La Maldición de Los Pines

Capítulo 25

Las imágenes que pasaban frente a sus ojos eran inestables, no se mantenían fijas por más de dos segundos, apenas eran un breve vistazos, tampoco podía identificar ninguna voz todas hablaban a la vez, era la peor visión que alguna vez había tenido.

Las imágenes cada vez iban más rápidas, las voces hablaban cada vez más rápido y un pitido comenzaba a molestar en sus oídos; antes de que terminara, pudo distinguir una voz de entre tantas

––Evolet… –– era un susurro leve, casi inaudible –– Faith… No puedes salvarlos a todo… –– dijo en forma de burla.

––Basta –– suplicó.

––Me pregunto, ¿quién será el afortunado en acompañarlos esta vez?

––Basta –– gritó.

––…Scivi… –– alguien le hablaba pero se oía muy lejano.

––Yo qué tú no lo intentaría tanto, digo, siempre termina igual, ¿o es que acaso ya lo olvidaste? –– seguía burlándose aquella voz.

No podía verle, las imágenes desaparecieron y ahora todo estaba en blanco, significaba que ya acabaría, pero aún no sabía lo que significaba. Antes de que pudiera responder, todo se volvió negro y de nuevo estuvo iluminado pero por los bombillos del salón del departamento, tuvo que parpadear para adaptarse a ese cambio brusco de ambiente. Seguía sentado en el sofá, ahora con ambos hombres a cada lado con cara de preocupación sosteniendo sus brazos con algo de fuerza.

–– ¿Está de vuelta? –– preguntó el detective.

–– ¿Quién está de vuelta? –– preguntó confundida.

––Sí, ya la podemos soltar –– le respondió Adiutor soltando un brazo seguido de Alex.

–– ¿Por qué me han agarrado de esa forma?

––Ha lanzado un hechizo –– explicó Alex.

––Y nos hubieras matado si no te hubiéramos detenido –– agregó Adiutor –– ¿estás bien? ¿Qué has visto?

––No lo sé, han sido imágenes confusas, han sido más que todas viejas memorias –– dijo confundida.

–– ¿Eso es malo? –– preguntó preocupado Alex.

––No lo sé, es la primera vez que me sucede.

––Será mejor que nos retiremos, necesitas descansar –– le dijo su amigo.

Scivi solo se limitó a asentir mientras se levantaba con ayuda de Adiutor, aún estaba confundida, no estaba segura de cómo debía interpretar aquella visión. En la puerta Adiutor se giró a verlo.

––Guarda bien esa caja, niño bonito –– dicho eso, salió del lugar junto con su amiga.

Alex quiso detenerlos, pero se contuvo, no era el mejor momento para que seguir agobiándolos con sus preguntas. Se sentó y comenzó a guardar todo  dentro de la caja, esa noche había obtenido mucha información y aunque quisiera releer la carta y leer lo que la última contenía, no tenía cabeza para nada más que ir a su cama y dormir, cosa que no logró. Dio muchas vueltas en la cama tratando de conciliar el sueño, harto de dar tantas, se levantó y fue a la cocina por el típico vaso de leche caliente, cuando estaba pequeño lo odiaba, ahora admitía que era un buen método para poder relajarse.

Cuando volvió a la habitación no pudo evitar echar una mirada a la caja que se encontraba encima de la cómoda –– ya que no tuvo ánimos de colocarla detrás de esta ––, seguir su instinto, las coincidencias no existen, su padre siempre le  repetía esas palabras, ¿no poder dormir era una señal para que volviera a abrir la caja? Estaba claro que no lograría dormir si no echaba un vistazo, agarró la caja y la dejó en medio de la cama, de la segunda gaveta de la cómoda sacó la vieja libreta de su padre y su bolígrafo negro; iba a anotar todo aquello que considerara importante.

Releyó dos veces cada una de las cuatro cartas, cuando finalizaba una anotaba en su libreta y comenzaba con la otra, sólo cuando finalizó por segunda vez con la última se dio cuenta de algo importante. La cuarta carta fue escrita el dieciocho de noviembre de mil novecientos dieciocho, fue el año en el que Audrey falleció, ¿sería esa la fecha exacta de su muerte? Ella escribió que tendría que confrontar a su enemigo y que aquello podría significar que  terminaría con un muy mal final para ella; ¿de verdad piensas que se suicidó? Recordó la pregunta de Adiutor la cual él no le había respondido, pero si le volviera a preguntar su respuesta sería no, no creía que Audrey se hubiera suicidado, y si ella no provocó su muerta solo significaba una cosa, alguien la asesino, pero, ¿quién la quería muerta o por qué? Lo otro en lo que cayó en cuenta es que también escribió que tenía un hijo –– el cuál le fue arrebatado ––, el niño habría nacido ese mismo año entre abril y noviembre ya que la tercera carta hablaba de que ella se encontraba mal de salud a principios de ese año –– quizás por el embarazo ––. Si su hipótesis era cierta, tendría veintisiete años, la misma edad que, no, era imposible, “En nuestro mundo querida, esa palabra no existe” Otra vez las palabras de Adiutor se repetían en su cabeza, “Las casualidades no existen, hijo” las de su padre también se hicieron presentes.

Entro en colapso por unos segundos muchas preguntas formulándose en su cabeza sin ninguna respuesta, ¿sería esa la verdad de la que tanto hablaban los hechiceros? ¿La verdadera etiqueta de la muerte de Audrey? ¿Su hijo? Pero seguía habiendo algo que faltaba, ¿Dónde quédame Matt en todo esto? ¿Por qué murió el también? ¿Tendría conocimiento sobre el hijo de Audrey? O peor, ¿sería él el padre del hijo de Audrey? Lo peor de todo es que ni siquiera tenía a alguien que le pudiera responder siquiera una de sus tantas interrogantes, por mucho que lo intentara a quién le preguntara dirían que el solo tendría que descubrirlo o evitarían el tema por miedo.



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En el texto hay: misterio, traicion, pueblo

Editado: 27.02.2022

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