La Maldición de Los Pines

Capítulo 4

Un minuto. Sesenta segundos. Ese fue el tiempo que estuvo quieto como una estatua en la entrada del local.

La pareja de señores mayores ni siquiera se fijó en su llegada, solo podían repetir en sus mentes una y otra vez que aquello que estaban viendo no era real, porque era imposible, ¿no?

Breela por su parte estaba tan concentrada en su trabajo escogiendo las papas que no notaba las miradas fijas en ella ni la persona que se le acercaba.

––Aún me sorprende la capacidad que tienes para olvidarte de todo a tu alrededor cuando te concentras en algo –– comentó Alex una vez a su altura, Breela dio un respingo antes de girarse en su dirección.

––Ya le sabes –– comenzó ella –– y yo aún me sorprendo de lo silencioso que puedes ser –– terminó con aquella sonrisa burlona que él tanto conocía bien.

––Touché –– agregó él con la misma sonrisa –– ¿si te has dado cuenta de las miradas de los señores o no?

––Me han mirado así desde que he llegado, la señora que es quien me ha visto primero estaba sola en la caja y ha dado un grito ahogado, me he acercado a ver si estaba bien y retrocedió asustada –– hizo una pausa –– su esposo ha llegado al rato y se ha quedado como lo has visto apenas me vio, parecen como si hubieran visto un fantasma, no le he tomado importancia, mi madre me ha dicho que las personas de este pueblo son un tanto peculiares o algo así –– finalizó echando una ojeada a los señores que seguían igual.

Alex trató de ignorar la mención de la palabra fantasma antes de responderle –– y que lo digas, ya que nos hemos encontrado nuevamente, ¿podrías ayudarme con las compras?

––Claro que lo pedirías, sigues siendo terrible a la hora de hacerlas.

Estuvieron todo el rato recorriendo el pequeño mercado, cogiendo lo primordial para la despensa aún con las miradas de los señores que nada disimulaba, después de tener todo fueron a la caja y si antes trató de ignorarlos, con lo que dijo la señora ya no podía.

––Audrey –– fue lo que murmuró cuando estuvieron frente a ellos, lo dijo en un tono bajo pero no lo suficiente como para que no la oyeran.

––Lo siento, pero se ha equivocado –– le dijo Breela con voz calmada.

Los señores parecieron reaccionar en cuanto habló, intercambiaron miradas unos segundos y la señora se fue casi que corriendo por donde había llegado su esposo, Alex estaba tenso, la mención de la chica del sótano le daba una mala sensación.

––Disculpen a mí esposa, le has recordado a alguien –– les dijo el hombre visiblemente nervioso tratando de arreglar el incómodo momento.

––No se preocupe a cualquiera le pasa –– le respondió Breela con una sonrisa amable.

El hombre solo se limitó a asentir mientras les sacaba la cuenta de toda su compra, Alex por su parte, solo podía pensar en que quizás la mujer no se había equivocado.

Después de pagar, agarraron sus respectivas bolsas y salieron del local con el hombre siguiéndolos con la mirada, Alex la acompañó a su casa aunque ninguno habló en todo el camino; Alex porque seguía pensando en lo que había pasado en la tienda y Breela porque no sabía de qué podía hablarle, pensando que en la ironía de eso ya que tiempo atrás hubieron podido hablar de lo más insignificante sin ningún problema. Luego de varios minutos llegaron hasta una mansión un poco retirada del pueblo, era de estilo victoriano no tan grande como las de la ciudad claro está, pero si grande para aquel pueblo.

–– ¿Vas a estar aquí sola durante esta semana? –– comentó Alex cuando llegaron a la reja, sabía que ella evitaba quedarse sola por las noches en lugares nuevos.

––No, Marie ha venido conmigo, ¿o te habrás creído que me iba a dejar venir sola? –– fue lo que le respondió con tono burlón.

––Primero muere algún pájaro antes de ella dejarte –– agregó él riendo brevemente –– ya se ha hecho tarde, tú debes entrar antes de que Marie pierdas los nervios y yo tengo que irme.

––Tienes razón, debes estar cansado –– coincidió con una vaga sonrisa –– buenas noches, Al –– agregó en un susurro, por un momento quiso decirle que se quedara, como antes, solo por un momento, pero sabía que no era correcto que no debía volver a lo de antes.

––Buenas noches, Bree –– se despidió acercándose para besarle en la frente, como los viejos tiempos.

Cuando se separó ninguno dijo nada, no era necesario, dio media vuelta y comenzó a alejarse, ella se quedó en la reja el tiempo suficiente hasta que el giro a la izquierda y no pudo verle más, se preguntó si había hecho lo correcto en no haberle invitado a cenar, eso hacían los amigos, ¿no?, una fuerte brisa le hizo recordar que aún seguía fuera y que tenía que entrar. Alex por su parte,  como ya se le estaba haciendo costumbre se estaba insultando por ser tan impulsivo y haberle besado, ¿en qué era lo que estaba pensado? Ya no se podía dar esos lujos, pero por un momento había olvidado todo y solo eran Bree y él, ¿por qué siempre tenía que joderlo todo?

A mitad de camino se detuvo frente a la iglesia, no se fijó en ella cuando pasó la primera vez, había unas cuantas personas dentro escuchando la misa, sonrío, no era un santo devoto pero cuando su madre estaba con vida la acompañaba todos los domingos a misa, hizo una mueca triste y culpó a aquel recuerdo por hacerlo entrar en dicho lugar. Se sentó a la izquierda en la última banca cerca de la salida, la misa le faltaba poco para terminar pero él estaba escuchando atentamente todo, era la primera vez que se concentraba tanto en las palabras que el padre decía, tanto así que no se fijó que a su derecha se sentó una mujer, hasta que esta le habló.



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En el texto hay: misterio, traicion, pueblo

Editado: 27.02.2022

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