Pedazos de fragmentos esparcidos a lo largo de la mesa y una cúspide al otro lado de lo que lucían como espejos rotos. Objetos del mundo humano.
Se celebraba el día de la cosecha hace unos dos años y se rumoraba por ahí que cierto príncipe de cierta corte buscaría esposa.
Las muchachas acudieron a palacio esperanzadas en que el gran viajero, el mago Welklyn le diese suerte a su futuro y le proclamase que la próxima que se casaría con dicho príncipe seria ella. De todas maneras era absurdo con un futuro que cambiaba como cuando agitabas el agua de un pozo, una y otra vez, no había un resultado real.
Era el último día de la cosecha y recordaba a la perfección que se me había olvidado un libro en uno de los asientos afuera de palacio, en donde por cierto, había una feria transitoria como los fuegos fatuos.
Nadie reparo de mí cuando informe que me sentía vigilada y por ende, al buscar el motivo de aquello ingrese con aquel mago, claro que el pago fue duro y sin sentido. Un sueño que en el futuro no recordaría y una predicción en cambio de respuesta que no quería.
– Usaras una corona manchada de sangre, mi princesa humana.
Welklyn no había cambiado en lo absoluto. Él vestía su típica túnica verde oscura y dejaba que su cabello siguiese en un desorden total y completamente atrayente. Su rostro viejo y joven daban la sensación de realidad absoluta y sin contar que esos pozos negros en los que sus ojos se reflejan la palabra “mago” cabía perfectamente el sentido de extraño, aun en el mundo mágico.
El me señalo la silla delante de él. Me senté y apoye mis manos en la mesa como la primera vez que lo había visto. Tratando de tener el control del asunto pero temblaba por dentro y me sentí sofocada cuando me sonrió con sorna. Como si me conociera.
– Princesa, ¿qué la trae por estas tierras?
– Deberías de saberlo – le dije y él volvió a sonreír.
– Oh, el desbalance en el mundo mágico, supongo – fruncí el ceño – o un sueño, igual, ambas son válidas. Princesa…
– Welklyn – lo observe y calcule que se sentía confundido revisando constantemente mi rostro, como si quisiera leerme – vengo a averiguar donde estar el cetro de las estaciones.
– Interesante – se rasco levemente la barbilla y volvió a observarme – oí un rumor pero eso lo explica todo – suspiro – ¿tiene oro princesa? – fruncí los labios – ¿diamantes? ¿joyas? Oh, qué tal, ¿sus ojos?
– Basta Welklyn.
– Si – cogió una daga y extendió su mano antes de volverme a sonreír – ¿Qué me ofrece?
– Un sueño – él frunció el ceño.
– ¿Cree que sería un trato justo?
– Es lo que pidió la otra vez.
– Pero eras una niña.
– Como dijiste, un sueño fue lo que me trajo hoy aquí Welklyn, esos sueños han, cambiado.
– Tú no sueñas, querida princesa.
– Desde la muerte de mis padres lo hago.
– Así como aquella vez soñaste para mí – se rio – bien, un sueño – se cortó la palma de la mano y me la extendió para tomarla. No dude, fui a por ella, fui a por eso… un destino que podía cambiar – oh – rio y entonces entendí que yo no veía mal y que Rae sostenía la muñeca de Welklyn con fuerza, tanta que la hacía temblar – príncipe. Mi segunda sorpresa de la noche.
– ¿Qué estás haciendo Lae? – me molesto.
– Un intercambio de información.
– Un pago – contradijo Welklyn y Rae apretó más fuerte.
– ¿Por qué?
– Por información – sonreí otra vez sintiéndome embriagada por el olor, oh, él era más dulce.
– Tengo oro – se giró hacia Welklyn.
– Tendrá que esperar su turno príncipe – Rae apretó la mandíbula y antes de que se interpusiese más tome la mano del mago y la estreche sellando nuestro pacto, mi pagó con su sangre.
– Lae – Rae lo soltó y después vi furia pura en sus ojos pero le reste importancia.
– Ahora la información.
– Usted sabe lo que tiene que hacer, prin…
– Bien – lo corte antes de que me delatara y traté de concentrarme porque Rae era una distracción difícil de pasar por alto.
– Yo lo hare – dijo Rae y por un momento Welklyn lucio más feliz pero le corte con la mirada y me volví hacia Rae.
– Príncipe, usted es un elfo y uno de los más poderosos así que sería arriesgado si esto, se usa en su contra – él me observo por un momento fascinado y cedió colocándose detrás de mí despúes de un debate contra mis ojos y mi decicion aún a pesar de las circunstancias.
Cuando me corte la mano y la sangre callo sobre los espejos rotos de la mesa me sentí terriblemente enferma pero no cedí ante ello y por lo contrario me concentre en las imágenes sin sentido que mostraba cada pequeño fragmento, un fragmento que absorbía sangre y otro que lo cambiaba por imágenes.