La Maldicion de la Bruja Roja

Capítulo 24: Paz Interior

Mariela veía con incredulidad a Flaviana, pensó que era la única en verla, pero al ver la cara tan pálida de Erika y Scarlett supo que podían verlas. Ella la ignoro por completo y se acercó al moribundo de Humberto, que al verla sus ojos se engrandecieron y la miro con terror como si hubiera visto a su peor pesadilla delante de sus ojos.

- ¿Me recuerdas? -pregunto gélidamente-. ¿Qué se siente que otro te arrebate la vida?

- Tú no eres real -susurro débil-. Eres parte de mi imaginación, una simple alucinación

- Que ironía ¿no lo crees? -dijo con voz taciturna-. En el mismo lugar donde me asesinaste ahora tú también mueres.

Aquellas palabras bastaron para derrumbar a Mariela quien cayo inmediatamente al suelo sintiéndose debilitada tanto física como mentalmente, Erika se aproximó hacia ella y la puso sobre su regazo, Jayde no podía imaginar el dolor que debía de estar sintiendo: acababa de ver a su esposo moribundo, a su hija muerta y se enteró que su propio esposo había matado a su hija. Comenzó a llorar en silencio, llevándose una mano hacia el pecho, respirando con dificultad.

-No eres tú -murmuro entre sollozos-. No puede ser verdad -miro entre lágrimas a Flaviana-. ¿Eres una ilusión o parte de mi imaginación?

Flaviana no le contesto, miró sombríamente a Humberto quien se encontraba tirado en su propio charco de sangre, se había puesto pálido, el color de sus labios se había desvanecido y poco a poco empezaba a cerrar los ojos. Aquella escena le trajo recuerdos tormentosos a Jayde, retrocedió asustada, cada vez que lo veía era como verse a ella misma hace siglos, Luka llegó hacia ella y la tomo de la mano dándole un apretón fuerte, como si tratará de consolarla o darle ánimos, tomando por sorpresa a esta quien no esperaba esa acción de su parte, ninguno de los dos dijo nada o se quejó, permanecieron así en silencio.

Esta se agacho a la misma altura que Humberto, se acercó a él para que pudiera mirarla directamente a los ojos, este intento retroceder asustado, pero choco contra el escritorio, no había manera en que pudiera huir de la presencia de Flaviana. Se acercó aún más ella casi rozando sus labios con los de él, sintiendo su respiración débil, su pecho bajaba y subía lentamente.

-Mereces morir en agonía -dijo con voz fría-. Sobre todo, mereces pudrirte en el Infierno -rozo a propósito sus labios con los de ella-. Pero me he dado cuenta a lo largo de los años que no es algo que merezcas sino lo que obtienes. Y al final tú vas a obtener lo que siempre quisiste… besarme.

Estampo lentamente sus labios con los de él, en vez de sentir algo placentero ocurrió el efecto contrario, parecía que con cada movimiento de sus labios era una agonía como si lo quemarán, trató de apartarla, pero para empezar ni siquiera podía tocarla. Sus gritos de ayuda quedaron ahogados en sus labios, trató de separarse de ella, pero por alguna razón su cuerpo ya no le obedecía, estaba bajo el total control de Flaviana.

Comenzó a convulsionar delante de ellos hasta que luego de unos minutos se quedó quieto, sus ojos se volvieron totalmente blancos, su piel aperlada perdió totalmente su color quedando tan blanca como la misma nieve, había dejado de sangrar, estaba delante de ellos tan seco como una cascará sin alma alguna.

Scarlett no podía creer lo que estaba viendo y sin más cayo inconsciente al suelo, por suerte Luka la agarro antes de que su cabeza se estrellará contra el duro suelo de la madera. Erika se quedó congelada, ni Jayde sabía qué hacer en ese momento, pero quien pareció ser la más estable era Marcela.

No dudo en pararse y acercarse hacia su hija, cuando se volteó Flaviana a verla parecía como si no hubiera muerto; su vestido antes lleno de sangre ahora se encontraba limpio, su cabello brillaba en un resplandor dorado, sus ojos recuperaron su brillo antiguo y su piel antes pálida ahora tenía color. Mariela al verla de esa manera casi vuelve a caerse al suelo de la impresión, Flaviana le sonrió dulcemente, se llevó sus manos a su boca ahogando un grito de sorpresa. Intentó acariciar su mejilla, pero al momento de hacerlo atravesó a esta, regresando a la cruda realidad.

- ¿Cómo es…?

-Mamá hay tantas cosas que debo de decirte en este momento -respondió tratando que su voz no se debilitara-. Y que me es difícil decírtelo, lamento tanto de que tengas que enterarte de esta manera, pero era cierto lo que había dicho antes, ese hombre -lo señalo-. Intento hacerme suya y al no conseguirlo porque me defendí me asesino y fingió que yo me había quitado la vida para que no sospecharás -Mariela comenzó a sollozar e hiperventilarse-. No es el hombre que tu creías que era, te engaño, no solo ese día sino incluso hoy estaba planeando asesinarte, pensaba darte un veneno cuando bebieras de tu medicina, no podía permitir que a ti también te quitará la vida y por eso acudí a ella -señalo a Jayde-. Ella puede ver a los fantasmas y me ayudo a impedir que Humberto llevará su plan acabo, él se dio cuenta de eso y trató de matar junto con su amiga y Erika, es por eso que estamos aquí.

Mariel cayo de rodillas al suelo, ocultando su rostro entre piernas y comenzó a llorar como nunca antes la había visto.

-Mamá mírame por favor -le suplico-. Dime que me crees.

Jayde por fin había reaccionado, se acercó hacia Mariela y toco gentilmente su hombro asustándola.

-Señora a Flaviana no le queda mucho tiempo -le informo-. Ella no puede ser visible por más tiempo, si quiere volver a verla una última vez, es este su momento, por favor no lo desperdicie.

Al escuchar esas palabras levanto su rostro encontrándose con el de su hija que se había agachado junto a ella.

-No tengo derecho ni siquiera a mirarte -sollozo, cubrió sus ojos avergonzada-. Merezco morir, fui tan mala madre… no me había dado cuenta lo que tenía por marido, no me di cuenta de tu sufrimiento y eso te costó la vida... Como puedo perdonarme...

-Mamá no te culpo -dijo sincera-. Tu no podrías saberlo, era quien amabas, no pensaste que fuera a ser un horrible monstruo.




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