La Maldicion de la Bruja Roja

Capitulo 52: Ojos Turquesas

Llegaron al bar Girasole, era demasiado temprano debían de faltar diez minutos para las diez de la mañana, aun así, el lugar se encontraba abierto, pudieron ver por las ventanas a Lidia barriendo el bar. Matteo suspiro cansado, por su mirada se notaba que no le agradaba tener que regresar al lugar, lo que despertó la curiosidad de Scarlett.

- ¿No quiere ver a la señorita Dilara? -preguntó curiosa-. Ella parece que lo extraña mucho.

-Digamos que Dilara es un poco intensa -dijo incomodo-. A veces parece que quiere una relación, es hermosa, pero bien podría ser mi hermana mayor o madre.  

-Eso no te importo cuando te acostaste con ella -recriminó Jayde-. Todos son igual de cobardes, solo quieren recibir, pero nunca dar. Son una bola de idiotas.

-Auch -comentó Luka.

-No está en mi naturaleza -repuso Matteo-. Mi alma tiene la forma de un oso pardo, son solitarios e independientes, no están con una pareja por más de una vez. No solo adquiero sus habilidades, sino que también influye en mi personalidad muchas de sus características.

-Da igual -dijo Jayde con desdén-. ¿La esperamos aquí o adentro?

-Hay dos entradas en el bar: la principal y la trasera -explico Matteo-. Lo más probable es que entre por la entrada trasera, yo la esperaré escondido detrás, Scarlett tu deberías esperarla aquí por si escapa de este lado y ustedes dos entran.

Jayde acompañada de Luka entraron hacia el bar donde los recibió Lidia con una sonrisa amigable. Se dieron cuenta que el lugar estaba sucio, había bebidas derramadas en las mesas, varios pedazos de vidrio tirados y comida esparcida en el suelo.

-Disculpad el desastre, pero ayer el bar se puso intenso -les informó-. La señora Dilara trae una terrible resaca y no está de buen humor, si vinieron a hostigarla será mejor que vuelvan más tarde sino queréis que les lance una botella en la cabeza.

-Por ahora no vine para insultarla -repuso Jayde-. Queríamos preguntarle algo que se nos olvidó en su momento. Sobre el sendero que nos contó donde la vio, ¿Por dónde fue?  

-Ah eso fue pasando por el Castillo de los Carretto -respondió-. Iba a la casa de una amiga después de comprarle suministros de comida en el mercado local, tomé un atajo a su casa pasando por el sendero que da hacia el bosque cuando me la encontré, me advirtió que el bosque era peligroso, así que me regresé -su mirada era agradecida-. No hay cantinero, pero yo puedo servirles la bebida que guste -dejo de barrer poniéndose detrás de la barra-. ¿Qué deseáis beber?

-Un vaso de agua y otro de whisky -pidió Jayde, sentándose enfrente de la barra.

-No quiero whisky -replico Luka, sentándose a su lado.

-El agua es para ti -dijo obvia-. El whisky es para mí -la miro incrédulo-. ¿Qué? Tuve una mala noche, papá siempre me decía que el whisky era un gran aliado para olvidar tus penas.

-Pero tú no puedes emborracharte -le recordó en voz baja-. Aunque quieras.

-Enseguida -respondió, preparando sus bebidas.

Luka se reclino al oído de esta.

-Me sigo sorprendiendo con lo buena que eres mintiendo -el alago-. Incluso ya se te da natural.

Lidia le tendió a Luka un vaso de agua mientras que a Jayde le sirvió un pequeño vaso de whisky que se bebió de un solo trago, sintiendo como el líquido ardiente bajaba por su garganta, le señalo que le sirviera otro.

-Para ser una señorita bebe bien -dijo admirada, sirviendo su segundo trago-. ¿No cree que es muy temprano para beber?

-Con Luka me basta como para oírte -refunfuño, bebiendo el segundo vaso-. Otro.

-Es suficiente -le paro-. Ya no le sirvas Lidia.

Jayde estaba a punto de enfrascarse en una pelea verbal con Luka cuando observaron llegar desde atrás a una joven con una gruesa capa roja que cubría su rostro, debía de medir unos 1.70 metros, sostenía una canasta repleta de pan, conchas y donas, el olor que desprendían inundo sus fosas nasales haciendo que su estómago rugiera al detectar tal sabor, hace siglos que no probaba esa delicia. Al percatarse de su presencia se puso nerviosa, pero trató de ocultarlo, se acercó hacia la barra y deposito la canasta llena de pan.

-Buenos días Lidia -le saludo, su voz era melodiosa-. ¿Cómo ha estado usted y la señora Dilara?

-Se encuentra durmiendo la señora -respondió gentil-. Pero me dejo el dinero para pagarle a doña Elena.

Lidia le tendió una pequeña bolsa con dinero que agarro la joven, pero antes de que bajará la mano Jayde la tomo espantándola.

-Huelen ricos esos panes -menciono-. ¿Dónde los puedo comprar?

-La panadería está a solo unas calles -respondió rápidamente-. Puede ir si quiere.

-Tienes una linda voz -le alegó-. Seguramente también tienes una linda cara -estaba a punto de quitarle la capucha cuando sintió que con su mano se lo impedía-. ¿Por qué no puedo ver tu rostro?

-Lamento decirle que no soy como me imagina -repuso-. Mi cara es muy fea y temo asustarla.

La encapuchada quiso irse, pero Jayde siguió deteniéndola tomándola de la muñeca, esta trato de zafarse, pero su fuerza era mayor comparada a la suya.




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