La Maldición de las Cortes (the Courts #1)

CAPITULO 5. Príncipe.

Ellos no habían usado ningún truco para invadir mi mente pues yo no les había dado un motivo para hacerlo o me gustaba creer eso pero aquello no quito el dejarme incomoda con el frio glacial del castillo dentro de la mirada de la Corte de Invierno.

Caminamos unos pasos y entonces me di cuenta de que con el temblor de mi cuerpo podía prestar tan poca atención a las cosas de la misma manera en la que estaba inconsciente.

La dríada me condujo a “mi habitación” después de cierto tiempo, el lugar más cálido de palacio según ella, lleno de pieles y madera, muy hogareño teniendo en cuenta el lugar en donde estábamos, por lo que pensé que era una habitación para las visitas.

Indiga me hablo de las reglas de palacio, lo extraño de todas ellas era que en este lugar eran menos estrictos que en la Corte de Verano y eso me confundía y no estaba segura de por qué, pero en la Corte de Invierno parecían ser más flexibles en ciertas cosas, como, con la regla de dormir tarde, con la regla del entrenamiento y del estudio lo que era opcional, pero sobre todas esas reglas, la regla del romance me dejo perpleja junto a las insinuaciones que traía, las cosas eran un tanto más complicados.

En la Corte de Verano estaban prohibidos los romances no programados ya que el romance distraía pero, siempre y cuando no te descubriesen estaba bien, en cambio, con la familia real el romance era algo que tenías que utilizar para fortalecer más a tu corte, como una herramienta y por ende, algo que no decidías tú, y si era así, era tan evaluado y aceptado así como rechazado que no parecía una opción.

Por otro lado en la Corte de Invierno podías ver que el romance no era una problema ya que según la dríada, el “hacer el amor” solo les otorgaba más magia y en cuanto al príncipe, oh, me dijeron que estaba bien, las cosas no eran prohibidas con él, y aun yo, siendo humana, si era llamada por el príncipe debía de acudir sin rechistar a su dormitorio a donde sea que me llamase él.

Me mantuve callada por el resto de la noche procesando todo cuando colocaron un vestido simple sobre la gran cama, cuando dejaron zapatos y me mandaron al baño preparado por la dríada que era amable explicándome las cosas de palacio sin llegar a ser una incordio. Lady Indiga era diferente, cálida y fácil de confianza, tenía buenos ojos y para mi suerte cuando me atreví a pedir intimidad, dejo que me bañara sola.

Al entrar al cuarto de baño un espejo grande me devolvió la mirada, mucho más claro que el suelo del salón principal del palacio con cosas escritas en una lengua que no entendía al margen de cada espejo cosa en la que no persistí porque mi propio reflejo atrajo mi atracción con lo mal que me veía. Las manchas de barro y mugre estaban insertados en cada hendidura de mi cuerpo, los raspones y la sangre seca eran una segunda capa de piel bañando todo a su paso. Los signos de cansancio y debilidad en mi rostro y color significaba lo descompuesta que estaba y mi cabello no era más que un nido de color tierra.

No era yo, pero decidí ignorarlo.

Me metí a la ducha y deje correr el agua mientras la suciedad se iba tiñendo el suelo de diferentes todos oscuros los cuales después de observar mucho rato sin atreverme a inspeccionar mi cuerpo, me rendí. Lave mi cabello tres veces para deshacer los nudos tratando de peinarlos con mis dedos a causa de la tierra y el hielo que habían hecho estragos. Limpie mis uñas meticulosamente después de decidirme a usar la crema de jabón en una inspección suave de las heridas de mí cuerpo, lave mis dientes y después fregué cada parte de piel hasta que se pusiera rojo y las heridas se volviesen a abrir, de esa manera salieron las costras con piedras, tierra y más barro, de esa manera, sentí que fue real.

Cuando termine mi cuerpo dolía tanto que ponerme la bata de baño fue un reto y salir a la habitación usando mis propios pies que apenas podían sostenerme casi me lleva a la inconciencia. Indiga me esperaba con una sonrisa, diciendo lo “hermosa” que era sin toda esa capa de mugre más de una vez y como vio mi dificultad ayudo a trasladarme del baño a la cama.

Me ayudo a cambiarme después de sentarme pasando unos aceites aromáticos por mi cuerpo, o solo los lugares a los que le permitía tocar. El vestido que me ayudo a encajar en mi era entero y de color marrón claro, de un material que abrigaba con mangas largas, elegante pero no de lo que usaban las reinas y princesas, aunque eso me iba bien con lo poca costumbre que le tenía y fue un cambio relajante, no quería recordar quien era yo en ese momento ni lo que había perdido.

– Puede que no estés acostumbrada a los vestidos, pero nuestra costurera se demorara en preparar ropa parecida a la tuya para su uso, señorita – hablo mientras peinaba mi cabello.

– Gracias – dije con ronquera.

En verdad parecía irreal, ni en mis sueños más locos me veía en la Corte de Invierno como invitada, “temporal”. Aquello me sacaba más de un escalofrío al saber que me mantendrían vigilada. Volví a perderme en mis pensamientos y cuando reaccione ella de nuevo me contemplaba fascinada.

– Es curioso – volvió a reír mientras que yo seguía viendo mis uñas, sin atreverme a levantar la mirada – me imaginaba a los humanos como seres más directos y, mentirosos con sus sentimientos alborotados por lo que esperaba que usted señorita estuviera volviéndose loca a estas alturas, sin embargo, es como si, conociera su lugar. ¿Nos tiene miedo? ¿Por eso es que no levanta la mirada? – no respondí y ella suspiro – bueno, cada quien tiene su manera de afrontar los hechos imagino – y esta era la mía.




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