—Entonces... ¿podéis decirme qué clase de híbrido es?
Brion interrogaba a los maestros con tanto ímpetu como le era permitido, pero parecían poco dispuestos a ayudarlo. Quienes no lo ignoraban, respondían con frases condescendientes o sarcásticas, haciéndolo sentir un completo ignorante. No fue hasta que divisó al mismo maestro con el que se había encontrado en la cocina, que por fin obtuvo respuestas claras.
—¿Qué no lo veis, chico? —dijo el maestro, acomodándose las gafas y dejando escapar un suspiro— Es mitad humano, mitad Zorro de Agua ¿Su olor no es prueba suficiente?
—¿Un zorro de dónde?
No era de extrañar que Brion no reconociera el olor de la criatura, padre del niño. Los Zorros de Agua vivían en tierras lejanas que él jamás había pisado. Ni siquiera el nombre de esa raza era conocido en el territorio Terciano o sus alrededores. Solo aquellos verdaderamente conocedores del mundo sabían de ellos.
—¡De agua, muchacho! ¡De agua! —repitió el maestro, sacudiendo las manos en el aire para enfatizar sus palabras— Habitan en las tierras frías, más allá de Bosque Estrecho. Es raro verlos por aquí, pero aun así, deberías saber más sobre el mundo en el que vives.
El maestro movió varios pergaminos y papiros en un estante tras de sí, hasta encontrar un libro bastante grande, cosido con hilos de yute y encuadernado en cuero. En la tapa se leía Registro, escrito con tinta negra. Pasó las páginas lentamente, con sumo cuidado de no romperlas, hasta llegar a una que llevaba por título Zorros. Bajo este se desplegaban varios subtítulos, que el maestro repasó con su dedo índice hasta hallar el que buscaba. Luego, le entregó el libro a Brion para que leyera por sí mismo:
Zorros de Agua
Región: Tierras Frías
Ascendientes: Kelpi – ¿?
Clasificación: Criatura
Características: Ojos azules, piel blanca, orejas puntiagudas, cabello azabache. Rápidos, ágiles, fuertes y diestros en la magia.
Nota: Agresivos. No les gustan los extraños. Mantenerse lejos. Gustan de la carne cruda.
En aquella vaga descripción, los signos de interrogación llamaron especialmente la atención de Brion. Incapaz de ignorar su curiosidad, preguntó al maestro por qué estaban ahí. Este le respondió que aún no sabían cuál era la otra raza que les había dado origen.
—Tiene que ser una de las ocho originales ¿Verdad? Alguna que habitara cerca de la zona —Comentó Brion, como si pudiera resolver un misterio que los mismos maestros no habían podido.
—Ese es el problema, muchacho. No fue ninguna. El olor de los Zorros de Agua coincide, debilmente, con el de un Kelpi, pero con ningún otro conocido.
—¿Eso es posible?
Incrédulo e intrigado, Brion contempló al maestro con fascinación, esperando una gran revelación.
—Muchacho... ¿De verdad crees que, con la inmensidad de este mundo, lo conocemos todo? Infinidad de criaturas, que nada tienen que ver con nosotros, deambulan por la tierra y el mar.
Brion quedó pensativo. Nunca lo había considerado. El mundo y su grandeza eran para él algo fantasmal, un sueño que nunca quiso soñar, pero que debía empezar a mirar.
Preguntó cómo cuidar al bebé y si debía preocuparse por algo. El maestro le respondió que, mientras estuviera bien alimentado e hidratado, no había de qué temer... aunque, si tenía hambre, debía tener cuidado de que no lo comiera a él.
Medio asustado pero con la curiosidad satisfecha, se marchó.
Mientras salía de las mazmorras, reflexionó sobre su vida y sus acciones, sobre cada ser que vivía en el mundo... ignorando por completo lo que estaba por suceder.
Terminó sintiendo lástima y vergüenza por sí mismo ¿En que momento su vida se había torcido tanto?
—Joven Brion —lo llamó una dulce voz desde las sombras de una columna. Al voltear, la dueña de la voz salió a la luz.— Espero que me recuerdes...
—Claro que sí —respondió él, sonriente— Eres la chica del campamento, Ilma.
—La misma. Traigo un mensaje para ti —dijo la joven de cabello escarlata, extendiéndole un sobre sellado con cera negra. El sello tenía forma de una “T” invertida. La sonrisa de Brion se desvaneció.
—Estás con ellos... —sus gestos se endurecieron y su mirada se llenó de miedo. Cada músculo de su cuerpo se tensó. Su primer instinto fue desenvainar la espada de su cinturón... pero sabía que no podía pelear con un bebé en brazos.
—¡Oh, guarda eso! Vas a asustar al niño. No pienso hacerte daño, solo vine a entregarte ese mensaje.
—¡No lo quiero! ¡Llévatelo! Ya no seré parte de eso.
—¿Nos traicionarás, Brion?
La mirada de Ilma se oscureció de repente, atemorizándolo aún más. Pero Brion no cedió. Se mantuvo firme.
—No debí traicionar a los míos en primer lugar. Ahora estoy donde siempre debí estar —sentenció.
—Te mataran por habernoas ayudado... No tiene sentido que nos traiciones ahora.
La dulce Ilma se volvió siniestra. Miraba a Brion fijamente, sin pestañear, parecía desquiciada.
— Pagare el castigo que me den...—Su voz era un tenue hilo que se apaga más con cada letra.
La mirada de Ilma le helaba la sangre.
—Qué lindo es tu bebé.—Dijo está.
Brion instintivamente lo escondió en su pecho. Aquel cumplido tenía un sentido oculto y malévolo.
—No es mío —dijo, esperando que eso bastara para que ella perdiera el interés y retirara la amenaza. Pero en vez de eso, Ilma dio un paso al frente. Brion retrocedió.
—Dime ¿cómo se llama? —dio otro paso hacia él, extendiendo los brazos lentamente, como si quisiera quitárselo.
—No tiene nombre —Brion retrocedió otro paso, sintiéndose acorralado. ¿Quién sabía lo que esa mujer le haría al pequeño híbrido?
En ese momento, un grupo de guardias elfos que realizaba su patrulla rutinaria pasó cerca. Brion aprovechó la oportunidad para escapar de la situación e ir en busca de Lara. Ella tenía que saber que el enemigo se había infiltrado.