La Maldición de la Luna de Sangre

Elena

El cielo se despejo a partir de ese amanecer, cual si la tormenta fuese un paréntesis en este loco ciclo del tiempo eterno, tras de sí dejó un rastro de irreconocible calma a las tensiones dominantes en Mazorca, diría yo, que la lluvia lavó las culpas de los penitentes habitantes del lugar y las arrastró consigo corriente abajo.

El caudal del rio tardó un par de semanas para bajar su intensidad, tiempo suficiente para dialogar con los dirigentes de la minera Canadian Gold, quienes se mantuvieron al margen de los siniestros hechos acaecidos en el monte, dado a que no afectaba en absoluto sus planes de extracción de minerales preciosos.

Lo que si fue un obstáculo, al menos momentáneo, fue mi renuencia a continuar dentro del proyecto, argumentando la desproporcionada devastación que generaban con el solo hecho de hacer mediciones y trazar rutas de operación. Ante esto, la propuesta para mí fue aportar en la sustentabilidad que requeriría dadas las nuevas disposiciones gubernamentales, además de crear un plan de conservación de la flora y fauna.

"Tal parece que mi destino está ligado a Mazorca", pensé una vez concluimos las negociaciones dentro de la enorme oficina que fungía como biblioteca de los Villa; apretón de manos protocolario y presurosa huida de los inversionistas anglosajones, "ellos sí que viven a otro ritmo, tienen el tiempo medido".

Antes de retirarme quise agradecerle en privado a Don Manuel, por lo que aguardé hasta el final

-No hay nada que agradecer-, respondió meneando la cabeza-, gracias a usted que trajo luz a este lugar.

-Bueno...- titubé-, no es que yo lo haya querido, las circunstancias me trajeron aquí.

-No hay coincidencias en esta vida joven Grant- contradijo con cierta arrogancia-, estoy seguro que una fuerza mayor lo envió de regreso, bien lo dijo usted, es la sangre inocente que regresa a casa.

Sonreí sin ganas para luego desviar el tema- Maciel quiere viajar a la capital junto con Ana, me pidieron que los ayude a integrarse mientras comienzan una vida nueva.

-Estoy enterado y también le agradezco su ayuda- me tomó del hombro antes de seguir-, si no fuera por usted, yo y mi descendencia podríamos seguir encarcelados en este pueblo por toda la eternidad.

Un silencio absoluto marcó el fin de nuestra conversación, inicié la marcha hacia el acceso del lugar girando a mi izquierda, sin embargo, un enorme cuadro colgado en la pared me hizo arrugar la frente; se trataba de un óleo con marco de madera ennegrecida por el tiempo, antiguo a simple vista pero bien conservado.

Dentro de él, una señora de semblante serio y pose arrogante se mostraba finamente definida a pinceladas, con ropas elegantes propias del siglo XVIII, su cabello recogido con pulcritud y en el fondo, detalles difuminados de verde y marrón, supuse propios de la vegetación endémica de Mazorca; lo más perturbador fue la semejanza con la señora de intendencia, Josefa si no mal recordaba.

-¿Quién es ella?- hablé sin despegar la mirada del cuadro que parecía seguirme con los ojos

-Se trata de Doña Josefa Villa- respondió Don Manuel alzando la voz con altivez-, una de las fundadoras de este poblado, a su vez la causante de todo este alboroto

-¿A qué se refiere?- le regresé extrañado, cuando al fin pude despegar la mirada de la imagen

-Ella, Joven Grant, era reacia a perder las buenas costumbres- suspiró tomando fuerza para poder continuar-, la noche que todo ocurrió fue la incitadora a perseguir a la niña Elba Higuera. Sus últimos años de vida decía ser atormentada por visiones emanadas de la luna, que le reclamaban devolver la sangre inocente de aquella vez.

Titubee en mi mente asimilando tal información, luego me fue imposible no pensar en voz alta- se parece mucho a la señora que se me aparecía en todas partes

-¿Cómo dice?- cuestionó Don Manuel frunciendo el ceño

-Creo que era la intendente o algo, aunque yo mismo tendía mi cama.

-Nosotros no tenemos intendentes- aclaró tras una pausa-, no me sorprende que ella siguiera entre nosotros, ojalá con esto ya pueda descansar.

Ese día se anunció la bajada de la corriente en el rio, con ello se programó un convoy para partir esa misma tarde; se me incluyó de inmediato a lo que accedí previo aviso a Don Manuel y los inversionistas que prácticamente ya eran mis jefes.

Armé equipaje sin orden alguno, vestí un cambio limpio y la misma chaqueta de aquella traumática noche, previa carga de mi Galaxy Tab gracias al generador a diesel de la empresa minera, cargado de nuevas e increíbles experiencias, me despedí de Mazorca en compañía de Ana y Maciel, quienes no dudaron en acompañarme a su nueva aventura fuera de aquella pausa en el tiempo.

Luego de una hora serpenteando el camino cuesta arriba, lejano se apreciaba el rezagado pueblo, franqueado por la mole de rocas ahora inerte, expectante del actuar de sus habitantes; más arriba todavía, la luna menguante me guiñó en un gesto de aprobación.

Hubiere escrito un regreso normal si no fuera porque, a orilla del camino, una silueta femenina nos despidió con aire siniestro, Doña Josefa Villa me seguía con la mirada, tal como sucedió en la biblioteca de Don Manuel, aunque a bordo de aquella Suburban me sentí particularmente guarecido de cualquier tipo de espanto. De un momento a otro desapareció entre la bruma de la noche sin dejar rastro.




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