La Maldición del Corazón Herrante.

Capítulo IV: La Búsqueda de la Venganza

Corrí de vuelta al bosque, las ramas y las zarzas rasgaban mi vestido y mi piel. No sentía el dolor físico, solo la punzada agonizante de haber herido al único hombre que me había mirado con amor incondicional.

Llegué a la cabaña hecha un desastre, la desolación me invadía. Me arrodillé en el centro, donde el círculo de protección de mi padre todavía existía débilmente, y dejé escapar un grito de dolor.

La maldición era irreversible a menos que Morgana la deshiciera. Y ella jamás lo haría.

—Ella me quiere muerta, o sola, consumida por mi propio poder —me dije a mí misma, con los puños cerrados—. Pero no dejaré que lo mate. ¡No lo dejaré!

El terror a perder a Julian se transformó en un frío y cortante deseo de venganza. Si mi madre quería guerra, la tendría. Pero esta no sería una guerra de sumisión, sino de ruptura.

El único lugar donde encontraría el conocimiento para romper un hechizo de la Oscuridad era la biblioteca prohibida de la familia Thorne, el santuario que mi madre custodiaba. Estaba en las profundidades del sótano, protegida por cien años de encantamientos.

Esperé hasta la medianoche. El bosque estaba en silencio, solo roto por el aullido distante de un coyote. Morgana dormía, o eso esperaba, pues sabía que su descanso era ligero.

Me deslicé por la escalinata que conducía al sótano. Olía a tierra húmeda, a cera antigua y a poder concentrado. La puerta era una losa de piedra gris, grabada con los símbolos del pacto. La vi: la runa de la Sangre Eterna, el Ojo de la Devoración, el Símbolo del Corazón Errante.

Tuve que recurrir a la magia. No a la de mi madre, la oscura y hambrienta, sino a la que mi padre me había enseñado: la magia de la tierra, de la conexión. Puse mis manos en la piedra.

—Terra mutatio. Radix libera. Apertura —susurré, con el antiguo gaélico que mi padre me había enseñado.

La piedra gruñó. Las runas brillaron con un fuego negro por un instante, el poder de Morgana luchaba contra mi intento, pero el amor de mi padre, imbuido en el viejo encantamiento, me dio la ventaja. Lentamente, la losa se deslizó, revelando la oscuridad de la biblioteca.

Entré. El aire era frío, los estantes llenos de volúmenes encuadernados en cuero de aspecto sospechoso y papiros resecos. La búsqueda comenzó.

Día tras día, leía. Los ojos me ardían, el hambre en mi pecho seguía su drenaje lento. Sentía el sufrimiento de Julian a kilómetros de distancia, como un hilo tensado entre mi corazón y el suyo. Cada palabra que leía era una carrera contra el tiempo.

Finalmente, lo encontré. Un tomo antiguo, sin título, solo marcado con una pluma negra. Las páginas olían a azufre.

La sección se llamaba: "El Deshacer del Pacto: El Sacrificio de la Voluntad".

El texto estaba escrito en un dialecto arcano, pero pude descifrarlo. Para deshacer un conjuro de la Oscuridad que implicaba la "Devoración del Corazón", se requería un ritual triple:

La Ruptura del Deseo: El brujo debe desear la muerte del objeto de su amor más que su vida.

El Sacrificio de la Raíz: El brujo debe beber la sangre del ancestro que juró el pacto.

El Acto Final: El brujo debe ofrecer su propia voluntad a la Oscuridad.

Al leerlo, sentí que las fuerzas me abandonaban.

—Deseo la muerte de Julian... —Me reí, un sonido histérico. Era imposible.

Pero al pasar la página, encontré un añadido, una nota escrita en una caligrafía familiar, la de mi padre, Silas Thorne.

"Elara, si lees esto, debes saber que hay otro camino. El Pacto, como toda magia oscura, es un espejo deformado. Lo que exige la Oscuridad no es la acción, sino el Símbolo. La Devoración. El Sacrificio. La Voluntad."

El Sacrificio de la Raíz no es beber la sangre, sino devolver la sangre robada al ancestro que la juró. (Morgana roba la esencia de su propia madre para renovar el pacto).

La Ruptura del Deseo no es desear su muerte, sino desear la maldición sobre el Devorador. (Transferir el Hambre a quien la impuso).

El Acto Final no es entregar la voluntad, sino ofrecer el corazón maldito como la llave de la libertad, un corazón que, por haber conocido el amor puro, es inaceptable para la Oscuridad.

El camino de mi padre era un plan audaz. Usar la propia maldición de Morgana contra ella. Pero para devolver la sangre robada, tenía que enfrentarla en el momento de la renovación. Y para transferir el hambre, tenía que desearlo con toda mi fuerza, mi dolor y mi venganza.




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