Morgan
Trague saliva y sentí como un nudo se inslataba en mi estómago.
—Solo un momento. Con Cailyn.
—Y hablaste con un hombre.
Silencio.
Nyra se volvió. Su rostro no era de furia.
Era peor.
Era el rostro de una mujer que temía lo que no podía controlar.
—¿Sabes quién te vio? Tu hermana de círculo, Farra. Dijo que te vio muy cerca de un hombre desconocido en El Gato de Humo. Y por poco le lanzo un hechizo por insinuarlo. Porque es imposible que mi...que Morgan estuviera saliendo al pueblo sin mi permiso y peor a un burdel cuando debería estar practicando sus hechizos. Pero vi la verdad en tus ojos tan solo con verte entrar.
—No era lo que crees.
—¿Y qué creo? Que hiciste un trato, o que lo besaste, o que lo llevaste al bosque...
—Nada de eso pasó.
—¿Era humano?
Dude. Solo por un segundo. Pero Nyra lo vio.
—¡Morgan! No puedes dudar. No con esto. No ahora.
Levante el rostro con la mandíbula tensa.
—¿Qué importa si era humano o no? No hice nada.
—¡Sí importa! —Nyra golpeó la mesa con la palma abierta. Un cuenco tembló—. Porque si hubieras cruzado un lazo con él... Si hubieras permitido que te tocara con su esencia, sea cual sea, tu propio poder se habría alterado.
—¿De qué estás hablando?
—Del riesgo de concebir sin permiso, sin guía. Las brujas no parimos como las humanas, Morgan. ¡Nuestra magia escoge el momento! Y si lo haces mal... la luna puede volverse contra ti.
Retrocedí un paso, sintiendo cómo mi espalda tocaba la pared.
—¿Crees que me acosté con alguien?
—No es eso lo que me asusta —susurró Nyra—. Es que no sé qué harías si lo hicieras.
Silencio.
Nyra se acercó, más suave ahora, y le tomó el rostro.
—Tu ceremonia del grimorio será en pocos días. Mientras ese día llega estarás en casa ensayando tu hechizo, no saldrás, no veras a Cailyn y tu atención solo será para pensar en esa noche. Las otras hijas del círculo ya escribieron sus hechizos. Ya eligieron sus palabras. Pero tú...
—¿Yo qué?
—No eres como ellas, Morgan. No naciste aquí, por lo que debemos de asegurarnos que la noche vaya a la perfección.
***
Mi tía cumplió su promesa y no pude salir de casa durante cinco días. Me obligo a practicar el hechizo hasta que saliera a la perfección. La ceremonia del grimorio sería esta noche y mi juramento a la luna sería eterno a partir de mañana.
Estaba en mi habitación leyendo un hechizo de ocultamiento con el collar de Kai en mis manos. La piedra negra parecía brillar más cada vez que la veía. Después de la conversación de mi tía estaba decidía a encontrar respuestas, aunque eso significara mantener al nuevo vampiro en mi vida. Sentía que podía escuchar su risa con tan solo observar algo que le pertenecía. Lamentablemente podía ocultar su existencia en palabras, pero el collar era tan antiguo que ninguna magia lo contenía.
Escuche la puerta de la casa abrirse así que rápidamente guarde el collar en el bolsillo de mi vestido y escuche los pasos de mi tía acercándose a mi habitación. No estaba equivocada, porque segundos después ella entro sosteniendo una caja y una pequeña sonrisa dibujaba su rostro.
—Traje algo para ti—dijo ante de entrar y sentarse en mi cama dejando la caja al frente mío—Es un regalo para esta noche.
No dije nada cuando tome la caja en mis manos y quite su tapa dejando al descubierto un precioso vestido purpura. Una sonrisa se dibujó en mis labios cuando toque la tela del vestido.
—Es tradición utilizar un nuevo vestido la noche de la ceremonia, aún lo conservo con cariño en mi habitación—me dijo—Es tu color preferido—asentí, aunque era una afirmación de su parte—Fue tejido especialmente para ti.
—Gracias tía, es precioso—respondí notando los pendientes que brillaban contrastando el purpura.
—Son míos, pensé que era buena heredarte una joya—me quede callada—Se que han sido días complicados, pero quiero que sepas que todo lo que hago es para protegerte. Morgan, sé que no soy tu madre y nunca he tratado de remplazarla—la observe—Pero te amo como si fueras mi hija, y cuidarte ha sido de las cosas más poderosas que he hecho en mi vida.
—Gracias tía...Por todo.
Asintió apretando mi mano como muestra de cariño y se levantó de la cama.
—Iré a prepararme, tu deberías hacer lo mismo. Llámame si necesitas algo.
—Bien.
Me miro una última vez antes de salir de mi habitación dejándome sola. Una hora después estaba completamente lista observándome al espejo. Mi vestido caía como bruma púrpura hasta los pies. Se aferraba a mi cintura con una faja de plata pálida, grabada con runas antiguas que eran conocidas como protectoras. Encima, una especie de corsé bordado con espirales y ramas, como si mi pecho estuviera abrazado por un bosque encantado.
Mis hombros estaban descubiertos, pero una capa translúcida cubría mis brazos como una segunda piel. No era para protegerme... era para recordarme que estaba desnuda ante la luna. Que no existirán mentiras la noche del rito.
La capa tenía bordes que brillaban tenuemente con el movimiento. Como si estuvieran bordados con luz de estrellas. Y una pequeña tiara estaba hecha de una sola pieza de cristal plateado, moldeada con forma de luna creciente. Caía una cadena desde el centro, que terminaba en una gota de amatista sobre mi frente. Alrededor de mis muñecas colgaban hilos finos, conectados al vestido como si fueran parte de un hechizo que aún no había pronunciado.
Cuando estuvimos lista salimos de casa sintiendo las miradas de todas sobre mí. Todas las demás chicas y yo nos encontrábamos detrás del consejo que encabezaría el camino hacia el claro lunar. Las cinco las seguimos siendo iluminadas solamente por las antorchas que cargaban al nuestro alrededor.
Al llegar estaba el claro lunar brillando por la luna llena. Las más ancianas vestían túnicas grises y las jóvenes que no harían el ritual utilizaban negro. Todas sostenían una vela blanca encendida, cuya llama no temblaba a pesar del aire. Observe en silencio a la bruja más anciana recitando el poder que invocaría el poder esta noche y como cada una fue obteniendo su grimorio al cumplir su hechizo.