La Maldición de Los Pines

Capítulo 1

Septiembre diez, mil novecientos cuarenta y cinco.

Una semana había transcurrido desde que la segunda guerra mundial había terminado y las cosas parecían volver a su curso normal.

En la estación de tren a la salida de Parva Iferos se encontraba un hombre que por su forma de vestir se observaba fácilmente que venía de la ciudad, era alto, de tez clara con un leve rubor, su cabello era azabache y tenía ojos con un intenso color olivo, con un buen estado físico. Las pocas personas que se encontraban allí volteaban a verle sin disimulo algo, no era muy común que alguien de su tipo frecuentara el pueblo. Sin mucha prisa salió de la estación camino al centro, aunque era la primera vez que iba a ese lugar no le fue difícil ubicarse y no tardó en dar con la estación de policía.

Al entrar en dicho lugar se encontró con solo tres oficiales –– los cuales se encontraban dormidos ––, y no tardó en preguntarse si así serían sus días de ahora en más insultándose internamente por ser el principal culpable de su traslado; de la parte trasera de la estación salió un hombre en sus tal vez cuarenta y tantos, alto, un poco panzón, tez clara, ojos azules verdosos y cabello negro con alguna que otra cana.

––Buenas tardes sr, busco al sargento Donovan –– dijo el joven.

––Buenas tardes, ¿Cómo quién lo busca? –– respondió este dirigiendo una mirada de desconfianza.

 ––Alex Smith, vengo de Vancouver, el sargento Jones habló con él el viernes pasado sobre mi traslado.

––Ah, sí, soy yo, un placer –– dijo el hombre alzando la mano y estrechando la de Alex.

Le dio el breve recorrido por el lugar y le indicó cuál sería su escritorio, comenzaría al día siguiente por lo que el sargento le sugirió que fuera a instalarse y recorrer el pueblo.

Ignorando la oferta del sargento decidió irse directo al edifico Modicum, su antiguo jefe le había conseguido un departamento allí que, a partir de ese momento sería su nuevo hogar, porque estaba seguro que lo dejaría en ese pueblo sin opción de volver. El edificio se encontraba a cinco cuadras de la estación en diagonal al lago, todo aquello se lo había explicado el día anterior.

Al llegar le sorprendió la fachada, y no porque fuera una maravilla sino que daba la impresión de que en cualquier momento todo se vendría abajo. Al entrar, la puerta daba un chirrido que te producía escalofríos y la imagen no mejora con el recibidor, la luz era escasa casi nula, el mostrador –– si es que a eso podría llamarse mostrador –– era una silla y una mesa vieja de comedor con un timbre de mesa, tanto al lado derecho como al izquierdo se encontraba una puerta y justo al frente, al lado del “recibidor” se encontraba la escalera y su aspecto era dudoso. No podía creer que el sargento Jones le había escogido semejante lugar.

Se acercó a la mesa y tocó la campana esperando que el encargado o dueño saliera, rezando para que no fuera un loco, de la puerta de la derecha tras varios minutos y varios toques a la campana, saliera un señor algo mayor.

––Buenas tardes sr. Soy el detective Alex Smith, el sargento Jones estuvo aquí el viernes pasado, me dijo que viniera y usted me indicaría el resto –– comentó Alex haciendo un esfuerzo por ver la cara del hombre.

––Sígueme –– fue todo lo que dijo el hombre dándole la espalda dirigiéndose a las escaleras.

Comenzaron a subirlas y en cada escalón Alex temía dar un mal paso y hacer que se rompiera, los crujidos lo mantenían alerta. Al llegar al tercer piso una señora se asomó por la puerta de su departamento, pero tan pronto como lo hizo cerró la puerta de golpe, extraño, fue lo único que pensó. Subieron un piso más, solo habían dos puertas y entraron a la de la izquierda, era un lugar modesto, sala-comedor-cocina, baño y habitación que a diferencia de su antiguo apartamento este se notaba más cómodo y ni hablar del precio.

El señor ––que no le había dado la cara–– se giró a verle y su aspecto sí que podía asustar a cualquiera, tenía una cicatriz que daba desde el final de su ceja izquierda atravesando parte de su ojo, nariz y labios terminando en el lado derecho de su mentón; tenía el cabello gris y su ojo bueno era de un negro profundo, Alex quedó mudo sin saber que decir y viendo fijamente la fea cicatriz.

––No eres el primero ni serás el último en tener esa expresión muchacho, así que puedes verla el tiempo que quieras –– dijo con voz rasposa y burlona –– con los años he aprendido a no tomarle importancia, es lo que la guerra te deja.

Alex carraspeó antes de contestarle –– lo lamento sr... –– en ese momento se dio cuenta que él hombre no le había dicho su nombre.

––Brown, soy el sr. Brown y no lo lamentes, aprendes a vivir con ello –– finalizo con voz calmada restándoles importancia.

Conversaron un poco más con relación al pago del alquiler y lo referente al edificio, no le sorprendió cuando el sr. Brown le indicó que allí solo vivían él y la señora del 3-C –– aquella de la puerta –– y que la mayoría del tiempo estaban en sus hogares, cuando se disponía a irse le indicó que la puerta de enfrente era la de la azotea, que él vivía en el PB-1 la puerta de donde había salido cuando llegó y la de la izquierda era la del sótano, ahí podía encontrar la caja de energía del edifico y algunas herramientas que en caso de necesitarlas no dudara en tomarlas eso sí, devolviéndolas una vez las terminara de usar.



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En el texto hay: misterio, traicion, pueblo

Editado: 27.02.2022

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