La Maldición de las Cortes (the Courts #1)

CAPITULO 26. Campo de Juego.

Nunca realmente me había sentido tan deshecha.

Rae no quería verme y aun lucia aquel ceño fruncido con la mandíbula tensa. Sabía que él también estaba pensando en lo que había sucedido, que quería olvidar, así como sabía que Rae me apreciaba y por eso mismo era más difícil perdonarme.

El príncipe de invierno estaba molesto y no lo culpaba. La peor ofensa para un elfo era recibir órdenes con su nombre y también era la peor forma de denigrarlos.

Rae era un príncipe y aunque no teníamos tiempo para pensar en eso, no podía evitarlo.

Me dolía y darle cabida a esos pensamientos creaba un profundo hoyo en mi pecho.

– Sostén mi mano Lae – hablo Kalay y yo la tome inconscientemente un segundo antes de que la tierra en nuestras piernas temblara.

– ¿Qué es?

– El rugido del Hollum – explico Kalay y una imagen aterradora se me vino a la cabeza parcialmente aturdida – debemos salir de aquí antes de que…

– Rae – grito la voz de una mujer y entonces una pared de hielo se formó en frente de nosotros.

Era hielo pero al mismo tiempo no era ya que lucía como una muralla, como la muralla de una frontera y cuando procedí esa información Calíope había tomado la mano de Rae arrastrándolo hacia otro camino al mismo tiempo en que Nad había hecho lo mismo conmigo.

– Ir por el otro camino es una mala opción – sonrió él.

– ¿Qué…?

– El maldito Hollum.

– Por un cuerno – maldijo Calíope y después todos nos detuvimos.

Pude sentir como la sangre corría a mis orejas y mi corazón comenzó una carrera de adrenalina pura porque el pasillo se había agrandado como por arte de magia y frente a nosotros estaba un Hollum, mejor conocido como un Hueco.

El Hueco era conocido por su increíble hambre de sangre y almas, se decía que una vez te atrapaba en sus garras solo absorbía tus buenos recuerdos duplicando los sentimientos negativos de los malos.

Si uno le tenía miedo, entonces era su fin.

No había peor forma de morir que el ver la cara de un Hollum o un demoledor de almas y no existía persona viva que hubiese resistido a ello.

Entonces delante de nosotros había uno de esos, envuelto en una capa de pies a cabeza como humo retorciéndose en su podredumbre, transpirando a carroña, sonriendo sin la necesidad de mostrar su rostro con una voz distante y terrorífica, entrecortando silabas para después pronunciarlas en tu cabeza.

– ¿Le temen a la muerte? – pregunto con la voz de un espectro y momentáneamente pude observar a tres mujeres que no había contemplado antes pero si conocía. Las tres mujeres del calabozo en la tierra de invierno.

– ¿Cómo diablos se mata a un Hollum? – pregunto Calíope y Kalay me tiro contra su pecho protegiéndome.

– No se puede, no al menos que quieras matarlo después de observar su cara – acoto mi hermano.

– ¿Asustados maravillosos seres feéricos?

– Cállate maldita cosa – hablo Calíope de nuevo y Nadzieja comenzó a reír nervioso.

– ¿Qué haremos ahora? – pregunto Nad.

– Enfrentarlo – respondió Rae y a continuación él corrió hacia el Hollum.

Yo ahogue un “no” en mi garganta estremeciéndome de la impotencia y el miedo, pero él no podía saberlo, ni siquiera lo intuía, solo sabía que al siguiente instante Rae retomaba su forma feérica y convocaba una espada de hielo con plata para atacar al hueco.

La plata resonó así como como la risa del Hollum cuando este saco garras largas de su manto y al siguiente instante grito enviando a temblar de cuenta nueva a la tierra.

Las luces se ensombrecieron hasta apagarse y después una cosa viscosa me sostuvo de la cintura hasta tirarme contra la pared sacándome del agarre de mi hermano.

Él grito mi nombre y yo sentí como los huesos de mi cuerpo colisionaban unos contra otros eliminando cualquier residuo de valentía que poseía.

– Lae, ve hacia la luz – grito Kalay y yo parpadee como loca buscando luz.

– No…

– Es de color rojo.

– Kalay, ¿dónde estás? – pregunte desesperada mientras que me levantaba.

– ¡No te muevas! – grito Kalay y entonces todo el sonido volvió.

Escuchaba gruñidos y aullidos de dolor, podía distinguir el frio de la desolación que transmitían los pájaros de la muerte y después cuando supe que ellos peleaban gracias a sus ojos élfico, recordé cual era mi misión.

No me moví como ordeno Kalay, no en esa dirección, y busque la luz, una parpadeante a causa de las sombras que cruzaban delante de ella.

Entonces camine hacia la luz confiando en mis amigos, en su capacidad de protegerme, oyendo el roce de las espadas y vislumbrando las llamas de mi hermano como un pequeño sol hirviendo.

– Sigue Lae.

– Estos nunca terminan de salir. Oh por el caldero, ¿esos son?

– ¡Detente Lae! – grito Rae y entonces lo sentí.




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