La maldición de las hadas

Capítulo 24. Fe inquebrantable.

—Buenos días… —balbuceó Elíseo.

Eva lo miraba con los ojos llenos de legañas y una bonita sonrisa. Habían dormido juntos.

—¡Ya era hora! Llevo un rato despierta esperándote.

—¿Se puede? —dijo Hermes desde fuera.

—¡Pase, señor! —gritó Eva dándole un codazo a Elíseo para que se levantara mientras ella se sentaba en la cama.

—¡Buenos días, chicos! ¿Qué tal habéis dormido?

—¡Bien, señor! —dijo Eva levantándose y tratando de disimular que habían pasado la noche en la misma cama—. ¿Verdad, Eli?

—Esto… sí… supongo… me duele un poco la cabeza… tengo un sabor extraño en la boca.

—¿Qué es esto, Eli?

—¿El qué?

—Mira —dijo enseñándole el cuaderno de dibujo que le habían regalado ella y Loti—. Has dibujado a una chica aquí. ¿Quién es? ¡Es guapísima!

—¿Una chica? —preguntó Elíseo sin saber de qué estaba hablando Eva.

—Déjame ver —añadió Hermes—. Sí, una chica muy bonita, sin duda, pero no tanto como nuestra Eva.

—Señor, no le diga eso que se lo va a creer.

—¡Qué tonto eres, Eli! —dijo Eva empujándolo tras levantarse en dirección al baño, que cerró de un portazo.

—Elíseo… ¿no puedes tratarla con un poco más de cariño? ¿No le has visto los ojos? Los tiene muy irritados, es probable que haya estado toda la noche llorando…

—¿Llorando? ¿Por qué?

—No entiendes nada, Elíseo. Yo, por mi parte, os espero abajo. Dile a Eva que no se preocupe que no voy a pedir corazones de pollo para todos. No tardéis, tenemos mucho que hacer en la biblioteca.

Elíseo se quedó mirando el dibujo. Aquella chica era preciosa. Tenía la tez algo oscura, nariz sencilla y ojos exóticos. Llevaba el pelo recogido en una trenza y cubierto, en gran parte, con un pañuelo.

—¿Cuándo he dibujado yo esto?

—¡A saber! A ver si vas a ser sonámbulo porque cuando nos acostamos el cuaderno estaba cerrado.

—¿Sonámbulo? ¿Y me va a salir así de bien el dibujo? Además… yo solo dibujo hadas… hadas y a ti, pero solo aquella vez. ¡Qué raro!

—Bueno, supongo que lo descubriremos en algún momento. ¿No sabes quién es la chica?

—No tengo ni idea, la verdad; por cierto, ¿has llorado esta noche?

—¿Yo? No, ¿por qué?

—Tienes los ojos irritados.

—No sé, creo que he dormido toda la noche del tirón, debe de ser por eso.

Llegaron a la biblioteca un rato después, tras haber desayunado, andado por las calles hasta la plaza, entrado en la sala vacía y bajado las escaleras. El bibliotecario hizo una mueca de desprecio al volver a verlos; sin embargo, Hermes se acercó.

—Buenos días. ¿Sería usted tan amable de ayudarnos o piensa hacer como ayer?

—No estoy aquí para ayudar a extranjeros.

—Sería una lástima que informara a Los Nueve sobre su comportamiento —dijo Hermes con tono amenazante.

—Ninguno de Los Nueve se dignaría a hablar con usted.

—Eso usted no lo sabe —añadió con un ápice de oscuridad en su voz—. Quizá esté resentido por no poder ser uno de ellos. Sea como sea, no es la primera vez que vengo a su ciudad ni a esta biblioteca. Hace muchísimos años, antes de que usted fuera bibliotecario, todo era muy diferente aquí en Elexendria, se trataba mucho mejor a los forasteros.

—¡Deje de decir sandeces! Llevo siendo bibliotecario más de sesenta años y esto siempre ha sido así. ¡No queremos… extranjeros! —exclamó, haciendo especial hincapié en la última palabra.

—¿No nos va a ayudar?

—No.

—Sería una pena entonces —procedió el cuentacuentos mirándolo fijamente—, que entráramos por nuestra cuenta en la Sección Oscura.

—¿Cómo…? —balbuceó sorprendido—. ¿Cómo sabe usted de la Sección Oscura…? No se permite la entrada a nadie que no pertenezca a Los Nueve, nadie más allá de ellos o de mí sabe de su existencia.

—Quizá yo sepa más cosas de las que usted cree, caballero.

—Veo que usted sabe qué teclas tocar… no sé por qué conoce la existencia de esa sección ni tampoco me importa, sea como sea, dígame qué necesitan —preguntó cambiando el tono de su voz.

—Un libro. ¿Qué vamos a necesitar de una biblioteca?

—Qué gracioso… —dijo con ironía—. ¿Qué pueden estar buscando en esa sección?

—Como intenté decirle ayer antes de que usted nos tratase tan mal, es un libro muy antiguo, una especie de enciclopedia de hadas, Faedra Chronia es el título, de existir, debe de tener varios siglos.

—Déjeme ver. Esperen aquí. No puedo dejarles entrar y mucho menos a esos dos…

—¡Lávese la boca antes de hablar de mis nietos! Está bien… esperaremos.

—Eva —dijo Hermes llamando la atención de la niña cuando el bibliotecario se hubo alejado unos metros— síguelo y escabúllete dentro cuando no pueda verte. Procura que la puerta no se cierre y después nos dejas entrar.



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En el texto hay: cuentos, hadas, fantasia juvenil

Editado: 11.09.2025

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