La Maldición de las Sombras

Tiempo

¿Alguna vez te sentiste impotente? ¿Débil? Para Mavia, la primera vez fue frente a los Titanes.
El universo sabe que luchó con todas sus fuerzas y más… pero no fue suficiente.

Flechas de hielo volaban a su orden. Escudos de aire se desplegaban a su alrededor, listos para protegerla en cualquier instante. Látigos de fuego danzaban a su espalda, lanzando golpes feroces. Marionetas de roca emergían de la tierra para luchar a su lado. Decenas de rayos caían al suelo con el simple movimiento de uno de sus dedos. Sus brazos, como espadas, se desesperaban por rozar la piel del enemigo. Pero no importaba cuán fuerte golpeara: ni un solo ataque daba en el blanco.

Los Titanes eran diez veces más fuertes y rápidos que ella.

Al Titán mayor le resultó extraño que una sola Suprema pudiera enfrentarlos. Más extraño aún, que derrotara tan fácilmente a su hermano menor cuando ni las Cuatro Primeras pudieron hacerlo. Y peor todavía: que aún le quedaran fuerzas para plantarse frente a él y a Infernus.
El viejo y astuto Rajkat descubrió el secreto… y lo volvió a su favor.

—Lo has hecho bien, Suprema, lo admito —dijo mientras Mavia caía al suelo por quinta vez.

Infernus se colocó a su lado con expresión de disgusto. No entendía por qué su hermano se detenía.

—Pero ya descubrí tu truco —añadió Rajkat.

Mavia lo miró con dificultad. Uno de sus ojos estaba herido y no podía abrirlo. De rodillas, con una mano apoyada en el suelo, sostenía su propio peso mientras vomitaba sangre. El último golpe le había destruido el estómago, y no le quedaba fuerza para curarse.

—Tiempo. Ese es el truco. Magia de tiempo, ¿verdad?

Infernus abrió los ojos, sorprendida, y sonrió. Mavia les devolvió una mirada llena de furia.

—Tonta mortal. Morirás antes de que te matemos. ¿Cuánto tiempo te queda? ¿Horas?

La verdad era que apenas le quedaban unos minutos.

La magia del tiempo es tan antigua como el universo. Se dice que el primero de los inmortales, el padre de toda magia, construyó el mundo con un poder eterno, y que otorgó una pequeña parte de ese poder a cada ser vivo.
A esa fuerza ancestral la conocemos hoy como magia de tiempo.

Todos la tenemos, pero solo unos pocos pueden controlarla. Mavia fue una de ellos, pero el precio fue demasiado alto.
Ese poder permite avanzar, retroceder o detener el tiempo… pero a cambio consume tu vida, segundo a segundo te acerca a la muerte.

Desde que comenzó el desastre en Tercia Mavia usó esa magia sin descanso. Parecía moverse más rápido que un rayo, pero solo porque detenía todo a su alrededor cuando era necesario.

Cerró su único ojo sano y respiró hondo. La risa de los Titanes llenó sus oídos, hasta que todo se perdió en la oscuridad.

Escucho el ruido de una gota cayendo como un sonido lejano. Abrió los ojos. Ya no sentía dolor. Su cuerpo era ligero, su respiración tranquila. No había heridas ni sangre. Y por primera vez en trescientos años… su corazón latía en su pecho.

Frente a ella, en medio de la oscuridad, apareció un hombre.

—Hola, Mavia —dijo con solemnidad.

—¿Quién eres?

—Para tí... Morti.

—Cuánto tiempo sin verte… has cambiado —murmuró ella, bajando la cabeza con una sonrisa apenas contenida.—¿Podemos irnos ya?

Lanzó la pregunta con desesperación. Quería seguirlo más allá de toda oscuridad. Quería olvidar. Pero Morti, tenía otros planes.

—Lo siento, princesa. Aún no —dijo.

Su sonrisa se desvaneció al tiempo que su cuerpo se volvía pesado.

—Todavía tienes algo que hacer, pequeña.

Mavia suspiró, con el alma rota.

—Lo sé… —respondió con la voz más triste que jamás tuvo—. ¿Me ayudarás? Ya no puedo sola. Mi tiempo se terminó.

—¡Oh! Pero ese no es tu último recurso, ¿cierto?

Ella lo miró confundida.

Él le indicó que mirara detrás de ella .

A su espalda, diez generaciones de Supremos se alzaban, firmes y orgullosos.

—Todos estamos aquí para ayudarte, Domadora del Tiempo —dijo Morti—. Solo di las palabras.

Los Supremos extendieron las manos hacia Mavia, recitando un cántico en una lengua olvidada. Una luz enceguecedora la envolvió.

Cuando abrió los ojos, estaba de nuevo frente a los Titanes… ni un segundo había pasado.

—Da igual cuánto tiempo me quede —dijo Mavia, burlona, con la mirada encendida—. Me preparé toda mi vida para este momento.

Rajkat frunció el ceño. Jamás lo admitiría, pero Mavia había resultado una adversaria formidable. Si no estuviera tan agotada por las batallas anteriores… quién sabe como se hubieran dado las cosas.

—Cierra la boca, mortal… o la cerraremos por ti.

—Tranquilo. En un momento, todo terminará.

Aún de rodillas, estiró los brazos hacia el cielo y repitió el cántico de sus ancestros. Uno por uno, todos los Supremos que alguna vez caminaron esta tierra aparecieron formanado un círculo que encerró a los Titanes. Para cuando ellos se dieron cuenta, ya era tarde.

Una esfera de luz nació del cuerpo de Mavia y atrapó a sus enemigos. Desesperados, intentaron huir. Cuando vieron que era imposible, la atacaron.

Rajkat e Infernus atravesaron el pecho de Mavia con sus garras. Pero antes de que su último aliento se escapara de sus labios, el canto terminó.

Los Supremos se lanzaron contra los Titanes, fusionándose con ellos. Aunque trataron de escapar, el hechizo los alcanzó.
Poco a poco, sus cuerpos se convirtieron en piedra. Los Titanes quedaron sellados una vez más. Su destino había sido cumplido.

Y Mavia…

Su cuerpo se deshizo como un castillo de arena llevado por las olas. Simplemente, desapareció.




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