La Maldición de la Luna de Sangre

La carta

María Soria, partera de Mazorca, octubre de 17xx (ilegible)

La luna se alzaba imponente en aquel cielo limpio de nubes, completa en su amplitud redonda en el mes destinado a las artes oscuras, supuse lo peor como cada año desde que mi familia guarda registro.

Encerrada en mi casa desde temprano por las razones ya dichas, me dispuse a servir el té en compañía de mi pareja e hijo, bien pudimos sobrellevar aquella noche cargada de magia sin problemas, salvo que, desde fuera de nuestra propiedad, advertí unos pasos desesperados por llegar a mi puerta, poco después la madera de mi cabaña retumbó por los golpes de una mujer pidiendo ayuda.

Mi vocación como sanadora gracias a la madre naturaleza no me permitió abandonarla a su suerte, contrario a lo que hacen los brujos de la región sin no llevas contigo algo de valor; ¡esos si que son unos malnacidos lucrando con la ignorancia de la gente!

Luego de hacer pasar a la joven embarazada me hizo saber que su producto ya le dolía desde horas atrás, "a causa de la luna llena", le expliqué. La negativa de su familia para atenderla se debió a el desconocimiento del padre de la criatura, peores fueron las consecuencias al revelar el nombre del mismo.

Las clases sociales tan marcadas de esta época se acentúan en el diminuto Mazorca, donde la familia Villa es dueña de todo, incluso de los habitantes del lugar a quienes trata como algo poco más que esclavos. Nada apartado de la verdad ocurre con la familia Higuera a la que pertenecía la joven madre, quien tubo l desdicha de enamorarse y entregar su cuerpo al menor de los Villa.

Luego de un parto relativamente fácil quise recomendarle reposo, pero las condiciones no permitieron tal situación.

A la distancia colina abajo, un grupo de pobladores encabezados por los caciques de la familia Villa emprendía la marcha lenta pero constante, armados con palos, machetes y algunas antorchas. Supe entonces que no era casualidad este parto en plena luna llena, y encima de todo, en coincidencia con el eclipse de sangre que estaba por iniciar.

La joven Elva supo que las opciones eran escasas para salir bien librada de esta caótica situación, por lo que con tono suplicante me pidió salvar al varón recién llegado al mundo desde sus entrañas.

Cuando la turba tubo a la vista mi humilde cabaña, salió Elva cargando en brazos un bulto de sarapes enredados entre sí, para luego tomar camino rumbo a lo alto del Monte Mazorca, mudo testigo de la tragedia que ocurrió enseguida.

Cual si tomara conciencia la madre tierra cubrió por completo el cielo de nubarrones densos, el aire fue roto por constantes rayos que iluminaban intermitentes los pasos de Elva, hasta llegar al altiplano en lo alto del Monte.

En ese momento se fraguó la maldición que aqueja y aquejará a los abominables y cobardes pobladores de Mazorca, con mi alma estremecida de testigo les hago saber que, hasta en tanto no regrese la sangre inocente a apaciguar la furia de La Luna de Sangre, nadie accederá al descanso eterno.

Mientras tanto, mi pareja cargaba al recién nacido sobre el lomo de un burro, con paso lento hasta abandonar el poblado Mazorca, y más lejos aún hasta encontrar una familia de acogida que haga perdurar su sangre inocente a través de los años.

Esta unión Higuera/Villa, esa sangre inocente y rechazada a la par del mandato universal "ámense unos a otros", ha de volver algún día para cerrar el ciclo eterno del invento llamado tiempo.

Espero y la presente carta arroje luz al heredero de esa unión, y a su debido tiempo regrese a sus raíces para revertir este terrible mal que tanto aqueja a sus habitantes.




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