La Maldicion de la Bruja Roja

Capitulo 51: Eclipse de Amistad

-Jayde, princesa -dijo una voz infantil-. Por favor salga de donde este. Princesa todos en la fiesta la están esperando, princesa salga.

Jayde se encontraba escondida en un armario a oscuras mientras lloraba, recordaba decir a su madre que si tenía ganas de llorar que fuera en un lugar donde nadie pudiera verla y que mejor que en el abandonado salón de música, lo que no esperaba era que la fueran encontrar tan pronto, tenía la esperanza en que fuera su mamá para que pudiera consolarla, pero no lo era, tampoco esperaba a sus hermanos, ellos eran muy competitivos con Jayde porque así su madre los había hecho: ella tenía que ser mejores que ellos y ellos que ella. La única que podía esperar era Catalina, su hermana mayor, pero ella se encontraba de viaje, así que no habría quien la buscará. Tal vez Pilar, pero ella la hacía en su fiesta de cumpleaños número diez.

-Princesa no podrá abrir su regalos -dijo esa voz-. Salga por favor.

- A quien le importan -replico molesta-. Que se los lleven todos si quieren.

-Princesa no diga eso -dijo amablemente-. Debería estar festejando con todos sus familiares, no estar escondida en un armario.

-Mis padre ni siquiera están -dijo entre sollozos-. Y mis hermanos me odian, nadie se dará cuenta que no estoy a excepción de una desconocida que vino a buscarme.

-Princesa no debería dejar que se aprovechen de usted -menciono-. Debería de poner a esas malcriadas en su lugar, no deberían de burlarse del vestido de su alteza.

Recordó aquella humillación, estaban todas las niñas del castillo en su fiesta, cuando entró escucho risas entre ellas, murmuraban a sus espaldas, pero cuando las confrontó exigiéndoles la verdad le dijeron que con ese vestido parecía la cría de una foca, se burlaron en su propia cara, no pudo hacer otra cosa más que huir y esconderse.

-Tonto vestido -murmuro enojada-. Mamá insistió en que debía de ponérmelo, a pesar de lo ridículo que se ve.

-Es precioso a su manera -replico la niña-. Aunque se hubiera puesto otro vestido seguramente las otras niñas le hubieran hallado defectos.

- Entonces… ¿el vestido no está mal?

-Claro que no.

Eso solo hizo que su llanto aumentará.

-Nadie me quiere -dijo entre llantos-. Ni siquiera mi propia familia, no tengo amigos, estoy sola.

-Alteza claro que tiene amigos.

-Solo dicen ser mis amigos por mi mamá -dijo realista-. Pero cuando me doy la espalda hablan sobre mí, como sino los escuchará…

-Entonces tiene en mí una verdadera amiga -dijo amable-. Seamos las mejores amigas inseparables.

Jayde se animó y abrió un poco el armario encontrándose con una niña de cabello castaño cobrizo y ojos azul verde. Le sonrió dulcemente dándole confianza, haciendo que dejará de llorar.

-Me llamo Lucia Beaumont -se presentó-. Pero puedes decirme Lu.

 -Jayde -dijo tímida-. ¿Estarás a mi lado?

-Por supuesto -dijo animada-. Vamos a la fiesta.

Entonces Jayde se volvió a encerrar en el armario.

-No quiero -replico-. No quiero que se vuelvan a burlar de mí.

-Es como dice mi mamá: no dejes que vean que tienes miedo porque solo te van a molestar más -dijo alegre-. Tienes que confrontarlos y decirles si quieren que les saques los ojos -abrió el armario encontrándola hecha una bola-. Vamos -le tendió su mano-. No tengas miedo.

Jayde con timidez agarro su mano y juntas volvieron nuevamente a su fiesta, al ver reír a Lu supo que no estaba sola como creía y que al menos tenía una amiga que no la abandonaría.

 

 

-Lucia -aclamo Jayde-. ¿Por qué estas tan distraída?

En ese momento se encontraban en el campo montando a caballo juntas, Lucia la había convencido de aprender a montar y una vez que se subió a su primer caballo no pudo dejarlo de hacerlo. Pudo notar que había cierta inquietud y tristeza en su mirada lo cual la desconcertó.

-Nada -le respondió-. Solo pensaba.

- ¿En qué? -preguntó interesada-. ¿Algo te ha pasado? ¿Puedo ayudarte?

Lu la miro con sus ojos cristalizados.

-Me iré de Navarra -le confesó, un golpe en el estómago le hubiera dolido menos a Jayde-. Mi padre partirá hacia España como representante de tu madre, ya se ha decidido, no se puede hacer nada.

-No es cierto -susurro incrédula-. Decidme que es mentira.

-No lo es -dijo entristecida-. No puede hacer nada porque son ordenes de la reina

-Tal vez si hablo con mi madre -dijo esperanzada, pero después se cayó sabiendo que no importaría que le dijera a su madre, nunca cedería ante ellas-. ¿Y no puedes quedarte aquí conmigo?




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