El enfrentamiento final
La luna llena bañaba el claro del bosque con una luz plateada que acentuaba las sombras que se movían entre los árboles. El viento era un susurro constante, como si los espíritus del bosque observaran lo que estaba por suceder. La tensión en el aire era palpable mientras los miembros de la manada se reunían alrededor del corazón del territorio licántropo. El momento que muchos habían esperado, temido y, en algunos casos, anticipado con ansias estaba finalmente aquí: el enfrentamiento entre Alaric y Darius por el liderazgo de la manada.
Elena estaba en medio de la multitud, observando a ambos contendientes, con el corazón latiendo en sus oídos. Desde su encuentro con el alfa, su vida había sido un torbellino de revelaciones y desafíos. Había descubierto verdades sobre su linaje, sobre su conexión con los licántropos, y ahora estaba a punto de presenciar una batalla que no solo decidiría el destino de la manada, sino también el suyo.
Alaric se encontraba en el centro del claro, imponente pero sereno. Su figura destacaba por encima de los demás licántropos, no solo por su tamaño físico, sino por la intensidad tranquila que emanaba de él. Frente a él, Darius, su beta, irradiaba una energía completamente opuesta. Sus ojos brillaban con una luz oscura y maligna, y en su sonrisa torcida se podía ver la satisfacción de alguien que creía tener la victoria al alcance de la mano.
—Esta es la última vez que te enfrentas a mí, Alaric —gruñó su contrincante al dar un paso adelante—. Por fin, la manada verá quién es el verdadero líder. No eres más que un obstáculo, un freno para el poder que los licántropos merecemos. Y ahora, te apartaré del camino.
El aludido no respondió de inmediato. Sus ojos se fijaron en su beta, evaluando cada movimiento, cada palabra. Había liderado a la manada con sabiduría y justicia durante años, pero sabía que el momento había llegado. Darius no solo buscaba poder, su ambición había corrompido todo lo que una vez había sido honorable en él.
—La manada no necesita un líder que siembra miedo y destrucción —replicó el alfa con calma—. Lo que propones no es poder, es la perdición de todos nosotros.
Darius soltó una risa oscura que resonó entre los árboles.
—No entiendes nada. El poder es lo único que importa. La compasión es para los débiles, y tú, Alaric, has demostrado que no eres digno de liderar. La manada necesita fuerza, no piedad. Y yo soy el único que puede darles lo que necesitan.
Antes de que el alfa pudiera responder, el beta se lanzó hacia él con una velocidad que sorprendió a muchos de los presentes. En un abrir y cerrar de ojos, Darius se transformó con su cuerpo retorciéndose mientras se convertía en una bestia imponente, mucho más grande y aterradora que la de un licántropo común. Era evidente que la magia oscura que había utilizado no solo había corrompido su mente, sino también su cuerpo.
Elena dio un paso atrás con el corazón acelerado al ver la brutalidad de la transformación del beta. Sabía que este enfrentamiento no sería como los demás. Había mucho más en juego que el liderazgo de la manada.
Alaric también se transformó, pero su metamorfosis fue diferente. No había dolor ni oscuridad en su cambio, solo una fuerza imponente que parecía resonar con el bosque mismo. Los dos licántropos ahora estaban frente a frente, listos para la batalla final.
Darius atacó primero al lanzarse sobre el alfa con una furia incontrolable. Los golpes resonaron en el claro, haciendo eco entre los árboles, mientras las dos bestias se enfrentaban en una danza mortal de poder y velocidad. El beta mordió y arañó, buscando cualquier punto débil en Alaric, pero el alfa era un luchador formidable, bloqueando cada ataque con una precisión calculada.
La joven observaba con horror y admiración el enfrentamiento. Cada movimiento del alfa mostraba su determinación, pero también su control. No luchaba con odio, sino con una convicción profunda de que estaba defendiendo algo mucho más grande que su propio honor.
—¡Alaric! —gritó la chica al sentir que algo estaba a punto de suceder—. ¡No dejes que te consuma!
El alfa escuchó la voz de la muchacha, y sus ojos, por un breve segundo, se cruzaron con los de ella. Ese momento fue suficiente para recordarle lo que estaba en juego. No solo luchaba por el liderazgo, sino por la esperanza de un futuro sin la maldición que los atormentaba.
Darius, cegado por su furia, no se detuvo. Cada ataque era más salvaje que el anterior, pero también más desesperado. Alaric, por su parte, comenzó a esquivar más que a atacar. Había algo en su forma de moverse que cambió, como si estuviera esperando el momento adecuado.
—¡Lucha, maldito! —rugió el beta, frustrado por la defensa de su contrincante—. ¡Demuestra que eres el alfa!
El chico no mordió el anzuelo. En lugar de eso, comenzó a retroceder lentamente, permitiendo que su enemigo se cansara. La magia oscura que lo había fortalecido también lo estaba debilitando poco a poco, y Alaric lo sabía.
En un momento de descuido, Darius lanzó un ataque desesperado, pero el alfa lo esquivó con facilidad. En lugar de contraatacar, Alaric hizo algo inesperado: dejó de luchar. Se detuvo en medio del claro, dejando que su cuerpo volviera a su forma humana con la respiración pesada y controlada.
—No voy a matarte, Darius —le anunció con voz firme—. No ganarás con violencia. No romperemos esta maldición con más muerte. La compasión es la clave para liberarnos, y ese es el sacrificio que estoy dispuesto a hacer.