Silencio, eso era lo que los rodeaba.
Audrey Pines no se había suicidado, la asesinaron y su asesino fue la última persona que ella hubiera pensado. Ahora entendía el aspecto de la chica del sótano y su suplica de ayuda.
—Hay algo que no logro entender — le dijo el detective luego de unos segundos —, en los diarios no hay mucha información, ¿cómo es que sabe el origen de la maldición? — preguntó.
—Cuando dio su última respiración y su corazón dejó de latir, tuve una especie de visión y me trasladé a ese momento, a su boda, era una espectadora más — le explicó — creo que eso ocurría con todas o tal vez no.
—Entonces, ¿tomó la idea de hacer pasar el asesinato de Audrey como suicidio tirando su cuerpo por el balcón?
—Tal cual Faith Anderson lo hizo.
— ¿Nadie la vio salir de la iglesia? — recordó a la mujer del mercado la primera vez que vieron a Breela.
—Todos estaban reunidos en la plaza — le recordó —, salí de ahí y regresé a la casa. Marie se había quedado dormida así que no tuve que darle explicaciones.
— ¿y no sintió culpa o remordimiento?
—No.
— ¿Qué pasó con Matt? ¿También lo asesinó? — no dudó en preguntar.
—Él llegó la mañana siguiente justo antes de que alguien encontrara a mi hermana, tuvo que mantener la calma mientras nos mostraban su cuerpo.
— ¿y él médico no le dijo nada con respecto a los rasguños o el corte en su brazo? — aunque hubiera ocurrido veintisiete años atrás, eso eran señales que no pasan por alto tan fácilmente.
—Yo admití que peleamos la noche anterior, por eso los rasguños y que después de eso ella salió corriendo, pero que no tenía idea del porque el corte — dijo encogiéndose de hombros —. Cuando llegamos a la casa, Matt explotó me culpó de todo, también se culpó a sí mismo por dejarla sola conmigo, dijo que aunque le costara pagaría por ello.
—Él sabía que usted era la culpable.
—No, él lo sospechaba pero no tenía evidencia sólida para culparme — le aclaró.
— ¿Por qué murió? — aun no lograba entenderlo.
—Matt pasó las dos siguientes semanas acostumbrándose a su hija, sus horarios, sus demandas, estaba aprendiendo a ser padre soltero, vivía aquí porque Marie le ayudaba; le confesó todo a sus padres y estaba esperando el momento indicado para conversar conmigo. Me dijo que cualquier acuerdo entre su padre y yo se rompía, me dijo que se iría del pueblo junto con Breela y se llevaría a Marie para que le ayudara, que lo mejor era que cada uno se olvidara de la existencia del otro. Se iría y me dejaría sola, recordé a Audrey diciéndome que él jamás me amó y que cada que viera a su hija la recordaría a ella, simplemente, no lo soporté. Al día siguiente cuando ya se iba le ofrecí un trago, para que supiera que no le guardaba ningún rencor.
—Le dio veneno — murmuró Alex.
—Dedalera o digitalis — confirmó ella — no es letal, pero si se da en sobredosis causa un infarto. No pudo llegar más allá de la entrada de la mansión cuando se desplomó en el suelo.
—Pero la maldición — no estaba entendiendo, algo faltaba en todo eso.
—Ya sé lo que dice la maldición, pero tal vez ya está rota. No hay otra hija, no hay un hombre por el cual pelear, la edad en la que se supone debe morir ya pasó, la maldición ya no existe — lo decía con tanta seguridad que Alex casi le cree, salvo por todo lo que Scivi y Adiutor le habían dicho, y había algo que siempre repetían en latín, la maldición debe cumplirse, entonces, ¿por qué Rose estaba tan segura de que ya se había acabado?
—Ahora, ¿qué hará conmigo? — preguntó nervioso, temiendo la respuesta.
—Oh, eso es fácil querido — dijo sarcásticamente — todo esto lo he dicho en secreto de confesión, pero ambos sabemos que no dudarás en hundirme con tal de que todos sepan la verdad, así que no me queda más opción — tras decir aquello, sacó un revólver de su espalda y no dudo en quitar el seguro.
—Rose, baje el arma, no hay necesidad de ello — dijo de forma tranquila con las manos en alto, no dudaba en que era capaz de jalar del gatillo, si lo hacía no había nadie que pudiera ayudarle.
—He guardado durante años este secreto, he protegido, amado, cuidado de Breela, soy su madre, ni tu ni nadie va a cambiar eso — gritó.
Alex escuchó un “tírate al suelo” de forma susurrada y no dudó en seguir la orden. Todo sucedió en cuestión de segundos, Alex tocó el suelo mientras el sonido del disparo se escuchó seguido de un jadeo. Rose estaba paralizaba mirando la dirección hacia donde había disparado, Alex siguió su mirada y también se paralizó, la bala no le había dado a la pared, sino al pecho de una persona, al pecho de Breela.
Alex reaccionó al mismo tiempo en el que el cuerpo de Breela flaqueaba, la atrapó entre sus brazos dejándose caer nuevamente en el suelo, su camisa estaba comenzando a llenarse rápidamente de sangre, Alex tenía una mano en pecho haciendo presión, tratando de detener el sangrado, ¿Qué se supone que hacia ella ahí? Debía estar en Vancouver. Se escuchó el sonido del arma cayendo en seco y los pasos de Rose acercándose y arrodillándose al otro lado de Breela.