La maldición de la sangre

Capítulo 3: Lo que significa ser una bruja lunar

Morgan

Me desplome sobre un suelo que conocía bastante. Empecé a toser justo cuando el viento que me rodeaba desapareció. Justo frente a mi Cailyn estaba trabajando sobre su cama. No parecido sorprendida por mi llegada sorpresa, pero cuando levanto la mirada y me observo dio un grito de sorpresa y se levantó corriendo hacia mí.

—¡Morgan! ¿Qué te paso? —se arrodillo frente a mí y desato mi capa dejando ver mi vestido rasgado junto a mi brazo que goteaba sangre sobre su piso.

—Un Morvax—murmure con dolor cuando tomo mi brazo—Estaba en el bosque…Cerca al pantano.

—¿Sola? —asentí—Siéntate allí—señalo su cama y con cuidado fui a sentarme mientras ella iba a buscar sus pociones.

Tardo dos minutos en dejar todo sobre la cama. Lo primero que tomo fue una enredadera que con un hechizo corto murmurado por Cailyn creció enredándose en mi brazo. Tardo dos segundos en empezar a calmar mi dolor.

—¿Dónde más te duele?

—Las costillas—señale—No creo que tenga algo roto, pero logro atraparme y dejarme sin aire.

Ella asintió. Y regreso con un pequeño frasco lleno de hojas de vërnum y una raíz de ithol. Dijo que la poción sanaría lo que mi magia no había logrado contener antes de empezar a machacar las hojas con la raíz en un cuenco. Recito nuevamente un hechizo y la mezcla brillo en el cuenco.

—Dolerá un poco—me advirtió.

Unto la pasta en mi piel, donde un hematoma estaba empezado a nacer. El contacto ardió como si una llama me hubiera golpeado. Por suerte el dolor empezó a desaparecer y fue remplazado por un alivio.

—Gracias—susurre.

—No me agradezcas aún—dijo posando su poder en mi brazo—Estoy buscando si dejo un residuo en ti. Esas criaturas fueron creadas para alimentarse del poder que reside en nuestro interior. Podría rastrearte.

—No lo hará—me oí decir antes de evitarlo—Esta muerto.

—¿Lo mataste? —pregunto sorprendida, negué. Si podía confiar en alguien, era en Cailyn.

—Alguien…Apareció. Un vampiro. Él lo mato.

—¿¡Un vampiro!?

—¡No lo digas tan alto! —tape su boca con mi mano libre—Si, un vampiro.

—¿Te toco? —negué.

—El solo hablo y se burló de mi magia—murmure viendo mis manos—No se equivocaba al menos. No logre contener al Morvax.

—Jamás hemos visto uno, son criaturas muy antiguas—murmuro— ¿Un vampiro? —pregunto confundida.

—El me salvo, fue muy extraño.

—Ni que lo digas, si tu tía se llegara a enterar…

Fue interrumpida por el crujir de las ramas. No era un sonido sutil. Eran pasos veloces, acompañado de voces y una tensión que se podía sentir por todo el aquelarre.

Las cazadoras habían regresado.

Cailyn deshizo el hechizo de curación y me cubrió con mi capa antes de que ambas saliéramos rápidamente de su cabaña. Muchas más hacían lo mismo corriendo hasta el encuentro de las siete brujas del consejo de nuestro aquelarre. Todas venían con sus capas, sus armas, y sus amuletos de protección. Algunas tenían heridas menores, pero lo que más llamaba mi atención era el hombre que era arrastrado por ellas.

Un vampiro. Pero no era el mismo de esta noche.

Iba encadenado con sogas mágicas de hierro hechizado bajo la luna. El vampiro se veía débil, pero mantenía la espalda recta y la cabeza en alto en signo de orgullo. Tenía sus manos atadas a la espalda, y su pecho destapado. Allí se veía una runa que brillaba en su pecho, un hechizo de contención lanzado para detener su magia.

—Observen hermanas—una de las brujas grito cuando llego al centro—Este es el asesino de nuestra hermana Lisandra.

Muchas brujas murmuraron junto a mí. Unas lloraban, otras lanzaban hechizos de condena. Permanecí callada en mi lugar observando a la criatura, sus ojos rojos brillaban en la noche mientras nos miraba a todas nosotras.

Mi tía, Nyra, levanto la mano callándolas a todas.

—Hemos jurado proteger nuestras tierras. Nuestra sangre y nuestra memoria—grito quitándose su capa, su rostro era poder absoluto—Y esta criatura cruzó la línea al asesinar a una de nosotras.

El vampiro hablo por primera vez, su voz era áspera:

—La sangre derramada es inevitable una vez que la profecía despierte en esta tierra—miro a mi tía—Nuestra tierra.

—¡Cállate! No te atrevas a pronunciar una palabra sobre la maldición. La luna sabe que con gusto acabábamos con criaturas como las tuyas.

—Su pequeña bruja no es la primera, y puedo prometerles que no será la última. Hemos esperado siglos para luchar.

Fruncí el ceño y sentí como un mal sabor se instaló en mi boca. ¿A qué se refería?

Mi tía no lo dudo una vez más.

—Por los derechos del aquelarre lunar, por la sangre derramada, por el nombre y alma de Lisandra—levanto la daga—Nosotras te condenamos al olvido.

Las seis brujas faltantes lanzaron un rayo de luz hacia el vampiro que gimió de dolor antes de que la daga en manos de mi tía fuera clavada en su corazón. El vampiro cayó al suelo y todo quedo en silencio. Las brujas aplaudieron y se abrazaron agradeciendo a la luna por la justicia.



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En el texto hay: fantasia, romance, romantasy

Editado: 16.12.2025

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