La Maldicion de la Bruja Roja

Capitulo 36: Remordimiento

 

El cielo nocturno se encontraba estrellado, el viento gélido soplaba sobre sus cabellos rubios, el pasto le picaba sobre su vestido, pero no le importaba con tan solo admirar la bella creación de Dios. Se encontraba acostada mirando las estrellas bajo un gran roble, su cabello estaba regado por todo el pasto, solo esperaba que Pilar no tardará. Sus rezos fueron escuchados al verla salir de la puerta trasera del palacio con una canasta escondida bajo un mantel cuadrado, se apresuró a correr hacia Jayde. Esta vestía un hermoso vestido rosa con detalles dorados, en cualquier otro momento odiaría tener que arruinar uno de sus vestidos, pero no ese día porque era especial: era el cumpleaños número veinticuatro de Pilar y tenían que celebrarlo.

Pilar llego hacia ella con un montón de cosas de picnic, Jayde había preparado ella misma la cesta, pero sería más sospechoso para ella salir con una cesta en sus manos, ya que la mayoría la conocía por no hacer nada y dejárselo a sus sirvientes, así que tuvo que pedirle a Pilar que trajera la cesta mientras ella se escabullía del palacio y se adentraba hacia los jardines para que no pudieran molestarlas. La vio llegar con una sonrisa en su rostro, aunque Jayde sabía que estaba temblando por dentro, ya que siempre había seguido las reglas y ahora estaban rompiendo unas cuantas.

-Alteza ¿Por qué hacemos esto? -dijo asustada-. Pueden encontrarnos ¿lo sabes? ¿Qué hará si su madre se entera? No le gustará que su hija se haya escapado del palacio a altas horas de la noche con una doncella, creerán que tiene un amante.

-Por una noche puedes dejar de mencionar a mi madre -le pidió molesta, se sentó sobre el pasto, miro melancólica las estrellas-. Por una vez desearía no hacer lo que mi madre dicte, todos parecen saber lo que quiero menos yo -respiro hondo-. Por una vez desearía ser libre…

- ¡Alteza! -exclamo sorprendida, se sentó a su lado-. Cualquiera quisiera los privilegios que usted tiene, detrás de estos muros solo hay miseria.

Jayde tomo de las manos a Pilar emocionada.

- ¿No te gustaría por una vez hacer lo que tu corazón demanda? -dijo ensoñada-. Sin tan absurdas reglas.

Pilar miro el cielo pensativa.

- ¿A quién no le gustaría? -dijo esperanzada, después recayó a su realidad-. Pero no todo es posible Jayde, tenemos que vivir la vida que se nos dio, sea dolorosa o alegre.

Jayde soltó sus manos, meneando varias veces en desaprobación.

-Piensa en gran Pilar -la motivo-. Podrías ser una gran pintora ¿lo sabes? -Pilar la miro en una mezcla de sorpresa y terror-. Encontré uno de tus dibujos, se te debió de caer cuando limpiabas mi habitación… es hermoso.

-Una doncella jamás podría llegar a ser una pintora -aclaró Pilar con amargura en su voz-. Menos una mujer.

-Desearía que pudiéramos ser libre -confesó anhelante-. Y no tener que ser vendidas al mejor postor.

Pilar la miro sospechosa.

- ¿Me hizo venir aquí para hablar de ideas conspirativas?

- ¡Claro que no! -exclamó obvia, la miro emocionada-. Saca la cesta.

Pilar la conocía bastante bien como para saber que había tramado algo, aun así, no le reclamo y abrió dudosa la cesta sorprendiéndose al ver su interior. Saco de la cesta un pequeño pastel de fresa, Pilar la miro asombrada, pues no se esperaba algún detalle por parte de esta, Jayde la miro con insistencia para que siguiera hurgando en la cesta, esta lo hizo encontrando varios pastelillos y galletas horneadas, supo de inmediato que no lo había hecho.

-Le dije a la señora Ana que lo prepara -le explico-. Pero le dije que los hiciera.

Pilar soltó una pequeña risa siguió buscando entre la cesta hasta que en el fondo encontró una bolsa pequeña de terciopelo rojo, la miro sorprendida, abrió la bolsa quedándose impactada, saco de su interior un hermoso brazalete de diamantes. Pilar de inmediato se lo tendió a Jayde.

-No lo puedo aceptar alteza -dijo avergonzada-. Es mucho incluso para mí.

-Tonterías Pilar -le restó importancia-. De niña siempre habías querido uno y cuando yo te quería regalar una siempre te negabas, pero ahora no -la miro seria-. Ordenes de la Infanta.

Pilar se abalanzó para abrazar a Jayde, esta le correspondió su abrazo, pero no duro mucho debido a que se tuvieron que separar antes de que alguien las viera.

-Claro que si no lo quieres siempre puedes venderle -recalco Jayde-. Es tu regalo tú puedes decir que hacer con él.

Pilar le sonrió agradecida, de las personas en el palacio era Jayde quien más se preocupaba por ella, comieron juntas su pequeño pastel de fresa mientras observaban las estrellas.

-Feliz cumpleaños vieja amiga

Jayde se despertó hiperventilado, sintió que corazón comenzaba arderle como si le encajarán una cuchilla llameante, se sentía peor que cuando el sabueso del infierno la mordió, el dolor era peor. Miro a su lado donde se encontraba Luka dormido, verifico que siguiera durmiendo, se paró de la cama y se escondió en el baño. Cayó al frio suelo del baño abrazándose así misma escondiendo su cabeza entre sus rodillas, comenzó a llorar sintiendo como su corazón estaba ardiendo en pura agonía, se agarró sus cabellos atormentada sintiendo que su cabeza le martirizaba, deseo que sus recuerdos dejarán de atormentarla, pero cada día que pasaba se sentía la peor escoria del mundo. Miro sus manos abrumada




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