- ¿Qué haces aquí? -preguntó impactada-. ¿Cómo llegaste tan rápido? -miro furiosa a María-. ¿No debería estar dormida?
-Así es mi lady -respondió confundida-. No sé cómo llego aquí.
-Estuve hablando con su invitada Lady Antonella, muy interesante de hecho -dijo sarcástica-. ¿Qué tal si se sienta y hablamos todas juntas?
- ¿Eres la única que sabe sobre esto? -preguntó con tacto-. ¿Scarlett sabe…?
- ¿Por qué no debemos juntas el té? -propuso Jayde, señalo a María-. ¿Me puedes traer un té con tres terrones de azúcar?
Antonella asintió antes su petición y le indico con la pura mirada a María que se fuera, esta lo hizo mirando de mala manera a Jayde, cerró la puerta tras marcharse dejándolas solas.
-Me ha contado mi querida Sora que tiene problemas con algunos fantasmas -menciono Jayde, estaba a punto de negarlo todo cuando alzo la mano callándola-. Resulta que son los mismos fantasmas que estoy persiguiendo -Antonella la miro incrédula-. Pocos son los aquellos que se desbridan de la ignorancia de que después de la muerte no existe nada más que el cielo. Yo soy de esa minoría -se puso dudativa-. Digamos que me dedico a erradicar todas aquellas criaturas maliciosas, las que la tienen asustada, ya que las tres queremos acabar con lo mismo, le propongo una alianza.
- ¿Una… alianza? -tartamudeo.
-Compartimos la misma información que tenemos -dijo obvia-. Esas cosas que la atormentan se llaman edimmus, son espíritus que se manifiestan cuando no se les da un entierro digno, necesitan al menos una década para poder manifestarse en este mundo, son como la vocecilla maligna que te susurra tus peores fantasías sangrientas -señalo a su alrededor-. Y esta ciudad esta infestada de estos, justamente en su granja alberga una manada de esas criaturas.
Antonella miro a Sora para que comprobara su información.
-He escuchado hablar de esas criaturas en los relatos de mi pueblo -dijo pensativa, saco de la bolsa de su abrigo un cuaderno de cuero marrón-. Los conocemos como Ekemu, se habla de ellos en la mitología sumeria, observen.
Abrió unas páginas de su libro observando Jayde varios escritos y dibujos de criaturas extrañas, paró en una donde venían varias cosas escritas en un idioma árabe, por alguna peculiar razón Jayde podía entenderle, lo cual la sorprendió pues nunca había aprendido o escuchado el idioma árabe, pero ahora lo entendía. Se dio cuenta de aquello Sora.
-No sabes nada sobre ti ¿verdad? -inquirió seria-. Deberías echarle un vistazo a la mitología sumeria, hablan algo acerca de ti -volvió su vista al libro-. Este libro ha pertenecido a la familia Amaya desde hace generaciones, con todos los descubrimientos que han hecho mis antepasados a lo largo de sus viajes. Si han escrito sobre eso entonces saben una forma de como derrotarlos.
- ¿Por qué en árabe? -preguntó Jayde curiosa-. ¿Eres descendiente árabe?
-Está escrito en diferentes idioma conforme ha pasado a las manos de mis antepasados -le explico, la miro con rencor-. Mi pueblo ha sido perseguido, esclavizado y masacrado por tantos siglos que personalmente yo no me considero de ninguna nación.
Les mostro una hoja amarillenta en el que estaba escrito el nombre de Ekemu y por debajo el dibujo de una sombra, aun lado estaba un escrito que hablaba acerca del origen de aquel fantasma y de sus capacidades, nada que no supiera Jayde, entonces vio escrito que algún banquete podría calmarlos o algo similar.
-Estos son diferentes -menciono-. Todos los recientes asesinatos que han pasado han sido a causa de ellos, se volvieron más fuertes -miro a Antonella-. Me imagino que debe estar enterada del accidente de hace siete años en el que murieron doce campesinos -Jayde se acercó a esta mirándola intensamente-. ¿Qué les hizo su esposo?
-No lo sé -dijo nerviosa-. Yo no estaba aquí, me encontraba en mi mansión de Turín cuando me entere de la noticia, mi esposo había estado hace unas semanas en la hacienda, no me parecía raro que tardará porque debía de poner unos asientos en marcha…
- ¿Qué asuntos?
-No lo sé -respondió frustrada, la miro sinceramente-. Él nunca me dice nada sobre su trabajo, dice que no debo de preocuparme y esta vez no fue la excepción. No quiso decirme la verdad, siempre sospeche que algo raro había sucedido, pero siempre evadía el tema diciendo que eran asuntos de hombres.
-Antonella tu esposo acaba de enfurecer a unos fantasmas -dijo severamente-. ¿Sabes la gravedad de esto? Llegará un momento en que no podrán satisfacer su sed de sangre con toda esta ciudad y vendrán por ustedes -señalo la ventana-. Solo es poco tiempo, los están asustando como una presa antes de ser cazada, ¿quieres morir? -negó asustada y temblorosa-. Entonces tienes que decirme toda la maldita verdad porque de lo contrario Sora y yo no podremos ayudarte.
Sonrió satisfecha al ver que había causado el efecto esperado en esta: terror. No tardo en contarles todo lo que había sabido. De lo que pudo enterarse es que la granja ya se encontraba en un mal estado y los campesinos le habían pedido que la arreglara porque no tardaba en derrumbarse, su esposo les había respondido que no se metieran en otros asuntos que no les consternaran. Antonella también le había pedido que lo arreglará, pero Víctor no quiso ceder. Ese año no había llovido por lo que el pasto estaba seco, así que una chispa de fuego habría bastado para comenzar tal accidente. No sabe los detalles de lo que sucedió ese día, pero sabe que días después las viudas vinieron a rogarle que los ayudará con el entierro diciendo que no tenían para eso, el accedió, pero que en realidad los había enterrado a todos juntos en una fosa para escatimar en costos, y puso diferentes cruces en un panteón para fingir su tumba.