Era sábado, el sargento les había dado el fin de semana libre.
Alex no tenía gran cosa que hacer, había estado disfrutando de la tranquilidad que esa semana le otorgó. Dispuso de toda su mañana para ordenar el departamento, lavar toda su ropa limpia y hacer mercado — ya era suficiente eso de estar comiendo en la cafetería todos los días —. Estaba terminando de limpiar la cocina cuando el toque en la puerta anunció la llegada de una visita.
—Alex — dijo la mujer en forma de saludo cuando abrió.
—Marie, ah, pasa — dijo haciéndose a un lado para que la mujer pasara — no te esperaba por aquí — confesó mientras cerraba la puerta
—Créeme, yo tampoco — le informó caminando al salón.
—Ponte cómoda, prepararé café y…
—Alex, no tengo mucho tiempo, por lo que iré directo al grano — le cortó sentándose en el sofá.
—De acuerdo — dijo mientras se sentaba en el sillón frente a la mujer — ¿de qué debemos hablar?
— De Audrey y de todo lo que sabes con respecto a ella.
—No sé mucho más de lo que dije esa noche.
—Niño por favor, te conozco, nunca sueltas toda la información a la primera.
— ¿Por qué tanto interés de pronto? — Le cuestionó — Creo recordar que me dijo que dejara el tema en paz.
—Sí, lo dije, pero hay momentos en nuestras vidas que tenemos el poder de evitar y no lo hacemos por temor o porque simplemente ya es muy tarde — hizo una pausa tomando una respiración onda — Alex, hice una promesa hace años, y ahora no se sí hice lo correcto, por eso necesito que me cuentes todo lo que sabes de Audrey — dijo lo último en forma de súplica.
—No sé mucho más de lo que ya le he dicho — le respondió tras unos segundos, era la primera vez que veía a la nana de esa manera.
—Alex…
—Le estoy diciendo la verdad, ¿quiere que le mienta? — le dijo con sarcasmo.
—No te creo nada, pero sé que aunque insista no me contarás nada — dijo resignada — por lo menos, ¿podrías decirme como comenzaste a investigar sobre ella o lo qué te llevó a hacerlo? — eso era algo que por mucho que lo pensara, no obtenía respuesta.
—Eres una mujer muy religiosa Marie, y no sé si me creerás — fue honesto, la nana nunca creyó en esas cosas y temía su reacción — pero el primer día, cuando llegué, la vi.
— ¿Cómo que la viste? — preguntó confundida, temiendo la respuesta.
—En el sótano — murmuró, era la primera vez –– dejando de lado a los hechiceros –– que le contaría a alguien sobre su encuentro con Audrey —, esa noche hubo un fallo de luz, por lo que bajé para buscar unas linternas; ella apareció de la nada y se me quedó mirando.
— ¿Qué ella qué? — Preguntó aturdida — ¿cómo iba vestida?
—Llevaba un vestido blanco, pero estaba todo rasgado y lleno de barro.
La mujer se llevó ambas manos a la boca ahogando un grito, se repetía internamente que tenía que calmarse que se estaba precipitando y que tal vez era un error, no, definitivamente era un error, no podía estar pasando nuevamente. Dirigió su mirada a Alex, quién la veía sin entender muy bien que hacer, no quería causarle ningún infarto a la pobre mujer, suficientes problemas tenía ya como para sumarle otro.
— ¿Estas completamente seguro que era ella? — preguntó Marie luego de un rato.
—Completamente.
— ¿A qué hora fue? — dijo con urgencia.
— ¿Qué cosa? — no estaba entendiendo muy bien su pregunta.
— ¿A qué hora la viste? — si era a la hora que ella creía, era malo.
—No lo sé, estaba oscuro y no cargaba mi reloj, ¿por qué? — por alguna razón recordó las palabras de Adiutor cuando regresaron al departamento luego de que la sra. Del 3-C casi lo matara — la primera vez —.
—Alex, esto no es un juego, de verdad necesito que me digas todo lo que sabes con respecto a Audrey — estaba seria, de la misma forma que él lo estaría si interrogara a un sospechoso.
—Nana, ya te dije que…
—Ambos sabemos que me mientes — le interrumpió — más de una vida está en peligro, esto no es un juego.
— ¿A qué se refieres?
La mujer lo miró unos segundos, cuestionando si debía decirle toda la verdad, o seguir negándola — Cuando Audrey murió — comenzó a contarle sin verle — todo se volvió un caos, y no hablo solo de la pequeña familia que conformaba junto con Rose, hablo de todo en general, fue la primera y única vez que algo así ocurrió en el pueblo — hizo una pausa, a pesar de los años, no dejaba de doler —. Dos semanas después comenzó lo que muchos catalogaron como el infierno mismo, fueron noches de vela, sin poder dormir; con temor a que si cerraban los ojos, al abrirlos, sus niños ya no estuvieran.
— ¿Qué ocurrió? — esa parte de la historia no la conocía, y dudaba que alguna vez lo hiciera.
—Audrey, eso ocurrió — suspiró con pesar — su fantasma, su alma o como quieras llamarle aún se encontraba en este lugar, precisamente en este edificio — volvió a hacer una pausa, con el nudo en la garganta haciéndose cada vez más presente — su voz se oía en distintos lugares del pueblo, todos la oíamos pero quienes acudían a su llamado eran los niños — un escalofrío le recorrió mientras lo decía — tarareaba la canción de cuna que le enseñé, los niños venían corriendo al edificio tras escucharla, cuando sus padres se daban cuenta corrían detrás de ellos para atraparlos y cuando evitaban que entraran un grito salía de aquí — cada palabra que decía, la devolvía a esos días —. Eso pasó durante un par de semanas, siempre a la misma hora, nueve y doce de la noche.