La maldición de la sangre

Capítulo 2: El Morvax

Morgan

Mi tía me había obligado a regresar a mi habitación, junto a las demás personas que no fueran miembros de su consejo. Desde mi ventana podía observar como la madre de la joven bruja llorar desconsolada en el hombro de una de las mujeres mayores de nuestro hogar. Suspire y me aleje de la ventana queriendo conciliar el sueño.

Fue imposible.

Al día siguiente todas las brujas nos preparamos para el último adiós de la bruja, se llamaba Lisandra y solo era un año mayor que yo. Cuando una bruja Moria en nuestro aquelarre nos dedicábamos a guardarles un dolor como la luna lo pidiera. La noche anterior se había guardado silencio total, ninguna bruja hizo magia y todas nos encargamos de apagar todas las velas, se cubren los espejos y se colocan escudos de sal alrededor de las casas para no “atraer su espíritu de regreso”.

Cuando empezó a oscurecer todas nos reunimos en el claro lunar para despedirla, hoy nos dedicábamos a ella, mañana a vengar su muerte. El cuerpo se lleva al Claro Lunar, un espacio sagrado solo accesible por brujas del aquelarre. Cuando llegamos formamos un círculo alrededor del cuerpo y cada una deja una gema lunar a su corazón brindándole respeto hacia ella.

Lisandra al haber nacido en luna llena, se prende una hoguera blanca y se cree que su alma asciende directamente al Reino Lunar. Al terminar el ritual, las brujas mayores colocan un velo plateado sobre su rostro. Este velo se guarda durante un año y un día, y al final del ciclo, se quema para sellar su paso definitivo al Más Allá.

Pasan unos segundos y observamos a mi tía traer en sus manos un hilo blanco que amarra en nuestra mano izquierda cuando pasa frente a nosotras. Cuando una de nosotras muere, ese hilo se quema en una vela blanca mientras murmuramos su nombre. Si el hilo se enciende rápido, se dice que la bruja “cruzó en paz”.

Si no enciende… significa que su alma dejó asuntos sin resolver. Por suerte para la memoria de Lisandra, su hilo se quemó rápidamente.

Después de eso cuando la luna alcanza su mayor punto, la bruja más vieja de nuestro aquelarre toma una antorcha y quema su cuerpo, dejando en pocos minutos cenizas que conformaron el cuerpo de una de nosotras hace tan solo unas horas.

No regreso a casa inmediatamente, incluso no temo por las represarías de mi tía. Solo camino sola unos cien metros de nuestro hogar hasta dar con un lago completamente oscuro. Me siento frente a él y convoco un hechizo que solo se puede hacer en luna llena. En momento así agradezco que la luna me haga compañía.

Lunaris, recordaras estos momentos.

Susurro y magia sale de mis manos rumbo al agua que conecta con el recuerdo que quiero ver. Unos segundos después observo el cuerpo de mi madre junto al mío, no tenía más de ocho años y fue nuestra última noche juntas antes que la asesinaran en este mismo lago.

—Mamá me gustan tus figuras de agua—le dije mientras ella hacía un animal que nos salpico a las dos, reí y ella me sonrió mientras acariciaba mi cabello. Era diferente al de ella, el mío era negro como la noche, mientras el suyo era café y muy largo— ¿Yo puedo hacer eso?

—No lo sé, cariño—me dijo con dulzura— sin dejar de acariciar mi cabello—Mi mamá me enseño como utilizarlo.

— ¿Tú me enseñaras?

—Claro cariño, cuando llegue el momento te enseñare todo lo que se—la observe—Aunque sospecho que tú serás mucho mejor que yo—me reí negando y abrazándola.

Detuve el recuerdo antes de que empezara lo peor. Mamá murió esa misma noche, en este mismo lugar, mientras yo me escondía de ellos. El nombre de mamá era Nydia, y era una bruja elemental con su experiencia siendo el agua, era talentosa y la mejor bruja que haya conocido. Murió lejos de casa a tan solo unos metros del aquelarre de brujas lunares que me encontró y acogió cuando el cuerpo de mamá se volvió cenizas. Jamás pude hacerle una última despedida, su cuerpo desapareció antes de que yo lograra llegar a ella.

De mi padre no se absolutamente nada. Ella nunca me hablo de él, solamente menciono que se enamoró de él y se fue antes de que todo empeorara, nunca entendía lo que significaba. Me levante del suelo y camine hasta el pequeño altar que había dejado años atrás en su honor. Tomé el pequeño cuenco y lo volví a llenar de agua junto a su nombre.

Incline la cabeza hacia arriba y observe la luna llena, la misma que tenía en mi clavícula cuando hice mi primer hechizo. Pese a que no había nacido en el aquelarre, mis hermanas me habían acogido y enseñado todo lo que sabía para que la luna me diera su bendición de ser una de ellas. Creo que por eso jamás he terminado de sentirme completa en mi hogar, mi tía, así había decidido llamarla, hizo todo lo posible para darme la bienvenida. Pero más de diez años después y no lograba sentirme completa en el lugar que me vio crecer.

Regrese a casa después de eso.

***

No me sorprendió ver a mi tía en su salón. Las paredes estaban llenas de frascos con poderes que ella misma creaba aquí mismo. Estaba leyendo su grimorio cuando me vio entrar y una mirada de alivio se atravesó por sus ojos al verme.

—Morgan ¿Dónde estabas? —dejo lo que estaba haciendo y vino a inspeccionar mi rostro—No te vi después del rito y me preocupé.

—Fui hasta al lago, estoy bien—dije tomando sus manos y quitándolas de mi rostro—Quería pensar un rato. ¿Qué estás haciendo?



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En el texto hay: fantasia, romance, romantasy

Editado: 16.12.2025

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