La maldición de las hadas

Capítulo 28. Traición.

—Llevo toda la vida esperando poder hacer este hechizo. ¡Os va a encantar! Estad muy atentos cuando llegue el momento —dijo Alvyna cargando su voz de misterio.

Salieron de la Laguna y se adentraron en la aldea. La incredulidad entre aquellos que fueron los primeros en verlos se acrecentaba por momentos.

—¡Fantasmas! ¡Son fantasmas!

—¡Se han escapado de sus tumbas!

—¡Vienen a por nosotros! ¡Quieren venganza!

—¡No somos fantasmas! —gritaba Elíseo.

—¡Hemos vuelto para ayudar! —chillaba Eva.

—No os canséis, chicos. Todos piensan que habíamos muerto. Es normal que estén asustados.

—¿Señor Hermes? —dijo una voz infantil a los pies del cuentacuentos.

—¡Marie! —gritaron los tres al unísono.

—¡Señor Hermes! ¡Elíseo! ¡Eva! Sabía que no estabais muertos. Sabía que volveríais. ¡Son ellos! ¡Son ellos!

—¡Marie! ¡Apártate de esos espectros! ¡Marie! ¡Huye antes de que te atrapen!

—¡No son espectros ni fantasmas ni muertos vivientes! ¡Son nuestros amigos!

En ese instante, alguien lanzó una piedra que golpeó a Hermes en la cabeza, por donde empezó a sangrar abundantemente.

—¡Salvajes! ¿Qué hacéis?

—Tranquila, Marie. No me ha hecho nada, ¿ves?

Cuando Marie miró, la herida había dejado de sangrar. De hecho, ni siquiera había una cicatriz allá donde impactó la piedra.

—¡Estoy lista! —gritó Alvyna desde la entrada a la Laguna.

—¿Eso es un hada? —gritó Marie sorprendida.

—¡Atenta, pequeña! ¡Claro que es un hada! Y no solo eso, la vas a ver en acción —dijo Hermes.

Alvyna se alzó sobre el cielo y empezó a cantar. Su voz, a pesar de la dulzura que la caracterizaba, viajó por toda la aldea y se extendió como una onda expansiva de magia y energía. Movió sus manos rítmicamente y el viento y las nubes empezaron a danzar a su paso y a crear melodías para acompañarla.

Poco a poco las miradas acusadoras y apagadas que reinaban en los habitantes de la aldea empezaron a llenarse de brillo. Todos dejaron lo que estaban haciendo para admirar a aquel ser de cabello pelirrojo y alas verdes que parecía dirigir a la naturaleza con su voz y su cuerpo.

—Es maravillosa —dijo Elíseo mirándola embobado.

—¡Es pura magia! —exclamó Hermes.

Eva guardó silencio volviendo a sentir aquella emoción de celos corroyéndole las entrañas. Apretó los puños y dejó que las uñas se le clavaran en las palmas. Marie, por su parte, estaba tan fascinada con todo lo que estaba ocurriendo, que era incapaz de articular palabra.

—¡Por el poder que me ha sido otorgado! ¡Por la magia que atesoro! ¡Por la propia vida! ¡Edromae! ¡Soephi! ¡Os invoco!

Alvyna alzó los brazos y abrió una grieta en el cielo. A través de ella se filtró el mismo color plateado que el del cielo del Mundo de los Sueños. Primero llegó Edromae con su aura de amor y paz y danzó junto a Alvyna en plena armonía. Segundos después, un torbellino de luces de arco iris descendió hacia la tierra y recorrió la aldea desde la más alta torre hasta la entrada a la Laguna. Soephi se detuvo a saludar a Elíseo con un choque de puños y voló a toda velocidad hacia Alvyna y Edromae, uniéndose a aquella magistral y encantadora danza.

—¡Soephi! ¡Edromae!

—¿Quiénes son, Elíseo?

—Son dos de las sucesoras, han venido a la llamada de Alvyna. Vienen a ayudarnos.

Justo un instante antes de que la grieta que el hada de cabellos de fuego abrió en el cielo se cerrara, otra figura se deslizó hacia este plano del mundo.

—¡Caelia! —gritó Alvyna sorprendida.

—¡Sí, Alvyna! Puede que sea una tramposa, que me guste engañar, que me disfrace de inocencia y dulzura para lograr mis objetivos, pero no es maldad lo que atesora mi corazón, sino lealtad. Sin embargo —y miró a Elíseo—, la lealtad carece de sentido cuando la injusticia se hace presente y solo el dolor es placer.

—¿Y Roamie?

—Intenté hablar con ella. Intenté hacerla entrar en razón, pero sigue fiel a Biblis. ¡Tendremos que luchar!

—¿Luchar?

—Sí, Alvyna. Biblis entró en cólera al saber que viniste a ayudar a Elíseo y su aldea. No tardará en llegar. Tenemos que estar preparadas.

—Pero no podremos hacer nada sin Roamie… solo podemos vencer a Biblis si estamos todas unidas.

—¡Pues lucharemos hasta morir! —gritó Soephi con total serenidad por primera vez en su existencia.

—¡Siempre a tu lado, hermana! —clamó Edromae.

—¡Por el poder de la magia! ¡Por el Mundo de los Sueños! —exclamó Caelia.

—¡Y por Elíseo, por Hermes… —e hizo una pausa— y por Drikae y la sangre inocente que se vertió aquel día! ¡Alzad los brazos, hermanas! ¡Danzad!

La aldea volvía a estar henchida de felicidad. Los abrazos, los besos y las muestras del más sincero cariño se extendían de norte a sur y de este a oeste.



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En el texto hay: cuentos, hadas, fantasia juvenil

Editado: 11.09.2025

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