La Maldicion de la Bruja Roja

Capitulo 61: Bajo las estrellas

El resto del trayecto hacia el castillo se mantuvieron en silencio, habían ganado, pero no se sentía así, se sentían por Nirelle porque ella había perdido a toda su familia en esa noche. Jayde aun no podía olvidar las últimas palabras de Orlena, los niños no eran el comienzo en su venganza, era algo más grande, pero ¿qué es? Durante todo el camino estuvo pensando sobre ello y no encontraba sentido. Al llegar al castillo fueron recibidos por Catalina que se encontraba llorando de felicidad, al ver a Jayde se arrojó hacia ella abrazándola cálidamente, esta no supo cómo reaccionar porque no esperaba esa respuesta de su parte. Se sintió conmocionada, respiro su dulce aroma a granada que le recordaba a Lucía, por un momento cerro los ojos imaginándose que abrazaba a Lucía, se permitió ese momento de egoísta. El abrazo duro unos minutos, pero Jayde pareció que duro horas, se separó lentamente de ella, Catalina sonría agradecida llorando de la felicidad, no pudo evitar compararla con Lucía, al fin había hecho algo bueno por ella. 

-No tengo palabras suficientes para agradecerte -le dio las gracias-. Has salvado la vida de mi bebe y la mía, que Dios te siga bendiciendo -Jayde sonrió de lado-. Supe en el momento que se recompuso que había sido obra tuya -entrelazó sus manos con la suya-. Sino fuera por ti mi hijo jamás se habría recuperado.

-Sería egoísta llevarme todo el crédito -repuso modesta-. Sino fuera por la ayuda de todos ellos jamás podría haberlo logrado sola.

-Por cierto -menciono Catalina, separo sus manos-. ¿Dónde está lady Scarlett?

-Ella tuvo que quedarse a resolver algunos problemas -contestó cordial-. Nos alcanzará más tarde.

Matteo se acercó a su hermana y la estrecho fuertemente entre sus brazos, Catalina lo miro incrédula ya que no estaba acostumbrada a que fuera afectivo.

-Hermana ¿Cómo esta Osvaldo? -preguntó preocupado, se alejó de ella.

 No fue necesario responderle, Enrique bajó las escaleras junto a Osvaldo que caminaba a su lado, su cabello dorado había recobrado el brillo que lo caracterizaba, sonreía alegremente, sus ojos avellana lucían más vivos, su piel volvía a tener su color natural, no se veía tan enfermo como cuando lo observó por primera vez. Jayde sonrió satisfecha, recordaba porque había hecho eso, observó a Osvaldo correr a los brazos de su tío cargándolo, Enrique se acercó a ellos, le dio un beso cálido a su esposa mientras esta radiaba felicidad.

-Pensé que moriría, estaba tan mal, pero de un momento a otro recupero su color, dejo de toser, la fiebre ceso por completo -les relató-. Como por arte de magia sus síntomas desaparecieron.

-Me alegro -dijo sincera-. Me retiro primero a mi habitación…

-Preparamos una cena de agradecimiento -acortó Catalina-. Esperaba que todos se unieran en especial tú, se nota tu fascinación por la comida.

-Me temo que tendré que rechazar su oferta -dijo educadamente.

-Tranquila cielo -calmó Enrique-. Debe de estar cansada, hay que dejarla descansar.

-Yo me puedo unir en su honor -comentó Amadeo-.

-Claro todos son bienvenidos -dijo Catalina amablemente.

Todos pasaron al comedor, pero antes de pasar Osvaldo abrazó a Jayde quedándose quieta sin saber cómo reaccionar, el niño la miro agradecido.

-Gracias señorita -le agradeció-. Sin usted mi mami seguiría llorando.

Aquello levantó su ánimo, pero no lo suficiente como para hacerla sentir mejor, le sonrió dulcemente a Osvaldo y despeino su cabello. Se marchó sin despedirse, no quería estar en su habitación pues necesitaba aire fresco para poder despejar sus ideas, así que se le ocurrió subir a una de las torres del castillo, pues al ser un lugar alto tendría una mejor vista del pueblo. Subió a la única torre que había, el llegar sintió como una ráfaga de viento helado golpeo suavemente su rostro, sentía algo reconfortante en el aire que la calmaba, cerró los ojos disfrutando el frio mientras pensaba. Escucho unos pasos dirigirse hacia la torre, abrió los ojos de golpe, sabía quién era. Luka entro por la puerta observándola fijamente, Jayde la miro sin decir alguna palabra, este se acercó a su lado mirando el cielo estrellado, la luna iluminando aquel mar oscuro.

-No puedes salvar a todos -hablo con tacto-. Se que te sientes mal por Nirelle, debes de saber lo que es perder a una hermana…

-No recuerdo a mis hermanos -le acortó-. No claramente así que no puedo entender su dolor -miro las estrellas-. Ganamos, pero no se siente como lo esperaba, esperaba detenerlas… no quería tener más muertes en mis manos.

-Tu no tuviste la culpa con Lucia -dijo con firmeza, Jayde lo miro extraña-. Se que no pudimos hablar de eso esta mañana, pero es algo que seguro te está afectando, no puedes ser siempre una armadura.

-Yo tengo que intentarlo -susurro severa-. No puedo derrumbarme en este momento -tomo su mechón grisáceo y se lo enseño, otros cabellos más se tornaron a ese color-. Esto señala el tiempo que tenemos, está corriendo, cuando mi cabello rubio se convierta totalmente en gris se habrá acabado el tiempo.

-Aún hay tiempo…

-Yo tuve la culpa con Lucía -interrumpió tajante, mirándola melancólica el cielo-. No quieras hacerme sentir mejor, yo no pude detener la muerte de su padre… yo no pude detener su muerte -su semblante se oscureció-. Ella confío en mí y yo le falle, la traicione por alguien que no valía la pena, fui tan patética -su voz se puso tensa-. Por eso cometí tantos errores, era demasiado débil y confiada, no puedo volver a permitirme eso.




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