La Maldición de los Kaltenbrück

03- Año 1434: El primer contacto

El amor prohibido entre demonios y humanos es una regla no escrita… como también lo es enamorarse entre demonios.

Los moradores de las mansiones solían compartir cercanías pasajeras. La lujuria era parte de su existencia, igual que en la de los humanos. Pero cualquier vínculo que se extendiera más allá de un roce era intolerable.

La hora del reencuentro había llegado. Ni Enediel ni Annuncia deseaban verse, aunque ambos sabían que resistirse sería inútil.

—En serio detesto estas reuniones —murmuró Annuncia a Jazeriel, moradora de la Mansión Lunar decimotercera.

—Ni me lo digas, todos las odiamos tanto como tú.

—Lo sé… es solo que ahora no es buen momento.

—¿Y cuándo sí lo es?

—Tienes razón.

Annuncia era una contradicción andante. Juraba no querer verlo, pero sus ojos lo rastreaban entre la multitud hasta que por fin lo encontraron. Se miraron a distancia. Sus respiraciones se acompasaron, sus cuerpos avanzaron sin pensar, olvidando quiénes eran. La regla de los dos pasos quedó atrás.

Hasta que Jazeriel rompió el hechizo.

—¿Y a ustedes qué les sucede?

—Nada. No sé a qué te refieres, Jaze —balbuceó Annuncia.

—La lujuria es un pecado, pequeña.

—Por supuesto —respondió, notando cuán cerca estaba de Enediel.

Uno en cada extremo… y aun así los más cercanos en la Nada.

—Y ahora dirás que no lo miras así —rió Jazeriel—. Te lo comes con los ojos.
—Estás equivocada, nos regañarán por susurrar.

—Enediel también te mira, querida.

El nerviosismo de Annuncia crecía al sentirlo acercarse.

Enediel, por su parte, luchaba contra un impulso que se le escapaba de las manos.

“Solo un roce”, se repetía. Lo anhelaba desde hacía siglos.

“Por favor, no ahora”, pensaba Annuncia. Ninguno lograba contenerse; fuera lo que fuera lo que sentían, los empujaba hacia lo prohibido.

Y entonces quedaron frente a frente.

Annuncia sintió la respiración de Enediel rozarle la espalda; él absorbía su aroma como si fuera aire necesario. Y sin que nadie los notara, entrelazaron suavemente sus manos.

Tocarse está prohibido… pero todos lo hacen, murmuraban sus conciencias.

Ni los cantos del ruiseñor y del mirlo común, ni la mariposa que revoloteó entre ellos dibujando un infinito, lograron sacarlos de su trance.

Quizá no necesitaban un corazón para amar. Quizá solo bastaban sus almas.

Dios los vio. También los ciervos que voltearon hacia ellos, los árboles que parecieron inclinarse y los murciélagos que los ubicaron con su ecolocalización.

Y entonces, sin palabras, se trasladaron a su lugar íntimo y solitario.

Sus labios se fundieron. La atracción siempre estuvo ahí; simplemente la ignoraban.
Enediel acunó el rostro de Annuncia, acarició sus mejillas pálidas por el frío. Rozó sus labios y dejó que sus lenguas encontraran la calidez del otro. No querían separarse; despegar sus frentes sería recordar las reglas.

Compartir ese instante los dejó jadeantes. Enediel no soportaba la idea de romper el contacto. La abrazó con una ternura impropia de un demonio, recostó el rostro de Annuncia en su pecho. Ella lo escuchó. Tal vez era imaginación… pero allí donde él no tenía corazón sintió un latido, y al mismo tiempo otro donde debería estar el de ella.

Sabía que acercarse más sería considerado traición a su propia esencia… pero ¿qué era su esencia sin él?

En un último acto de rebeldía, Enediel besó su cabello. Quería memorizar cada fibra, saciar esa sed que solo aumentaba al tenerla cerca. Temió que fuera la última vez que la sentiría, así que desplegó sus alas y la envolvió en ellas.

Y aunque creyeron que aquel acto quedaría enterrado entre los siglos, la luna no olvida. Ni la sangre. Ni el alma.

Enediel fue llamado El Caído de la segunda Mansión; su pecado: enamorarse y maldecir a los Kaltenbrück. Un demonio cegado por la furia y la sed de venganza tras perder lo único que había atesorado.

Annuncia, perteneciente a la tercera Mansión Lunar, era lo opuesto a él. Su vínculo con la luz plateada, la protección de los caídos y los lazos eternos la condujeron hacia una humana.

Ambos conocieron lo prohibido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.