La maldición de las hadas

Epílogo

Despeinada, como siempre cuando se acababa de levantar, salió al balcón a recibir los primeros rayos del sol de la mañana. Era otro día espléndido. Se vistió rápido: eligió un conjunto de color morado bastante holgado y cómodo que no le impidiera moverse con agilidad.

Bajó las escaleras de dos en dos, casi rozando los escalones a cada pisada. Fue a la cocina, cogió una manzana, la metió en su zurrón y atravesó el pasillo en un abrir y cerrar de ojos. Salió al exterior y cerró la puerta con cuidado.

Corrió calle abajo entre casas de piedra y madera, siguiendo el camino marcado en la tierra. Varias voces la saludaron y ella respondió con una sonrisa, sin detenerse.

Dejó a un lado el camino y se adentró en el bosque que rodeaba a la aldea. Los rayos de sol penetraban sutilmente el entretejido que las copas de los árboles creaban sobre su cabeza, salpicando a las flores con color y luminosidad.

Se descalzó para sentir la humedad del suelo del bosque en la planta de sus pies. Pudo ver mariposas revoloteando y ardillas saltando de árbol en árbol; y escuchó el canto de algunos pájaros a los que no le costó identificar. Silbó algunas notas mirando hacia los árboles y pudo sentir como algunos de ellos le contestaban o, al menos, eso quería pensar.

Siguió adentrándose entre los árboles y llegó al gran tocón que había visto arder años atrás. Unos metros más adelante llegó al río y se acercó a la orilla. ¿Habría alguna rana? Agudizó el oído y pudo escuchar el croar de una de ellas un poco más allá. Quizá, esta vez, sería la definitiva y, por fin, se convertiría en príncipe si lo besaba, a pesar de que, en sus dieciséis años de vida, eso nunca había pasado. Logró verla junto a unas rocas altas a las que se acercó agazapada.

—Ranita bonita, ven que te dé un besito —dijo mientras se ponía de puntillas para alcanzarlo.

Sin embargo, ese tampoco se convirtió en príncipe. Resignada, sacó la manzana y se la comió. Volvió sobre sus pasos, atravesó la aldea y llegó a la Laguna donde Hermes, el cuentacuentos, ya estaba esperándola para comenzar el espectáculo diario.



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En el texto hay: cuentos, hadas, fantasia juvenil

Editado: 11.09.2025

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