La maldición de los lobos

Capítulo 3

Herencia maldita

Elena regresó a la aldea con el corazón y la mente en su torbellino. Sus pasos eran lentos y vacilantes, como si el peso de las revelaciones que había recibido en el bosque fuera demasiado para soportar. El aire en la aldea estaba frío y tranquilo, y el sonido lejano del río, que corría al borde de los campos, parecía indiferente a la batalla interna que ella libraba. Las palabras de Alaric resonaban en su mente una y otra vez, como un eco imposible de ignorar: «Tu sangre es la clave para romper la maldición».

Era difícil creer que su vida, hasta ahora tan ordinaria, estuviera conectada con una antigua maldición que pesaba sobre un clan de licántropos. No podía entender cómo todo lo que siempre había conocido, incluido su propio linaje, había estado tan profundamente marcado por un destino del que nunca había sido consciente.

La chica caminó hasta la vieja casa de su familia, una construcción sencilla pero robusta, con un tejado de paja y paredes de piedra gris. Al entrar, fue recibida por el silencio que solía encontrar cuando su padre estaba ausente, viajando por negocios o simplemente evitando el contacto con ella, como había sido su costumbre en los últimos años. Se sentó en una de las sillas de la cocina, apoyando los codos en la mesa de madera, y enterró el rostro entre las manos. Las palabras del hombre seguían pesando en su pecho.

«Eres la descendiente de una línea antigua de licántropos… Tu madre también lo sabía».

Su madre. Aquella mujer cuyo rostro apenas podía recordar y que siempre había sido una presencia fantasmal en su vida, una sombra que nunca llegó a desvanecerse por completo. Su muerte había sido un misterio que su padre nunca quiso hablar abiertamente. Cuando era niña, Elena había preguntado muchas veces, pero su padre siempre cerraba el tema con una mirada amarga y distante. Ahora, por primera vez, parecía que la verdad estaba a su alcance.

La puerta de la casa se abrió de golpe y el sonido hizo que la chica se sobresaltara. Era su padre, un hombre de facciones duras, con el ceño fruncido y la mirada severa. Él la miró por un momento, notando su agitación, pero no dijo nada. Colgó su abrigo en el perchero y se sentó frente a ella, tomando su pipa para encenderla sin pronunciar una palabra.

La joven sabía que si no hablaba ahora, nunca lo haría. Tomó aire, sintiendo cómo las palabras pesaban en su lengua antes de ser liberadas.

—Padre, necesito saber la verdad sobre mamá —dijo al romper el incómodo silencio—. Necesito saber sobre la maldición.

El hombre levantó la vista, y sus ojos, llenos de fatiga y algo de tristeza, se encontraron con los de ella. No fue una mirada de sorpresa, sino de resignación, como si hubiera estado esperando este momento durante años. Exhaló el humo de su pipa con lentitud antes de hablar con voz áspera y cansada:

—Así que,... ya lo sabes… Sabía que este día llegaría, pero nunca estuve listo para contártelo.

Elena lo miró fijamente, esperando, con una mezcla de miedo y ansiedad. Había tantas preguntas que deseaba hacer, sin embargo, debía dejar que él empezara.

—Tu madre… —prosiguió con la voz más suave de lo que la chica recordaba haber escuchado jamás—, era una mujer fuerte, mucho más de lo que yo merecía. Ella pertenecía a ese linaje maldito y lo supo desde el principio. Pero no fue hasta después de casarnos que la maldición la alcanzó.

La chica sintió cómo un nudo se formaba en su garganta. Su padre raramente hablaba de su madre y, ahora, al escuchar esas palabras, una parte de ella se sintió dolida por el tiempo que él había guardado ese secreto.

—Ella intentó romper la maldición —continuó con sus ojos vagando por la habitación como si buscara las palabras adecuadas—. Se sacrificó por ti, por nosotros… pero fracasó. Y murió por ello.

—¿Qué ocurrió exactamente? —quiso saber la muchacha, tratando de controlar el temblor en su voz. Quería saberlo todo, incluso si dolía.

—La maldición está ligada a la sangre de nuestra familia —dijo su padre, mirando ahora fijamente a su hija—. Es una maldición que transforma a los descendientes en bestias durante la luna llena. Tu madre y, ahora tú, tenéis esa sangre. Pero también tienes algo más… algo que podría revertirlo todo. Los ancianos del clan lo sabían y por eso tu madre fue su esperanza. Sin embargo, la magia antigua es impredecible, y los dioses son crueles. Ella pagó el precio con su vida.

Elena se sintió mareada. Todo lo que había sospechado en los últimos días, las visiones, los sueños,... todo encajaba ahora en una realidad oscura que no podía ignorar. La muerte de su madre, esa sombra que había marcado su vida, ahora tenía un sentido trágico y claro.

No había sido un accidente ni una enfermedad repentina, sino un intento fallido de liberar a su familia y al clan de una maldición milenaria.

—¿Y por qué nadie me lo dijo antes? —su voz estaba cargada de dolor—. ¿Por qué lo ocultaste?

Su padre se quedó en silencio durante unos instantes, luego apartó la mirada con culpabilidad y contestó:

—Porque no quería que cargaras con esa responsabilidad. Después de lo que pasó con tu madre, pensé que lo mejor era mantenerte alejada de todo eso, de los licántropos, del clan, del bosque. Sabía que si llegabas a conocer la verdad, acabarías como ella.



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En el texto hay: hombreslobo, alfaybeta, amor maldicion

Editado: 21.04.2025

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