La Maldicion de la Bruja Roja

Capitulo 43: El destino

Los cuatro subieron al carruaje en silencio, no sabían de qué hablar o que decir para aliviar el aire de incomodidad que los rodeaba, solo se miraban entre ellos sonriendo para tratar de ocultar su incomodidad, Scarlett se encontraba a su lado mientras que Luka y Amadeo estaban enfrente de ella, ni siquiera el par de amigos sabía que decir, en cambio ella disfrutaba el silencio que los inundaba. Eso fue hasta que vio Amadeo apartar la cortina para perderse en el paisaje, cuando pudo apreciar el anillo en su mano derecha, es un anillo de oro con un zircón naranja en forma de sol a la mitad. Jayde inmediatamente cambio su carácter con él.

-Que hermoso anillo -comentó curiosa, llamando su atención-. ¿Puedo verlo?

-Por supuesto -dijo sin importancia, se lo quito y se lo tendió-. Solo ten cuidado es una reliquia familiar, si algo le pasa a ese anillo mis padres me matan después de lo sucedido.

- ¿De lo sucedido? -preguntó Scarlett interesada-. ¿Qué hiciste?

Amadeo se rio nervioso rascándose su nuca incómodo.

-Lo perdió en una apuesta contra unos cantineros -respondió Luka divertido, Jayde lo miro como si fuera el terrenal más estúpido entre todos-. Sus padres enloquecieron, tuvieron que darle una fortuna a esos cantineros para que le devolvieran el anillo, después castigaron a Amadeo.

-No tienes que decir eso -murmuro entre dientes, dándole un codazo-. Menos a la realeza bávara.

-Tranquilo tú mismo dijiste que querías tratarnos informalmente -comentó triunfante-. Es lo que estoy haciendo.

Jayde al tocarlo pudo sentir un poco de su poder, no podía creer que aquel terrenal estúpido tendría en sus manos un tesoro sagrado regalado a los terrenales por los dioses antiguos, sobre todo que haya apostado el anillo de Febo, el anillo solar, la pareja del anillo que tenía Luka. En ese momento se dio cuenta que estaban destinados, no era casualidad que ellos dos tuvieran esos anillos, mientras más cerca tuviera Amadeo sería mejor, les sería útil.

-No se lo vuelvas a prestar a nadie -le aconsejo, devolviéndole el anillo-. Menos lo vuelvas apostar.

-Solo es una reliquia familiar -le restó importancia, volviendo a ponérselo-. No es la gran cosa.

Jayde forzó una sonrisa tratando de ocultar su malhumor, tenía entre sus manos una de las armas más mortales que les dejaron antiguos dioses y él no le daba importancia. No tardaron en llegar a los jardines reales, Luka le había explicado que el parque en el centro de la ciudad era en realidad los jardines reales del palacio real, mucho más grande que el palazzo de Chiablese, lo habían abierto al público ya que era bastante espacioso y su tío no visitaba mucho su palacio real que justamente estaba al lado de ellos. Al bajar Jayde se quedó maravillada por los jardines reales, era claro porque los había llegado a confundir, desde la entrada podía sentir el olor a pino húmedo, el olor a rosas, desearía poder quedarse y explorar cada rincón de ese magnifico jardín, pero el deber se lo impedía.

-Seguro que en Baviera tienen mejores jardines que este -comentó Amadeo, observando con desdén el lugar-. Pero seguro señoritas que logrará encantarles.

Jayde miro intensamente a Scarlett, indicándole que se deshiciera de su compañía para dejarlos a solas, esta asintió levemente, le sonrió encantadora a Amadeo.

-Lord Amadeo ¿Por qué no me enseña aquella enigmática estatua? -preguntó interesada-. Y damos un paseo para dejar que sus altezas se conozcan en privado.

Amadeo asintió satisfecho, conociendo a su amigo sabía que solo había venido para conquistar a Scarlett, en cualquier otro momento lo hubiera detenido, pero ahora necesita deshacerse de su presencia. Los dos se alejaron lentamente caminando entre los árboles, se dieron la media vuelta hasta que se perdieron de su vista, el otro problema sería el evadir al cochero de Luka ahora que sabía que los vigilaba por órdenes de su madre. Simplemente le dieron la vuelta cruzando el jardín, se veía de cerca el palacio, su arquitectura era similar al palazzo de Chiablese, aunque algo le decía que en el interior no era lo mismo. Luka y Jayde caminaron entre las calles siendo guiados por esta que recordaba el camino que habían tomado de regreso. Podía llevarlos hacia la tienda, pero gastaría su energía la cual no tenía por el desayuno simple que le habían servido.

- ¿No estas cansada? -preguntó preocupado-. Se que no comiste lo suficiente…

-Puedo aguantar una caminata -interrumpió secamente-. No soy débil si eso insinúas.

Caminaron por una estrecha cuadra llegando hacia el centro de la ciudad, de ahí partieron hacia una calle que los llevaría hacia la tienda de antigüedades. Jayde observaba el cielo despejado con el sol apenas alcanzando su punto máximo, hacia frio, para ser febrero no estaba tan congelado como recordaba los inviernos en Navarra, cuando llegaba primavera seguía fresco y en verano el calor era extremo. Se preguntaba Jayde como se vería Turín en invierno cuando nevara, se imaginaba su bellas calles cubiertas por la blanca nieve, sus lagos congelados para poder patinar, el aire tan gélido que sentía que te penetraba el cuerpo, los árboles cubiertos por pequeñas briznas de nieve. Jayde cerro sus ojos extasiada, su estación del año preferida era invierno, deseaba poder verlo, aunque sea una sola vez, pero sabía que cuando el invierno volviera azotar Turín ella ya no estaría para verlo, ni siquiera para ver las hojas caerse en otoño. Al menos podría ver las flores florecer en primavera y pudo ver las gardenias, no era tan malo.




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