La maldición de los lobos

Capítulo 7

El sacrificio de la luna llena

La luna llena colgaba en el cielo como un faro de luz pálida, bañando el bosque Gorneyth en un resplandor frío y plateado. Desde su encuentro con Alaric, Elena había aprendido a temer el poder de la luna, no por su belleza, sino por la influencia que tenía sobre el clan. Esta noche, sin embargo, el brillo de la luna no solo traía con ella el impulso de transformación para los licántropos. Traía algo más oscuro, una amenaza latente que se cernía sobre todos ellos: el sacrificio necesario para romper la maldición.

Elena y Alaric habían pasado semanas buscando respuestas, desentrañando los antiguos mitos y leyendas del clan. Poco a poco, las piezas comenzaron a encajar: el antiguo pacto que había condenado a la manada, las promesas rotas y, finalmente, la terrible revelación de que la única manera de liberar a los licántropos de su maldición implicaba un sacrificio de sangre pura.

La noticia había caído sobre la chica como una pesada carga. No era suficiente que ella fuera la descendiente de una antigua línea de licántropos; su sangre no sería suficiente. El sacrificio requería algo más. Algo puro y primordial. Y lo más devastador era que no había claridad sobre qué o quién tendría que sacrificarse.

Alaric había insistido en buscar más información antes de tomar cualquier decisión. No obstante, sabían que el tiempo se acababa. Cada luna llena debilitaba la manada y hacía más fuerte la maldición. Y cada día que pasaba, la división en el clan se profundizaba con Darius y otros oponiéndose a cualquier plan que involucrara a la joven.

Ahora, mientras caminaban juntos por un claro en el bosque, el silencio entre ellos pesaba tanto como la propia maldición. Habían descubierto la ubicación de un antiguo altar en lo profundo de la espesura, un lugar sagrado para los licántropos. Era allí donde, hacía siglos, se había hecho el pacto original. Allí, donde la sangre de un traidor había sido derramada, sellando el destino de la manada.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó el alfa en voz baja y cargada de preocupación.

Ella miró hacia adelante, y continuó con pasos firmes, aunque por dentro su corazón palpitaba lleno de dudas.

—No tenemos otra opción, ¿verdad? —respondió con la mirada fija en el camino—. Si no hacemos esto, la maldición continuará y el clan sufrirá. No puedo seguir ignorándolo.

Alaric hizo una pausa y ella se volvió para mirarlo. Sus ojos, usualmente llenos de una determinación férrea, ahora mostraban vulnerabilidad. Era raro ver al alfa vacilar, mas la idea de un sacrificio lo perturbaba profundamente.

—Si hay alguna manera de hacerlo sin ese sacrificio, la encontraremos —insistió él—. No voy a permitir que tú o cualquiera de los nuestros pierda la vida por esto.

—Alaric —lo llamó con una mezcla de tristeza y aceptación—. Sabemos lo que el ritual requiere. El sacrificio es parte del pacto. No podemos escapar de eso.

El hombre bajó la cabeza con los puños apretados. Sabía que ella tenía razón, pero la impotencia lo consumía. Todo su instinto como alfa le decía que debía proteger a los suyos y ahora parecía que la única manera de salvarlos era sacrificar a uno de ellos. No podía permitir que Elena fuese esa persona, aunque el miedo de no tener otra opción lo atormentaba.

Cuando llegaron al antiguo altar, una estructura de piedra cubierta de musgo y raíces, la chica sintió el peso de la historia que cargaba aquel lugar. Las piedras estaban marcadas con símbolos antiguos, que ahora entendía un poco mejor gracias a los textos que habían estudiado. El lugar parecía latir con una energía oscura, como si la tierra misma recordara los eventos que ocurrieron allí tanto tiempo atrás.

—Es aquí —dijo Alaric al acercarse al altar y pasar la mano por las piedras—. Aquí es donde comenzó todo.

Elena se acercó a las inscripciones talladas en la piedra. Podía sentir el poder que emanaba del altar, la presencia de los espíritus antiguos que aún residían allí. Era como si los fantasmas del pasado esperaran, observando, listos para reclamar lo que les pertenecía.

—El pacto original fue hecho aquí —murmuró la joven al rozar con los dedos los símbolos antiguos—. Y aquí es donde debe romperse.

Un viento frío sopló entre los árboles, haciendo que la piel de la chica se erizara. Alaric, siempre atento, se acercó a ella, y le ofreció el consuelo de su calor corporal. Sin embargo, esta vez no fue suficiente. Sabía que la decisión que tomarían cambiaría el curso de sus vidas para siempre.

—Hemos reunido todo lo que necesitamos para el ritual —dijo él con la voz apagada—. Excepto… el sacrificio.

Ella asintió. Lo habían discutido una y otra vez. Necesitaban la sangre de alguien puro, alguien que no hubiera sido tocado por la maldición. Pero ese tipo de pureza era rara, casi inexistente. En el fondo, temían que el sacrificio que el ritual demandaba fuera mucho más costoso de lo que cualquiera de ellos había imaginado.

—¿Y si soy yo? —quiso saber ella en voz baja, aunque sabía la respuesta de él antes de que la pronunciara.

—No —respondió con voz dura como la piedra del altar—. No voy a permitir que te sacrifiques. Si alguien debe hacerlo, seré yo.

Elena lo miró sorprendida. No había esperado que él se ofreciera, aunque sabía que el peso de la maldición recaía tanto en él como en el resto del clan.



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En el texto hay: hombreslobo, alfaybeta, amor maldicion

Editado: 21.04.2025

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