La Maldición de Los Pines

Capítulo 22

El siguiente día pasó sin ningún inconveniente.

Al bajar las escaleras esperó la cosa rara que la sra. Del 3-C hacía con la puerta, luego recordó que Adiutor la devolvió al infierno o algo así fue lo que dijo. Al llegar al recibidor se sorprendió de ver al sr. Brown puesto que usualmente no solía salir de su departamento, se notaba alegre; estaba arreglando las luces pero en cuánto lo vio no dudó en darle los buenos días diciéndole que el lugar necesitaba un cambio y le apresuró alegando de que llegaría tarde al trabajo. Alex no quiso tomarle mucha importancia al cambio de actitud de su casero, pero no pudo evitar preguntarse si tendría algo que ver con que la sra. Del 3-C se hubiera ido.

El resto del día pasó con rapidez, nada nuevo pero si repetido vivió, estuvo leyendo con sus compañeros lo poco que les quedaba del último libro adquirido y cuando dieron las siete de la tarde y su relevo llegó se marchó directamente a su departamento, no tenía ánimos de ir a la cafetería ni mucho menos a la biblioteca; quería conservar la tranquilidad que tuvo ese día.

La mañana siguiente despertó con una extraña sensación en el cuerpo que no supo descifrar. Igual que el día anterior el sr. Brown se encontraba en el recibidor –– que estaba mucho mejor iluminado –– pero esa vez tratando de arreglar las escaleras.

––Buenos días sr. Brown, ¿seguro que puede hacer eso? –– preguntó preocupado cuando tuvo que saltar el último escalón.

––Tonterías, se lo que hago si eso es lo que te preocupa, además un viejo amigo viene en camino a ayudarme –– dijo terminando de quitar el peldaño –– deberías irte, no querrás llegar tarde –– le comentó comenzando a quitar el siguiente.

Alex no le llevó la contraria por lo que salió del edificio rogando porque todo le saliera bien. Cuando llegó a la estación los dos oficiales ya se encontraban allí, y como cosa rara estaban cuchucheando.

–– ¿Cuál es el chisme de hoy? –– les preguntó a sus espaldas sobresaltándolos.

––Joder Smith, nos has sorprendido –– respondió el de la derecha.

––Claro, sorprendido –– dijo riendo –– ¿de qué tanto hablan?

––El sargento ha llegado hace poco en compañía de la sra. Pines, que te digo que por la cara de ambos no es nada bueno de la que hablan –– le informó el de la izquierda.

Rose Pines, la hermana de Audrey se encontraba en el mismo lugar que él, le cosquilleaban los pies por ir a la oficina a su encuentro.

––Sea de lo que sea que estén hablando no nos compete, así que dejen de cuchuchear y pónganse a trabajar –– les ordenó caminando a su lugar.

––Ay por favor, como si hubiera mucho trabajo por hacer.

––Además, no nos puedes negar que… –– comenzó a decir uno de los oficiales pero dejó la oración a medias.

 Alex quién estaba buscando en la gaveta del escritorio, levantó la vista para preguntarle el por qué se había callado. La puerta de la oficina del sargento estaba abierta y Rose Pines caminaba hacia la salida con expresión de póker plasmada en su cara, cuando pasó por el escritorio del detective le dedicó una vaga mirada que le produjo un escalofrío en tono el cuerpo. Cuando hubo salido, el ambiente de la estación se sintió diferente.

–– ¿Qué ha sido eso? –– preguntó uno de los oficiales.

Le miró tratando de responderle pero ni él sabía que había sido todo aquello, por lo que se limitó a encogerse de hombros; cada uno fue a su lugar sin quitarle la miraba, pero seguían siendo ignorados. Alex intentó concentrarse en lo que leía pero solo pensaba en la mirada que Rose le había dado, ¿sabría ella algo que él ignoraba? Tal vez. El día transcurrió de esa forma, el sargento encerrado en su oficina sin dar señales de vida, Alex moliéndose la cabeza y ambos oficiales murmurando sobre el hombre frente a ellos y de su jefe. Cuando dieron el siete menos quince el sargento salió de su oficina acomodando el saco.

–– ¿Estás listo? –– preguntó deteniéndose frente a Alex, qué le miraba sin entender –– Para la cena, mi sobrina me ha dicho que te ha invitado, ¿lo has olvidado?

––No, solo no he comprado el vino, no quiero llegar con las manos vacías –– se apresuró a decir levantándose y colocándose su abrigo.

––De camino lo puedes comprar –– respondió girándose hacia los oficiales –– en lo que lleguen sus compañeros pueden retirarse, y dejen ya de murmurar como viejas chismosas.

Caminó a la salida con Alex pisándole los talones tomando dirección a la mansión, deteniéndose en el mercado para hacer la pequeña compra. Retomaron la caminata sin emitir palabra alguna, el sargento iba inmerso en sus pensamientos, agobiándose, Alex por su parte sintió nuevamente la extraña sensación de la mañana. En cuánto llegaron el sargento llamó a la puerta solo por educación, pero Alex no pudo evitar observar cómo le temblaba ligeramente la mano, antes de que pudiera hablar la puerta se abrió dejando ver a una mujer mayor.

–– ¡Pero si son los dos mejores policías de todo el pueblo! –– exclamo riendo.

––Es un gusto verte nana –– le respondió el sargento abrazándola, cuando se separaron le quito el vino a su compañero y se lo entregó a la mujer, adentrándose al lugar.

––Alex Smith –– dijo mientras lo envolvía en un abrazo.



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En el texto hay: misterio, traicion, pueblo

Editado: 27.02.2022

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