La maldición de los lobos

Capítulo 9

La traición de Darius

La noche se cernía sobre el bosque, oscura y densa, como si los árboles mismos fueran guardianes de un peligro inminente. Elena y Alaric estaban de regreso en el corazón del clan, donde las tensiones crecían con cada segundo que pasaba. Habían logrado unificar a gran parte de la manada en torno a su plan para romper la maldición, pero la sombra de la duda aún flotaba sobre ellos, y el aire parecía cargado de presagios.

Darius, el beta de la manada, observaba desde las sombras con sus ojos resplandeciendo con una ira contenida. Había sido testigo de la conexión cada vez más fuerte entre Elena y el alfa y, cada gesto, cada mirada compartida entre ellos era como una daga en su corazón. Su lealtad a Alaric había sido inquebrantable, hasta que la chica llegó a la vida del alfa. Ahora, veía en ella no solo una amenaza para su posición, sino también la perdición del clan.

—No puedo permitir que esto continúe —se dijo a sí mismo, apretando los puños con tal fuerza que sus uñas se clavaron en la piel. El plan había estado madurando en su mente durante días, pero ahora, con la luna llena ascendiendo y las tensiones en su punto más alto, sabía que era el momento de actuar.

Darius había pasado semanas en secreto, explorando antiguos tomos de magia oscura que los ancianos del clan prohibieron hace generaciones. Su obsesión por tomar el control lo había llevado a los límites de lo prohibido, y ahora estaba dispuesto a sacrificarlo todo para conseguir su objetivo. No solo quería el poder, quería ver a Alaric caer.

Aquella misma noche, mientras la manada se preparaba para la próxima luna llena y el posible sacrificio de Elena para romper la maldición, el beta se escabulló hacia los límites del bosque. Allí, entre las sombras, había invocado un poder oscuro, uno que no solo intensificaría las transformaciones de los licántropos, sino que también los llenaría de una furia incontrolable.

Horas antes.

Elena, sumida en sus pensamientos, caminaba por el campamento. Había decidido, sí, pero cada paso hacia el sacrificio era una batalla interna. No podía ignorar el miedo que crecía dentro de ella, ni la mirada de Alaric que siempre parecía buscar su fortaleza. Sabía que él también estaba preocupado, mas lo disimulaba por el bien de la manada. El alfa la había convencido de que buscaran una forma de romper la maldición sin el sacrificio, no obstante, el tiempo apremiaba, y no podían permitirse fallar.

—¿Estás bien? —La voz profunda de Alaric la sacó de sus pensamientos.

Elena lo miró y asintió, aunque la duda seguía en su mente.

—Solo estoy pensando en todo lo que está por venir —dijo ella, intentando esbozar una sonrisa—. No es fácil saber que tantas vidas dependen de ti.

Alaric la tomó de la mano, entrelazando sus dedos. Había algo reconfortante en el calor de su piel, como si en ese simple contacto pudiera disipar sus miedos.

—No estás sola en esto —respondió con firmeza—. Y no lo olvides: no permitiremos que el sacrificio sea la única opción. Lo descubriremos, juntos.

La chica asintió, aunque antes de que pudiera responder, una agitación en el campamento rompió el momento. Gritos y aullidos resonaron en la distancia, y ambos supieron al instante que algo estaba mal.

Alaric tensó los músculos con sus sentidos en alerta. Giró hacia la fuente del caos y sus ojos se oscurecieron cuando vio a varios miembros de la manada transformándose de manera antinatural. Las transformaciones licántropas eran controladas por la luna llena, pero esto… esto era diferente. Los hombres y mujeres que habían comenzado a cambiar no mostraban los signos habituales de la transformación, sino algo mucho más violento.

Sus cuerpos se sacudían y retorcían, y el dolor evidente en sus rostros era una advertencia clara de que esto no era normal. Los lobos que emergían de estas formas eran más grande, más salvajes, y sus ojos brillaban con un rojo oscuro que nunca antes había visto en los licántropos de su clan.

—¡¿Qué está pasando?! —gritó Elena aferrada al brazo de Alaric.

—Esto no es natural —murmuró él con la voz llena de preocupación—. No es la maldición. Esto es… magia.

Antes de que pudieran reaccionar, Darius apareció entre las sombras con su rostro iluminado por una sonrisa oscura.

—¿Te gusta lo que ves, Alaric? —preguntó el beta con tono burlón y venenoso—. La manada finalmente tiene el poder que merece. Ahora verás lo que realmente significa ser un licántropo.

El alfa rugió al dar un paso al frente, pero Elena lo detuvo, sintiendo la energía oscura que rodeaba a Darius. Había algo en él, algo diferente. No era solo resentimiento lo que sentía. Había una oscuridad en su interior que lo consumía, y la chica supo en ese instante que el beta había hecho algo mucho más peligroso de lo que imaginaban.

—Darius, ¿qué has hecho? —preguntó Alaric con la voz temblando por la rabia contenida.

—Lo que debía hacerse hace mucho tiempo —replicó el aludido—. Tú eres débil, alfa. Siempre has sido débil, buscando soluciones prácticas, buscando salvar a todos, cuando lo único que el clan necesita es poder. Y ahora, gracias a mí, lo tendrán.

Elena sintió cómo la tensión aumentaba a su alrededor. Los miembros de la manada, aquellos que aún no habían sido afectados por la magia, comenzaban a retroceder con miedo, mientras los licántropos corrompidos por la magia oscura aullaban y atacaban todo a su paso.



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Editado: 21.04.2025

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