Rae Frio.
Aquella mañana Lae había despertado pero no me atrevía a verla, no después de que los recuerdos de la noche anterior me atormentaran.
Aun podía sentir sus labios sobre los míos, probando, ambos adentrándonos en un mundo completamente diferente al que conocíamos, pero desde un inicio yo había pensado que era Aglae y cuando me di cuenta de que se trataba de Lae, de mi amiga, me sentí fragmentado porque esos besos eran todo menos castos.
Ahora aquel recuerdo parecía confuso, yo estaba confuso. Ella me había respondido, ella se había dejado llevar, pero nuevamente, yo creía besar a otra persona, preguntándome internamente si así se sentirían los labios de Aglae, si no me estaba imaginando aquello…
Yo la había lastimado y después de eso me abrí a ella.
Lae contemplo mis recuerdos y Lae me mantuvo una conversación sin juzgarme en ningún momento, por eso y más había aprendido a apreciarla.
Quizá era eso lo que quería Kyle al haber unido nuestros destinos. Quizá habría querido que encuentre en Lae a una amiga completamente diferente a Calíope, una que podía entregar cariño, humanidad. Alguien quien me recordaba la fragilidad de la vida.
Pero yo no estaba seguro de nada y no tenía tiempo para estar pensando en eso.
Desayune frente a Nadzieja quien aún me contemplaba. Él lucia molesto y curioso al mismo tiempo. Yo no planeaba darle ninguna explicación de lo que había sucedido anoche, ni siquiera podía pensar en ello pero era consciente de que ahora Lae sabía muchas cosas sobre mí, mi nombre incluido.
Una amiga.
– Bien, estoy molesto – declaro Nadzieja.
– Lo suponía – respondí dejando de comer.
– ¿Me explicarías porque no estas con Lae en este momento? Anoche te quedaste hasta tarde con ella y después simplemente sales de su cama y la ignoras. ¿Sucedió algo de lo que deba preocuparme?
– Nada de qué preocuparse. Lae está bien, sobrevivió y no está loca.
– Eso ya lo sabía, pero… ella quedra verte.
– Ya habrá tiempo para eso – fui tajante y aquello me molesto.
– No habrá más tiempo para eso que el de ahora – su voz suave hizo que me tensara pero no me gire, no quería ser abrumado por su belleza nuevamente. Anoche mientras que conversábamos en el vacío había pensado que no podía haber más perfección que ella, que era irresistible, y aun así, no podía continuar anhelándola.
– Los dejaremos un momento, mientras tanto Calíope y yo terminaremos de preparar algunas pociones.
– Si, necesito aun encontrar a Falcino, esa ave de la muerte para sacar unas cuantas plumas. Voy a rastrearla ahora mismo – Calíope y Nadzieja se fueron dejándome en un icono silencio con Lae.
– Rae – hablo ella y camino hasta llegar frente a mí. Mi nombre pronunciado por ella hacia que me pusiese de los nervios – ¿te negaras a verme?
– No – suspire y levante la mirada. Hermosa, tal y como la recordaba. Me pregunté si sería consiente de su propia belleza.
– Bien. Anoche debía decirte algo pero todo se confundió y… de todas maneras – respiro profundo y coloco sus manos en sus caderas molesta, aun frunciendo el ceño – tienes miedo de vivir sin ella, ¿verdad? Bien, pues vivirás con miedo hasta que aprendas a superarlo. Como te dije ayer, las cosas cambian Rae. Tienes a tu hermano, a tu reino, a tus amigos – extendió las manos y después se señaló a si misma – me tienes a mí. Soy una humana pero seré leal a ti, seré tu amiga si eso quieres – sonreí. Había algo en mi pecho, orgullo quizá pero más que eso, una calidez que crecía inflándose, abarcando todo. Solo quería sostenerla entre mis brazos…
– Lo sé – respondí.
– ¿Lo sabes? – repitió aturdida.
– Adivine que me querías por cómo me miraste antes de dormirte. Supe todo eso por una breve mirada – y eso era realmente increíble. Un adorable rubor corrió por su rostro, un rubor que no pude pasar por alto así como sus fuertes latidos. Mis manos casi se movieron solas para sostenerla de sus mejillas y obligarla a verme directamente pero ella se recompuso y yo recordé que no podía tocarla. Apreté los puños.
– Ah, entonces lo comprendes.
– Si.
– Y no era necesaria mi explicación – suspiro – entonces… sobre… mmm…
– Solo dilo – me divertí por su manera de hablar. Con ella no podía estar simplemente serio ni quieto, al parecer.
– ¿Somos amigos? – pregunto y yo asentí, ese era el sentimiento de querer protegerla, desde el primer momento. Como una hermana menor.
– Genial – ella sonrió mostrando sus dientes en una hermosa sonrisa felina pero con labios abundantes y momentos después se giró hasta coger unas cosas del repostero y prepararse su desayuno – pero aún estoy molesta – se movió hasta sentarse frente a mí.