Sorcha ya no sabía qué más hacer. Faltaban aproximadamente dos horas para la cena. Tanto tiempo libre y se sentía perdida en ese lugar tan grande. E indignada por la forma en la que la trato Nikolaus.
Intentó regresar a la que era su habitación, pero se perdió y terminó en el exterior donde la lluvia aún caía.
—Sorcha —un murmullo hizo que se girara hacía lo que parecían ser las caballerizas—. Sorcha, por Dios, eres tan sorda —la imagen de Ailsa la dejó sin palabras, cómo podría estar ella a kilómetros de casa—. No me mires así. Te dije que me iría contigo si te ibas. Ahora no te hagas la sorprendida.
Ninguna sentía sentimientos profundos por la otra o al menos eso se repetían. Casi siempre peleaban, y cuando no lo hacían, tenían una tregua de no peleas en la cocina, con la señora Vilham, escuchando historias de suspense.
—Pero ¿cómo? —fue lo único que dijo.
Ailsa no sabía qué actitud tomaría Sorcha, pero sabía que por más que se odiasen no se dejarían a sus suertes.
—Me ayudo Anselm —como si les hubiera hablado a los caballos, ellos giraron la cabeza en su dirección—. Mis amigos saben que no miento —y los señaló.
—Los caballos no pueden ser tus amigos, eres más bien una desconocida.
—Solo eso me dirás. He viajado incomoda y creo que necesito ropa prestada. No he traído ni una prenda más que la que llevo puesta —Ailsa se jaloneaba sus rizos que caían sobre su hombro. Su vestido se veía algo sucio y viajaba sin las innumerables faldas. Aunque no le sorprendió mucho. Casi siempre vestían de esa forma estando en Caithness.
—Ailsa, nerviosa. Es toda una sorpresa. Tienes miedo de que te mande de regreso ¿verdad?
—Vamos Sorch, no puedo regresar a esa casa. Nuestro padre me va a matar. Y mi madre no digamos. Después de haber gastado una fortuna en esos vestidos horrorosos.
—A todo esto ¿Quién es ese tal Anselm?
—El amigo de tu prometido —Sorcha recordó al otro joven que iba con ellos, al que no había visto desde la taberna—. Sí, ese que coqueteo con la chica de la taberna. Sigo leyendo tus expresiones Sorch. Él me ayudo. Nos mantuvimos un poquitín alejados para que no me notaras. Ahí viene, no digas que no sabes.
—Señoritas, ya veo que se encontraron —Anselm hizo una reverencia—. Soy Anselm von Lichtenthal, un placer Sorcha Fraser futura Grafin Sorcha von Kaltenbrück.
—¿Y eso qué fue? —Ailsa estaba coqueteando frente a su cara sin ninguna pizca de sutileza.
—Así de educados somos los teutones.
—Si me disculpa, Ailsa y yo nos retiramos —Sorcha tomó del brazo a su hermana conteniendo la irá que brotaba en su interior.
—¿Nos veremos en la cena? —preguntó Ailsa alzando la voz.
—¡Por supuesto! —Anselm supuso que en realidad Sorcha no tenía idea de que su hermana la seguía, aun así, se felicitó a sí mismo por haberla traído.
Sorcha estaba sorprendida. No sabía cómo sacaría el tema de su hermana a Nikolaus. Si estaba disgustado solo con su presencia ¿cómo tomaría la de Ailsa?
—Esta habitación sí que es hermosa. Nunca entenderé por qué papá no hace algo así de bello.
—No tiene dinero. Es evidente el hecho de que este acá. —zanjó Sorcha. No sabía si estaba nerviosa o molesta, puede que ambas.
Los toques en la puerta las alteraron y se vieron instintivamente.
—Milady, la cena ya casi está —la muchacha no pudo evitar la sorpresa de ver a alguien más con la prometida del señor. No recordaba haberla visto.
—Ya vamos —respondieron al unisonó.
Tanto Sorcha como Ailsa siguieron a la joven por una infinidad de pasillos. Ambas estaban tan calladas que sus respiraciones empezaban a escucharse más que sus pasos. Se vieron por última vez y las guiaron a sus respectivos asientos.
Aunque la muchacha no sabía dónde sentar a la desconocida.
—Anselm —saludó Ailsa. Él le devolvió el saludo y se sentó a su lado.
Sin duda quería ver la expresión de Nikolaus al ver a una persona desconocida en su mesa.
—Nikolaus necesito que hablemos —la urgencia con la que habló Sorcha dejo a todos en pausa. El conde solo había dado un paso en el comedor cuando ella se abalanzó sobre él—. Por favor, hablemos —susurro más cerca de él.
Nikolaus, que ya no conocía forma de controlarse por las actitudes infantiles de las hermanas, estaba famélico. Agregar que su amigo la había traído sin comentárselo fue como que si le haya dado un puñal en la espalda.
La condesa viuda por supuesto no se lo tomó para nada bien.
La cena había sido un desastre. Era como si el castillo, fuera uno con Nikolaus. Su envergadura tensa hacía que los ahí presentes se removieran en sus sillas.
Reconocer la presencia de Ailsa, para Nikolaus supondría inmiscuir a alguien más en lo que era su prisión. Pero el conde de Kaltenbrück silencio. Las palabras no dichas oprimían a Sorcha, que temía que regresará a su hermana con sus padres.
***
Estando a una semana de la boda, las cosas se habían vuelto aún más caóticas para todos. Cada vez que Sorcha intentaba entablar una conversación con Nikolaus, esté le rehuía. Estaba al corriente de que Nikolaus no sabía qué hacer con ella, pero la dejaba plantada casi todo el tiempo. Ailsa, estaba demasiado ocupada con el tal Anselm, así que ni la buscaba. Mientras deambulaba por los pasillos, se encontró con la Condesa Viuda de Etlz.
#4907 en Novela romántica
#1263 en Fantasía
tragedia amor ssuspenso poderes vida, romance fantasía acción aventuras, tragedias comedia y ficcion
Editado: 28.11.2025