Enero veinte, dos mil dieciocho.
Veía la nieve caer por la ventana del auto, llevaban seis horas de viaje y faltaba media hora más. A medida que se acercaban su ansiedad aumentaba, hacia una semana que se habían encontrado una libreta y habían buscado el lugar a donde se dirigían, bendito sea el internet, pensó. A su lado su hermano estaba manejando, igual de ansioso que ella, por mucho que leyeron una y otra vez aun no lograban creer en todo lo que leyeron.
Pasada la media hora lograron visualizar la entrada del lugar, a medida que avanzaban sus corazones se iban acelerando, aparcaron a unas cuadras del hotel, bajaron del auto con algo de nerviosismo, todo a su alrededor lucía normal. Llegaron al hotel, dieron su información y les entregaron las llaves de sus habitaciones, una vez se ducharon y cambiaron salieron del hotel en dirección a la cafetería, según el mensaje ese era el lugar de encuentro.
Al entrar el fuerte olor de café mezclado con chocolate les golpeó el rostro, la cafetería estaba llena de turista al igual que ellos y uno que otro lugareño, se sentaron en una de las mesas del fondo al lado de la ventana tras hacer su orden.
— ¿Crees que vengan? — preguntó la chica al sentarse.
—Tal vez nos han mentido, quién sabe.
— ¿y sí lo que escribió el abuelo es verdad? Digo, siempre nos contaba esa historia — le recordó.
—Estamos por saberlo.
Luego de unos minutos una mujer y un hombre entraron al local, la mujer observaba el lugar buscando a su cita mientras el hombre se quejaba del frío.
—En serio, es el peor invierno que hemos vivido — le comentó.
— ¿No decías lo mismo del otoño del cuarenta y cinco? — le preguntó la mujer comenzando a caminar al encontrar a quienes buscaba.
—Estaciones diferentes, pero igual de horribles.
—Ustedes deben ser los Casey — dijo la mujer al llegar a la mesa.
Los jóvenes levantaron la mirada al mismo tiempo, sorprendidos.
—Sí, somos nosotros — dijo la chica luego de unos segundos —, él es mi hermano Matt y yo soy Faith — se presentó tendiendo la mano.
— ¿Faith? — repitió la mujer mientras se sentaban.
—Es un nombre en latín, mi abuelo lo sugirió.
—De acuerdo — murmuró el hombre —, ¿por qué nos contactaron?
Matt se removió en la silla inquieto mientras miraba a su hermana — quién era la que lo había arrastrado a todo ese asunto —, esperando que hablara.
—Encontramos esto en el ático, entre las cosas de mi abuelo — explicó ella mientras sacaba una libreta —, tiene escrito una época de su vida mientras era detective, justamente en este lugar — dijo mientras les entregaba la libreta para que leyeran —. Hay muchos nombres que se repiten, pero dos de ellos los encontramos en unas tarjetas en otra caja.
—Las coincidencias no existen — murmuró el chico —, o eso siempre decía el abuelo.
—Son ustedes, ¿verdad?
Las personas frente a ellos observaban la libreta con asombro, nunca imaginaron que el detective que algún día conocieron hubiera registrado cada uno de sus días en ese pueblo en aquella libreta y sobre todo, lo referente a los Pines.
—Lo somos — murmuró la mujer.
—Todo lo que escribió el abuelo es real — murmuró el chico —, eso explica muchas cosas.
— ¿A qué te refieres? — preguntó Adiutor.
—Nuestra familia en su mayoría está conformada por hombres, cuando nuestra madre nació se dice que nuestros bisabuelos, digamos que se volvieron locos, y no fue hasta que nuestra madre cumplió más de treinta años que dejaron su paranoia, o algo así dicen.
Ambas personas se miraron por segundos, sabiendo el motivo de su paranoia, pero recordaron que eso no tendría por qué ocurrirle a la familia del detective, a menos que…
— ¿Sus bisabuelos dijeron? — cuestionó Scivi.
Ambos hermanos asintieron antes de hablar — Alex Smith y Breela D´Balla — dijeron al unísono.
—Ironías de la vida — dijo de forma divertida Adiutor —, no los juntó como pareja sino como consuegros.
—Entonces si es verdad todo lo que está escrito en esa libreta.
— ¿Por qué es tan importante? — preguntó Scivi.
—Hace unos años murió Breela, no sabemos muy bien cuál fue el detonante de la discusión pero el abuelo Evan le estaba gritando al abuelo Alex, reclamándole que él y Breela le vieron la cara de pendejo tanto a él como a la esposa de Alex — explicó Matt.
—Alex murió hace un par de meses, después de cumplir años, nunca tuvo la oportunidad de aclararle las cosas a Evan porque este último no lo permitió, pero todos en la familia estaban entre la espada y la pared, cada quién le cree a su padre, las reuniones entre nosotros han sido un poco hostiles desde entonces — finalizó su hermana.
—Y con esto quieren hacerles ver que no fue así — dijo la mujer.
—Exacto, queremos explicarles por qué los abuelos estaban todo el tiempo cuchicheando, temían por nosotros no porque estuvieran engañando a sus esposos.