que era el único deambulando por los pasillos se sentía extraño y solitario.
Aunque debía de admitir que la noche era tranquila y solitaria, sin ningún ruido y con solo la compañía de sus propios pensamientos. La luz de la luna se filtraba a través de la ventana proporcionándole una mejor vista, se detuvo un momento apreciarla, era luna llena, era tan gigantesca y majestuosa acompañada por las millones de estrellas que iluminaban el cielo nocturno. Incluso la luna tenía sus acompañantes, el creía que nadie estaba solo en este mundo solo faltaba buscar aquellas estrellas que te ayudarán a iluminar tu cielo oscuro. Su estrella era Faustine por eso no podía fallarle a su hermana menor, no permitiría que su luz se apagará.
Se dirigió casi corriendo a la oficina, pero justo cuando estaba a punto de girar el picaporte sintiendo una brisa helada que erizo su piel y que por poco apaga la luz de su vela, se volteó alarmado mirando a sus lados buscando de donde provenía aquella helada brisa, se sorprendió al ver que los ventanales estaban cerrados, no había manera en el que viento pudiera filtrarse al interior del palacio. Se preguntó cómo pudo haber pasado eso, pero sabía que no podía distraerse, debía de enviar la carta lo antes posible. Se adentró al interior de su oficina prendió todas las velas que se encontraban en su oficina para iluminarse mejor.
Rápidamente escribió una carta a su tío diciéndole todas las sospechas que tenía acerca de ese asunto y que tuviera en cuenta todas sus preocupaciones. También añadió a la carta una sugerencia sobre que el prometido de preferencia debía ser italiano. Tal vez debería de escribirle primero a su padre, al duque de Génova y después al Rey, pero sabría que no tendría el mismo efecto que su tío lo leyera. Sabría las consecuencias que eso podría tener como desatar la ira de su tío, pero no importaba.
Derritió la vela roja sobre el sobre de la carta cayendo unas gotas de la cera roja, busco el sello del escudo del ducado de Génova, su padre se lo habían confiado ya que mientras él estaba en la capital, Luka tendría que encargarse de las fábricas de textiles y de las otras empresas familiares le dejo su sello oficial. Por un momento lo dudo, pero el amor hacia su hermana era tan grande que no le importaba su conciencia, marco el sello sobre la carta convirtiéndolo en un mensaje oficial. Justo en ese momento entro Ángelo sosteniendo un candelabro con su mano derecha.
-Excelencia ¿Qué hace tan tarde despierto? -preguntó preocupado-. Deberías de estar durmiendo no trabajando.
-Esto es importante -respondió serio-. Me alegras de que hayas llegado justo en el momento oportuno -frunció el ceño-. ¿No deberías de estar dormido junto con el resto del personal?
-Fui a la cocina por un vaso de agua, de camino hacia mi habitación observe que había luz en su oficina -explico detalladamente-. Pensé que se había quedado dormido en su escritorio o que se le había olvidado apagar las velas, así que entré a verificar.
-Pues me alegras de que lo hayas hecho -admitió contento, se paró de su silla y le tendió la carta-. Perdona que te tenga que molestar a estas horas de la noche, pero necesite que encuentres a un mensajero oficial y le digas que tiene que dar personalmente esta carta a Roma específicamente al Rey -Ángelo lo miro confundido y angustiado-. Que no se preocupe por las molestias se le recompensará como es debido.
-Excelencia perdone mi intromisión -dijo preocupado-. Pero ¿hay algo grave que este sucediendo?
-Creo que alguien le tendió una trampa a Faustine para obligarla a casarse -respondió seriamente.
- ¿Quién se atrevería a ofender de esa manera a la princesa?
-Alguien que tenga fines oscuros.
-Haré que manden la carta inmediatamente -dijo firme-. Nadie sabrá sobre este asunto.