Eva se hizo una con la noche y corrió calle abajo sin mirar atrás hasta golpearse contra algo que la hizo caer de bruces al suelo. Levantó la mirada y vio a la otra chica Kerchief, la que bailó al lado de Nor, ofreciéndole la mano para ayudarla.
—¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?
—¡Déjame en paz! ¡No quiero saber nada más de vosotros!
Rehusó la ayuda y, sin mirar a la chica, se levantó.
—Espera. Sé perfectamente lo que te pasa. Créeme, por mucho que corras, el corazón no va a dejar de dolerte.
—¿Qué dices? ¿Qué sabrás tú?
—Me he fijado en ti desde que llegasteis. Tu aura es especial, es diferente a la de todos los demás. Eres poderosa, pero ahora estás muy herida.
—¡Cállate! ¡Tú no sabes lo que me está pasando!
—Puedo verlo, Eva. Te llamas Eva, ¿verdad? Creí escucharle ese nombre al chico que se ha ido con mi prima Nor y por el que tanto estás sufriendo.
—¡No menciones a esa! ¡La odio!
—¿Por qué, Eva? Ella no te ha hecho nada.
—¡Sí! ¡Se ha llevado a mi Elíseo!
—Eva. Nunca ha sido tuyo.
—¡Cállate! ¡No quiero escucharte! ¡Silencio!
—Estaba segura. Tu aura es especial. No eres consciente de cuánta energía estás irradiando en este momento.
—¿Qué dices? No quiero escuchar más tonterías esta noche. Sois lo peor que me ha pasado.
—Ven. Solo te pido unos segundos, Eva. Confía en mí. Quiero que abras los ojos.
—¡No!
—Déjame tu mano —dijo acercando la suya a la muñeca de Eva.
—¡Suéltame! ¡Suéltame! —gritó Eva mostrando resistencia.
Sin embargo, al sentir el contacto de los dedos de la Kerchief en su muñeca empezó a relajarse. Sus pulsaciones se redujeron y la respiración se le acompasó poco a poco.
—¿Te sientes mejor ahora?
—Sí. ¿Qué has hecho?
—Canalizar tu energía. Ya te he dicho que tienes un aura muy especial y que eres muy poderosa o, lo serás, cuando desates todo tu potencial.
—Yo no soy poderosa. Yo no valgo nada. Si fuera poderosa, Eli me amaría. ¡Y no me ama! —gritó volviendo a concentrar todos sus nervios—. ¡Y esa Nor me lo ha robado!
—Calma, Eva, calma —dijo la Kerchief mirándola a los ojos—. Violeta. Un color tan inusual como el de tu pelo. Eva, escúchame, no te pueden robar algo que nunca ha sido tuyo. Mi prima Nor no te ha robado a Elíseo. Un poco de magia y un baile exótico no pueden destruir el verdadero amor.
—Pero yo lo amo con todas mis fuerzas. ¡Lo he amado desde siempre! —gritó y, acto seguido, volvió a sentirse relajada.
—Lo sé, Eva. Tu aura emana pasión. El amor brota de todo tu ser. No hay un amor más puro que el que tú estás sintiendo, pero se te está olvidando algo. Hay un amor mucho más importante que ese y del que, por tu ceguera con ese chico, te estás olvidando.
—No te entiendo…
—Tranquila, lo entenderás. Sigue respirando hondo, aparta el odio a un lado. Sé que puedes hacerlo —dijo la Kerchief tratando de guiar su respiración—. No hemos empezado con buen pie, ni siquiera me he presentado. Mi nombre es Zaira y, como ya has podido intuir, soy sobrina de Kavi, nuestro líder. Kavi era hermano de mi padre. Él y mi madre murieron en una batalla hace varios siglos y, desde entonces, me trata como a una hija. —¿Te sientes bien ya? ¿Quieres conocer algunos secretos?
—¿Secretos?
—Sí. Eso hacemos los Ángeles de la Eternidad, entre otras cosas, revelar secretos a través de nuestra magia.
—¿Qué secretos?
—En ocasiones, secretos que están a simple vista. ¿No quieres saber por qué tienes el pelo rosa o los ojos violeta? ¿Nunca te lo has preguntado?
—No sé, siempre he creído que era algo normal.
—¿Algo normal? Eva, ¿a cuántas personas conoces con el pelo rosa y los ojos violeta?
—Es verdad. A ninguna —respondió tras un leve titubeo.
—Entonces, ¿quieres saberlo?
—¿Cómo puedes saberlo tú?
—Es parte de mi magia. Llegados a cierta edad, a los Ángeles de Eternidad, se nos revela nuestro don. Yo tengo el don de ver las auras e interpretarlas. También puedo ver el futuro, pero no siempre acierto en esto.
—¿Y cómo es mi aura?
—Como te decía, es un aura muy poderosa. Un aura que crece con el amor y la pasión y que te otorga iniciativa y voluntad y que, sin haber sido consciente de ello, empezaste a desarrollar incluso antes de nacer. Eva —dijo observando a la niña, acariciando su trenza con ternura y mirándola a los ojos—, tienes el cabello rosa porque ese fue tu deseo. Igual con tus ojos violeta. En el mismo vientre de tu madre tomaste la decisión de ser así, de sentirte única y diferente. No es habitual, ni siquiera en el mundo mágico al que nosotros pertenecemos, que alguien haga uso de sus poderes incluso antes de ver la luz del Sol, pero tú lo hiciste y eso demuestra tu gran potencial —continuó antes de recorrer con uno de sus dedos el antebrazo de Eva—. La magia corre por tus venas, pero aún no has aprendido a usarla.
—¿Magia? ¿Yo? Eso no es posible. Solo soy una chica normal.
—Créeme, Eva. No eres una chica normal, pero tu momento de brillar, de demostrar todo lo que atesoras en tu interior, no ha llegado.
—¿Y cuándo llegará?
—¿Recuerdas que te dije que hay un amor al que no estás prestando suficiente atención?
—Sí… ¿Zaira? Era Zaira, ¿verdad? Me dijiste eso, pero no lo entendí.
—Hay una persona a la que amas más que Elíseo, aunque te hayas empeñado en ocultarlo.
Editado: 11.09.2025