Sentada en medio de un reciente cementerio, con su largo cabello teñido de carmín, sus
manos y rostros goteando sangre, manchando el poco verde que aún le quedaba al césped,
sonrío al recordar el apodo que le habían puesto los Tercianos la primera vez que la vieron
pelear.
"La Diablesa Plateada"
Solo los demonios eran tan mortales omo ella.
Viendo la escena que había montado, no podía refutarlo.
Sintió un escalofrió recorriéndole la espalda que automáticamente la paralizo.
Lentamente miro hacia atrás, teniendo la sospecha de que no le gustaría lo que vería.
-Carajo-Susurro para sí misma. Tanteo su cuello en busca del collar que siempre llevaba, pero
no lo tenía. Lara, en un acto de lucidez, se lo había quitado antes de entregarla.
Se puso de pie con cautela, moviéndose lento, sin movimientos bruscos o ruidos innecesarios.
Realmente no sabía qué hacer.
El único arma conocido que podía matar a un Demonio Negro eran las espadas creadas con los diamantes de los Titanes, sin ellas Mavia no sabía cómo pelear contra semejante cosa. Obviamente, al Demonio, eso le importaba un pepino.
Atacó a Mavia sin aviso, obligándola a moverse tan rápido como le era posible. Un ataque tras otro y
otro, ninguno daba en el blanco, pero alguno llego a rozarla.
Las alargadas garras que propiciaban los ataques despedían un potente veneno cada vez que tocaban la carne, un veneno capaz de matar a una Suprema si era incrustado en el lugar correcto. Con cada roce, un poco del veneno entraba al cuerpo de Mavia, debilitándola lentamentente.
Mientras se esforzaba por no morir, pensaba y pensaba una forma de contraatacar, hasta que una idea llego. Las Supremas eran tanto Dioses, como Demonios Negros y Dragones, por sus venas corría la sangre y fuerza de las tres razas.
Los Demonios Negros habían sido maldecidos por las fuerzas de la oscuridad convirtiéndolos en entes intocables para cualquier otro ser, pero un Demonio Negro podía ser tocado por otro Demonio Negro, o al menos por su esencia.
Formo una barrera que la protegiera de los ataques del Demonio mientras intentaba contactar su parte demoniaca. Recordando su entrenamiento con los Dragones, logro liberar su esencia oscura y ponerla a pelear en su lugar.
El Demonio Negro que libero de su interior, no se parecía en nada al otro. No era un ente
flotante con grandes garras y espantoso aspecto, sino lo contrario. Era una mujer, casi igual a
ella, solo tenía la piel un poco más oscura y el cabello extremadamente corto. Este ser
comenzó a pelear ferozmente contra su rival, confirmando la teoría de que entre demonios
podían tocarse.
La pelea fue brutal, pero cuando parecía que Mavia iba a ganar algo pasó.
Ella se encontraba apartada, con los ojos cerrados, controlando los movimientos del
ser con su mente. Alguien, se había aprovechado de que toda su concentración estuviera en la batalla para apuñalarla por la esplada, haciendo que pierda el control de la mujer y que esta vuelva bruscamente a su interior, derribándola.
Para cuando recobro la conciencia, el Demonio se había marchado, probablemente para curar sus heridas, pero otro ser estaba muy cerca de ella. El mismo que la había apuñalado por la espalda, estaba de pie a
un lado suyo intentando darle el golpe de gracia.
Su querido Shion parecía estar luchando contra el control de las Sombras. Con una mano sostenía la daga, listo para matar, pero con la otra oponía resistencia sujetando su muñeca y tirando hacia atrás.
Mavia no dudo un segundo, sabía que tenía que ayudarlo. Lo tomo de los tobillos y lo tiro al
suelo, se subió encima de él, asegurándose de que no se escapara, sujetó sus muñecas con la
fuerza suficiente para hacerle soltar la daga.
Lo miro, esperando ver la calidez en el fondo de sus ojos color miel. Pero en vez de eso, se encontró con los fríos y espeluznantes ojos amarillos de las Sombras.
-¿Shion? ¿Me escuchas?-Le hablaba esperando que la reconociera-Tienes que pelear ¿Si?
Tienes que liberarte.
Pero Shion no daba señales de estar escuchándola y la Sombra no paraba de reírse en su cara,
lo que empezaba a molestarla. Ella no podía recordar cuales eran las palabras que el Maestro
Elfo había usado para liberar a los humanos, por lo que sus únicas opciones eran hacer que
Shion se liberara solo o encontrar la forma de llevarlo a la fortaleza de los Elfos Azules.
Siguió intentando por las buenas, hablándole dulcemente, recordándole momentos que vivieron
juntos, tratando de entibiar un poco su corazón; pero mando toda la dulzura a volar cuando la
sombra le escupió la cara.
Así de fácil, Mavia perdió los estribos y empezó a golpear a Shion en la cara, olvidando por
completo que no era la sombra la que recibía el daño directo.
-Ya reacciona estúpido niño, malcriado, debilucho, rencoroso-Decía mientras acompañaba
cada palabra con un golpe-¿Cómo pudiste dejarte atrapar por estas cosas y dejarme sola?
Vuelve de una maldita vez.
-¿Mavia?-Susurro.
La sombra creyó que podía engañarla usando la voz de Shion, para que
dejara de golpearlo y liberarse. Pero ella no era tonta, si bien la hizo titubear un segundo, le
alcanzó con ver que los ojos de Shion aún no estaban en su lugar para darse cuenta del truco.
Le dio un ultimó golpe brutal dejándolo inconsciente. Lo ató de brazos y piernas, asegurándose de que no
escaparía al despertarse. Lo cargo sobre su espalda todo el camino a la fortaleza
de los Elfos.
Una vez que salió del prado, miro hacia atrás, pero fue incapaz de ver la mina en la que había sido prisionera.