***PARTE III - REY***
Habían salido de la casa temprano, las cosas se habían vuelto diferentes en los últimos días. No me acuerdo con exactitud del por qué habíamos decidido que usaríamos también una pasión de invisibilidad pero estaba llevando más tiempo del planeado.
A la hora que regresamos Nad se había encerrado en una habitación y el príncipe seguía coordinando cosas con los pixis, Calíope estaba afilando una espada que no estaba segura de su procedencia y yo observaba la noche. Hoy hacia frio, la nieve había empezado a caer a por montones y casi no había gente en la calle.
Nos tomaría aproximadamente 45 minutos en llegar a la catedral yendo en carro pero había algo mal.
Las últimas noches había decidido que sería bueno salir a conocer el mundo humano. Ellos eran extraños.
A pesar del frio o calor los humanos trataban de seguir con sus vidas como normalmente lo hacían. Las tiendas de comida y ropa seguían igual de llenos y las luces en la noche no cambiaban pero las noticias de cuan mal se encontraba el planeta era otra historia. Ellos lo habían llamada "calentamiento global", yo no estaba segura de qué era eso, pero no podrían explicar todos los fenómenos en simultaneo que estaban sucediendo.
Después estaban los fieles que hablaban del creador, diciéndole Dios, y de que él provocaba todo esto para castigar a la humanidad por ser tan pecadores, “arrepiéntanse hermanos” me sacaba una risa cada vez que lo oía.
Arrepentirse, si solo las cosas se solucionasen con eso.
– Estás distraída – hablo Calíope y dejo de afilar su espada al parecer satisfecha con el resultado.
– Lo siento, es solo que es asombroso – observe como niños salían a las calles bien abrigados para después comenzar a arrojarse bolas de nieve.
– Solo están jugando.
– Bueno, es raro verlos jugar.
– ¿Con nieve? Supongo que todos lo hemos hecho – no respondí y ella trato de preguntar pero después de un rato decidió no hacerlo y cambiar de tema – oye Lae, sé que ahora Rae confía en ti pero…oh bueno, el amor no correspondido es un fraude y...– se tiro atrás y volvió a mirarme.
– ¿A qué te refieres? – pregunte.
– Es que sé que estas enamorada de Rae así como recuerdo habértelo advertido – apreté la mandíbula y ella sonrió – pero no importa, él dice que eres su amiga, como una hermana menor. Increíblemente también pienso lo mismo y estoy celosa. Tu puedes desenamorarte y yo seguiré ligada a mis sentimientos no correspondidos pero… oh, olvídalo, no sé cómo explicártelo y ni siquiera yo lo entiendo – sonreí porque Calíope se veía frustrada pero era así como me sentía. No quería pensar en el futuro, aun así, cada vez más me encontraba deseando no tener que separarme nunca de Rae. Mi enamoramiento había ido muy lejos sin ni siquiera darme cuenta.
– ¿Desde hace cuánto se conocen? – pregunte.
– Desde que Rae nació. Yo soy mayor que él, ¿sabes cuantos años tiene?
– 20 – respondí rápido. Esas cosas eran las primeras que tenía que aprender en mi antigua vida.
– Bueno, solo supe que cuando ese hermoso bebe puso los ojos en mí yo quería que mi futuro fuese a su lado, solo que años después apareció la princesa Aglae y lo arruino todo – asentí con la cabeza y ella decidido ignorar eso – pero me quede con Rae y nos volvimos mejores amigos. Por eso si él vino a mí para buscar una rastreadora estoy agradecida porque puedo ayudarle, aunque una parte mía no perdía la esperanza de que me eligiese.
– Estas diciendo que…
– Si, que soy egoísta, pero como vez, las cosas no salieron bien teniendo a otra chica conmigo, a parte, Rae también me considera como una hermana, eso es molesto…
Ella iba a seguir hablando pero en aquel momento tocaron la puerta. Tres golpes fuertes que me hicieron poner alerta.
Nadie visitaba la casa de Nadzieja, peor aún, tocaba la puerta.
Me encontré yendo con cuidado detrás de Calíope preocupada por la tormenta que había vuelto a empezar y el extraño que esperaba que abriésemos, pero, cuando lo hicimos deje de respirar.
Al inicio podía parecer un extraño pero no lo era.
Rae y Nadzieja habían aparecido detrás de nosotras y el ya no extraño estaba envuelto en una capa gruesa que lo cubría del frio invernal.
Su cara se había vuelto más huesuda, sus pómulos marcados y su mandíbula igual. Tenía color y no tenía ojeras pero no me hubiese parecido raro que las tuviese.
Sus labios sonreían y sus ojos verdes brillaban cuando me miraba y aunque me sentí enferma por lo que no comprendía me arroje a sus brazos antes de comenzar a llorar.
– Kalay – respire en su cuello. Él me abrazó suavemente y estaba frio, pero no me importó - ¿Cómo?
– Tranquila Lae, recuerda que una princesa no llora – me mordí el labio inferior tratando de calmar mis sollozos y la desesperación que provocaba mi hermano. Estaba delgado y se veía exhausto pero estaba aquí, conmigo – ahora ¿me dejarías pasar?, ya sabes, odio el frio.