La Maldición de las Cortes (the Courts #1)

CAPITULO 22. Anna.

Me vi en un espejo, completamente confundida.

Sentía que mi cuerpo había corrido mucho tiempo y por eso los músculos gritaban a cada mínimo movimiento.

No, eso no era lo que estaba mal.

Volví a verme al espejo decidida a olvidar aquel extraño dolor de cuerpo y concentrarme.

En el espejo habia una cama que a juzgar por las sabanas en el suelo, había sido desecha.

Yo estaba hecha un desastre también. Mi cabello estaba tanto hacia adelante como hacia atrás en un nido castaño pero había un peculiar brillo en mis ojos que nunca había visto. Y alguien estaba moviéndose…

Observe como una mano cruzaba con total confianza mi abdomen sobre la sabana que me cubría. Un breve estado de shock antes de que un murmullo, casi como un ronroneo escapase de mis labios.

Había terror en mis acciones, no sé porque terror hasta que me di cuenta de que estaba desnuda.

Tuve miedo de girarme y ver quien estaba en esa cama conmigo. Algo gritaba que no había tiempo, y aun así… solo levante la vista y contemple en el espejo como un muchacho, un elfo, acunaba su rostro entre mi cabello, moviéndose poco, pero yo sabía quién era y sabía que el calor de su cuerpo contra el mío significaba una cosa.

No había tiempo… el tiempo se había ido.

Me levante y me arrepentí de inmediato. Las luces explotaron en mi rango de visión y después la cabeza comenzó a zumbarme.

Trate de orientarme. Yo estaba en una cama de cedas rojas y los colores oscuros de la sangre adornaban el cuarto en donde permanecían dos sillas, un escritorio, una mesa de noche, una lámpara y un sillón.

Sin ventanas y como un ardiente foso. Muy caliente.

Recordé a mi hermano, recordé que había usado magia y me aterro lo que eso significaba. Debía de encontrar y pedirle que vaya al mundo mágico antes de que su cuerpo comenzase a deteriorarse porque estaba bastante segura de que él me había llebado a su “lugar seguro”.

Muchacho, pensé, y sus hormonas locas que lo hacían tomar decisiones tontas. Yo debía volver.

Entonces la cabeza pareció estabilizárseme y la puerta, una que no había registrado antes, se abrió.

– ¿Aglae? – me levante de la cama contenta por mi sincronización con la de mi hermano pero de inmediato cuando lo vi entrar seguido por otro elfo, el corazón se me fue al suelo – despertaste, que bueno… – dio un paso hacia mí pero retrocedí instintivamente y el otro elfo solo arqueo una ceja ante mi desconcierto.

– ¿Asustada pequeña princesa?

– Valentine – las palabras en mi boca fueron amargas y poco a poco el agujero en mi pecho, fue creciendo – tu… ¿Qué pasa aquí?

– Tranquila, sé que no te agrada, pero ya no tratara de lastimarte, ¿verdad Valentine? – pregunto mi hermano e irónicamente el antiguo miembro de la Corte de Verano dio un saludo y se inclinó.

– Si eso es lo que su majestad desea.

– ¿Qué está pasando aquí? – volví a preguntar.

– Tranquila Aglae. Como dije…

– ¿Dónde demonios estoy? – grite furiosa y Valentine comenzó a reír divertido. La furia quemo en lo profundo de mi garganta, ya no tenía corazón sino un fuerte sentimiento de traición, miedo, pero todo concentrado en la cólera.

– Será mejor que no te exaltes tanto. Nuestras tierras pueden llevarte un poco a la locura, tu sobretodo siendo humana – aporto el moreno.

– ¿Qué tierras? – no podía simplemente calmarme.

– Una pequeña porción, ya sabes, tierra de las emociones fuertes, el paraíso de la fría seducción.

– La Corte oscura – y la furia desapareo enfriada por el pánico, la palidez del mundo.

– Hermana – Kalay me cogió antes de desplomarme en el suelo sin fuerza en las piernas.

– ¿Por qué estoy aquí? – pregunte con la triste traición a pique.

– Necesito protegerte Aglae, tu solo querías ponerte en peligro, yo no podía dejarte hacer eso. Estando aquí nadie te hará daño…

– El mundo se destruirá – hable suplicando.

– Pero tú estarás a salvo.

– Dejaras que esa “persona importante” este en peligro…

– Tranquila – Kalay dejo escapar una risa y comenzó a peinar mis cabellos en una caricia – ella está aquí, con nosotros. A salvo…

Mi hermano no era mi hermano, no el que había visto crecer y enamorarse, no el que me había acompañado en todo momento y con el que había compartido bromas, pero seguía siendo sobreprotector, ahora de una manera retorcida.

Valentine lo estaba controlando, esa era mi única respuesta, así como sabía a ciencia cierta que no me dejarían huir.

No sabía qué hacer con exactitud porque cualquier cosa solo… empeoraba todo.

Kalay se había quedado conmigo recordándome lo que habíamos pasado en la Corte de Verano, de esos malos recuerdos que todo lo que hacían era envenenar el alma.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.