—¡Eli! —gritó Eva desesperada tirándole de la manga.
—¿Qué pasa? —preguntó sobresaltado.
—¡El lobo! ¡No te acerques! ¡No me lo acerques!
—Tranquila. No va a hacerte nada. Sé por qué la temes, pero créeme, solo intentaba protegerte —dijo la Kerchief mientras se acercaba al lado de Hermes y los chicos.
—¡Casi me arrancó un brazo! ¡Me hizo caer del acantilado!
—Se estaba defendiendo, Eva. Tenías un cuchillo.
—¡Un momento! ¿Cómo sabes mi nombre?
—Nosotros, los Ángeles de la Eternidad sabemos muchas cosas —dijo mirándola con calma—. Tranquila, deja que os explique —añadió antes de soplar de la palma de su mano unos polvos brillantes sobre Eva.
—¿Eso ha sido magia?
—No seas impaciente, Elíseo. Deja que os explique todo. ¡Hola, Hermes! ¿Qué tal estás? No has cambiado nada desde la última vez que nos vimos —continuó, dirigiéndose al cuentacuentos.
—¿Cómo?
—Como siempre dice usted, todo a su tiempo.
Eva volvió a coger la mano de Elíseo, pero esta estaba fría y húmeda. Elíseo no la rechazó, pero respondió al gesto con desgana, sin el más mínimo ápice de cariño, mientras seguía mirando ensimismado a la Kerchief. Hermes, intrigado, pidió a los chicos que prestaran atención.
—Mi nombre es Nor y soy hija de Kavi, nuestro líder. Esta es Gallaeh —añadió acariciando a la loba—. Es un lastuk navyah, algo así como «animal sagrado», en vuestra lengua. Su propio nombre implica magia. La llamamos así en honor a la loba que amamantó a nuestra Diosa en su nacimiento y que, desde entonces, para nosotros, es símbolo de pureza, fuerza y lealtad. Sé que ha estado con vosotros tres en diferentes situaciones y, aunque pueda parecer lo contrario, nunca os quiso hacer daño. Yo lo vi todo. Tenemos un vínculo mágico que me permite ver a través de sus ojos cuando no puedo estar presente en el mundo. Eva, piénsalo, en la laguna, evitó que acabaras con tu vida; Hermes, curó tus heridas; Elíseo, cuando se abalanzó sobre ti, solo quiso mantenerte en tensión y que te dieras prisa porque la vida de Hermes corría peligro.
—No me creo nada. ¡No te creo! ¿Qué pasó en el acantilado? ¿Por qué me hizo caer?
—Eva, ¿no te has preguntado por qué sobreviviste a la caída? ¿Cómo puede alguien sobrevivir a una caída sobre el mar desde más de mil metros de altura? Te hizo caer, sí, pero fue un accidente. Sin embargo, después de aquella caída, con su magia ancestral, despertó al gigante, que, aunque no pudo evitar tus heridas, sí lo hizo con tu muerte.
—¡Eso no es posible! ¡No! ¡No te creo! ¡No te creas nada de lo que dice, Eli! ¡Nos está mintiendo!
—¡Evita! ¿Puedes dejarla hablar, por favor?
—¡No me llames Evita, Eli! ¡No vuelvas a llamarme Evita!
—Además —prosiguió Nor, ajena al enfado de Eva—, no es el primer lastuk navyah que conocéis —dijo señalando el bolsillo de Hermes.
—¿Maya? —preguntó el cuentacuentos.
—Así es. Los lastuk navyah, como os digo, son seres ancestrales que protegen a algunos humanos. En su caso, Hermes, ¿nunca se ha preguntado cómo es posible que usted haya vivido tantos años sin apenas envejecer?
Eva recordó la fecha de la tumba en ese momento, pero siguió dudando sobre todo lo que Nor estaba contando.
—Hace más de doscientos años, en una noche de luna llena como hoy, no muy lejos de aquí, fue la primera vez que usted se cruzó con nosotros, Hermes. Su bondad y su sabiduría nos encandilaron y decidimos regalarle a Maya. Desde entonces está vinculada a usted y, mientras ella viva, usted seguirá con vida.
—¿Cómo es posible todo eso? —dudó Eva.
—¿Puedes dejar hablar a Nor? —dijo Elíseo mirando a Eva con desprecio.
—¡Eli! Nos está contando un montón de tonterías y te las estás creyendo todas. ¡Hermes! ¡Señor! ¡Diga algo!
—Eva, cielo, puede parecer inverosímil, pero también pensábamos que los Kerchief eran una leyenda y, sin embargo, aquí están, entre nosotros. Dejémosla hablar.
—Discúlpeme, Hermes. Muchos nos conocen así, con esa palabra, Kerchief, pero, aunque no es del todo despectiva, preferimos que nos llamen Ángeles de la Eternidad.
—¿Ángeles de qué…?
—Eva, por favor… —protestó Elíseo—. ¿Por qué Gala nos protegió? ¿Por qué a nosotros? —preguntó con los ojos clavados en las pupilas de Nor.
—Gallaeh —corrigió Nor, aunque el chico juraría haber dicho exactamente lo mismo—, aunque lo parezca, no suena exactamente igual. ¿Por qué os ayudó? Porque sois tres seres extraordinarios y, cuando os encontró, estabais en peligro. Ella pudo ver la oscuridad que se cernía sobre vosotros y decidió protegeros y ayudaros a encontrar el camino.
—¿Y la magia? Juraría que tu padre hizo magia cuando estabais cantando y tú también —preguntó Elíseo con brillo en los ojos.
—Así es, Elíseo. Nuestro pueblo descubrió la magia hace varios siglos, sin embargo, eso solo nos trajo problemas —dijo bajando la mirada al tiempo que la camisa se le deslizaba por el hombro dejando al descubierto una cicatriz en la parte alta de su espalda. Los ojos de Elíseo recorrieron la piel de Nor con deseo.
Editado: 11.09.2025