La Alianza de las Ocho Grandes Razas se había reunido. Aunque en realidad no eran ocho: los demonios negros no estaban presentes por obvias razones, pero su ausencia fue el punto central de la discusión.
—Tenemos que hacer algo, no podemos dejar que nuestros hermanos sigan siendo esbirros de las sombras —dijo el rey de los Gigantes.
—¿Cuándo las cosas se ponen feas, recién se acuerda de sus hermanos, Tiono?—respondió con ironía y evidente molestia Cifren, reina de los Nomos. — Recuerdo haber planteado este tema hace muchos años, y todos decidieron ignorarlo.
Tiono bajó la cabeza, avergonzado. No podía negar aquella acusación.
—El problema es que no sabemos cómo fueron maldecidos. —intervino Balus, representante de las hadas. — No podemos liberarlos sin al menos conocer qué clase de magia se usó en ellos.
—Son una amenaza. Liberarlos o eliminarlos, no hay más opciones —declaró el rey de los Elfos, pretendiendo zanjar la discusión.
—¿Y cómo sugiere hacerlo? —interrogó Mavia— ¿Con su ejército?
Su burla no pasó inadvertida. El ambiente se tornó denso. No todas las razas originales eran guerreras. Algunas ni siquiera sabían pelear. La paz las había vuelto pacíficas, incluso débiles.
Los elfos tenían ejércitos pequeños y un uso limitado de la magia; no eran muy fuertes ni ágiles, solo inteligentes. Los Nomos, aunque pequeños y rápidos, solo podían canalizar su energía en curación, útil para los heridos, pero inútil en batalla. Las hadas dependían del sol: diestros con la espada y poderosos de día, por la noche eran meras criaturas aladas, solo capaces de usar la magia para volar. Por último, los Kelpí eran imponentes en el agua, pero inútiles en tierra.
—Todos olvidan —intervino la anciana voz del rey Dragón— pero yo recuerdo bien que fueron Dioses, Demonios y Dragones quienes hicieron frente a los Titanes mientras las demás razas se escondían a nuestras espaldas… y nosotros nos refugiábamos tras la espalda de los Supremos. Les dimos el poder, el liderazgo, y ellos nos devolvieron la victoria y la paz. Es hora de hacerlo una vez más.
—¿De qué está hablando, gran rey Dragón? —preguntó Hydna, expresando lo que todos pensaban.
El rey Dragón ignoró a la reina de los dioses y continuó:
—Mavia… ahora eres lo que tu ancestro Delos fue una vez. Es hora de que tu título deje de ser solo un nombre y cumpla su función. Como Suprema Mayor de tu tiempo, es tu deber, propósito y derecho liderar la Alianza de las Ocho Razas, comandar su ejército y alzar el grito de la victoria sobre el cadáver de la oscuridad.
—Creo que eso es algo que la Alianza debería decidir en conjunto —objetó Hydna, reacia a estar oficialmente por debajo de su hija.
—Cree mal —respondió tajante el rey Dragón— Mavia, de ahora en más, tu palabra es nuestra ley.
Mavia pensaba en cómo evitar aquella responsabilidad, pero una extraña sensación la detuvo. Un escalofrío subió desde su estómago hasta su pecho, estrujándolo. Le faltaba el aire y sus manos comenzaron a temblar sin razón, al mismo tiempo que el diamante incrustado en su collar, recientemente devuelto a su cuello, comenzó a brillar con una oscura tonalidad verde.
—Lara… —susurró antes de salir corriendo en busca de su hermana, dejando a todos los presentes confundidos… excepto al gran rey Dragón, quien conocía el significado del brillo.
Al otro lado del castillo, Lara experimentó la misma sensación. Su collar también brilló de aquel mismo verde oscuro. Sin pensarlo dos veces, dejó todo y corrió en auxilio de su hermana. Guiadas por sus collares, se encontraron en un pasillo, desconcertadas al ver que la otra estaba ilesa.
Los collares de los Supremos estaban conectados. Podían pedir ayuda, enviar mensajes y guiar a sus portadores. En el pasado, cuando Lara había acariciado la muerte, su diamante llamó en ayuda a Mavia, brillando igual que ahora. Ambas pensaron que la otra estaba en peligro mortal. Sin embargo, esta vez no era así.
Se quedaron de pie, mirándose con asombro. Más allá del comportamiento extraño de los diamantes, notaron que a pesar del jurado odio que se tenían, ambas habían corrido en auxilio de la otra sin pensarlo, sin miedo, enfocadas solo en salvarse mutuamente. En ese instante, descubrieron que el amor fraternal que una vez las unió aún latía en algún rincón de sus corazones.
Brion tenía razón.
—Pensé que… —balbuceó Lara, sin apartar la vista de su hermana, sintiendo la pesadez en su pecho y un nudo en la garganta.
—También yo —respondió Mavia, igual de aturdida.
—Olvidan, jovencitas —dijo el rey Dragón a espaldas de Mavia. Él la había seguido, suponiendo que lo necesitarían. — que en este mundo existe un tercer diamante capaz de llamarlas.
—El tercer diamante no tiene portador — objetó Mavia.
—Vayamos a la sala del trono. Allí lo explicaré.
Cuando regresaron a la sala, el rey Dragón explicó todo: por qué Mavia debía tomar el mando y el significado del extraño comportamiento de los diamantes.
—Hermanos, la guerra ha tocado hoy a nuestra puerta y, esta vez, no podemos ignorarla —anunció con gravedad— Nuestras Supremas han sentido el llamado del tercer diamante. Un llamado de auxilio. Y eso solo significa una cosa: las sombras se han apoderado de él y el Titán Inferso está a punto de regresar a nuestro mundo. Cuando salgamos de esta fortaleza, verán que lo que digo es cierto. A partir de ahora, el tiempo es nuestro enemigo. Mavia, es hora de que nos guíes.
Sus palabras estremecieron la sala. Como veneno en el agua, el miedo se esparció entre los presentes, generando dudas en muchos, pero reafirmando la valentía en otros.
—Gran rey —habló el rey Kelpí por primera vez— ¿no sería más adecuado que alguien con más experiencia guíe la Alianza? Usted es el más sabio y fuerte de todos. Sería mejor que la lidere alguien como usted… y no una joven e inexperta mujer.
—¿Quieres ver lo que esta "inexperta mujer" le hará a tu cara si vuelves a faltarle el respeto? —amenazó Mavia, visiblemente ofendida— Soy la Suprema Mayor por tradición, herencia y ley, bajo las cuales esta Alianza se forjó, quien ostente este título gobierna sobre todos los reinos y lidera todos los ejércitos cuando la situación lo amerita ¿Estoy en lo correcto, gran rey Dragón?