La maldición del sol

Capítulo X: Ilusión de asesinato

—¡Despierten, despierten! —Joan recorría los pasillos a todo dar, corriendo de forma estruendosa para levantar a su familia. El frío de la noche ya no era suficiente como para impedirle que corriera descalzó sobre las tablas de madera, de tal modo que se clavó varias astillas en el proceso.

Pero ya nada importaba. Había buscado a Amanda por toda la casa, e incluso por el patio, pero no había señales de ella por ninguna parte. Por eso había que encender la alerta familiar, y como era costumbre, la primera en abrir los ojos y salir desorientada del cuarto era su prima mayor, Jixy, quien todavía soñolienta, le tiró una pantufla al joven para que se callara.

—¿Qué te pasa? ¡¿no ves que estaba...?!

—Amanda no está en la casa —soltó de golpe, haciendo que la joven que tenía enfrente palideciera del asombro. Inmediatamente sus tíos salieron de la habitación, seguidos de los menores de la familia, Jin y Jimy.

—¡¿Cómo que no está, Joan?! ¡Tiene que estar por algún lado! —refunfuñó Jixy, tirando su gorro de dormir al suelo para despejarse. El piso crujía bajo sus pasos estresados, acompañado de sus constantes maldiciones, palabras que no podrían terminar de desconcertar a su madre.

—¿Amanda no está? —preguntó la mujer mayor, sosteniendo el rostro del muchacho de cabello cobrizo con insistencia—. ¿C-cómo? ¡Joan, responde!

—La buscaré en el jardín. —Su tío salió disparado hacia el exterior, pero se detuvo al notar algo peculiar en la sala—. La puerta está abierta...

—¡Te dijimos que la cuidaras y tú...!

—¡JIXY, ya basta! —su madre le reprendió, sobándose las sienes para recuperar el control. En su mente no se podía concebir la idea de que su pequeña Amanda estuviera corriendo por ahí, afuera, en la oscuridad y frío de la noche, e incluso con una mano herida. Estaba en mucho peligro—. Joan... ¿la buscaste afuera?

—E-en el patio...

—Pues vamos a ver si está en...

Una risa ronca y burlesca interrumpió la conversación.

La familia giró a ver a todas partes en busca de la dueña de tal sonido, y la verla, dieron con las facciones sonrientes de su abuela, parada en medio de la oscuridad de uno de los pasillos del fondo. Joan dio un salto para atrás al encontrársela así como así, era hasta cierto punto terrorífico.

—¿A-abuela...?

—¿Se preguntan dónde está la chiquilla rubia? —La voz de la mujer de edad avanzada salió en un extraño farfullo que los hizo estremecer—. Pues aquí no la van a encontrar, está con el niño maldito. Lo vi.

—¿Q-qué? —Su tía caminó hasta ella—. D-debió ser un sueño, mamá... vete a acostar...

—¡Tonterías! —La mujer se soltó del agarre y, a pesar de tener la peor vista del mundo, empezó a bajar las escaleras a paso lento pero seguro. Luego volteó la cabeza, como si quisiera indicarles algo—. ¿No van a venir? Digo, si es que quieren encontrarlos. Sé dónde están.

✨✨✨

Lo estático de la cabaña del bosque era profanado por los extraños vientos que se colaban por las rendijas

        

Lo estático de la cabaña del bosque era profanado por los extraños vientos que se colaban por las rendijas. La mudez hacía que el corazón de Amanda latiera con más fuerza, sobre todo al ver las expresiones enojadas de los seres alados, y el semblante impaciente de Zahira.

—Bien, princesa. Supongo que tendremos que contarte. —Meissa le enfocó a la rubia sus ojos vacíos y plateados, los cuales, junto a los de su compañera, esparcían chispas de tonalidades suaves por toda la acogedora cabaña. Chispas que Zahira alejaba con sus alas azules.

—¿Q-qué es lo que tienen que... —Amanda tragó saliva— contarme?

—A mí también. No pasaré por alto que unas hadas de dominancia inferior hayan dañado al primogénito de la luna —se alzó la voz autoritaria de Zahira, quien fulminaba a las pequeñas hadas con sus ojos oceánicos e intimidantes. Pero ellas no cedieron, se mantenían firmes ante cualquiera que intentara doblegarlas.

—Tú te callas —comandó Adhara, haciendo un ademán con la mano para quitarle importancia a lo que la peliazul había dicho. Sus ojos cobrizos volvieron a enfocarse en los de Amanda—. Bueno... no hemos sido del todo sinceras contigo, ¿sabes? Hay cosas...

—Hay cosas que... por el bien de Tye, tuvimos que esconder —completó Meissa, mordiéndose los labios por la ansiedad que sentía al tener que contar todas aquellas cosas que, en una noche oscura y tétrica, intentaron que su pequeño Tye no presenciara. Cosas que los tres se querían llevar a la tumba. Cosas que... los habían cambiado—. Tye, como te habrás dado cuenta, es el hijo de la luna y...

—¿P-pero eso no significaría que él es hijo de...?

—De la diosa de la luna —completó Adhara, con la mirada entristecida y algo opaca. La habitación se había llenado de una atmósfera mucho más seria que antes, incluso Zahira se había sentado, tenía cierto interés en aquella información—. Tye es hijo de la diosa de la luna...

—¿E-entonces él no debería estar... en... ya saben? En el mundo de...

—Él debería estar ahí. Hubo un acc... —Zahira fue cortada a mitad de su intervención debido a un mal gesto por parte de Adhara. La joven se cruzó de brazos, limitándose a escuchar. Se sentía rebajada, pero no podía formar otra batalla sin permiso de su protegido, estaba atada de manos si quería llevárselo.

—Mira, Amanda. —Meissa se le acercó, esta vez con ojos llorosos que desprendían un aura de pesadez en toda la casa. A la rubia le dieron ganas de sollozar con sólo sentirla, oprimiéndola—. Tye iba a ser el próximo heredero... pero tenía un pequeño secreto. —Miró a Adhara, sin saber qué palabras utilizar para decir tal cosa—.Tye... Tye es como tú, un híbrido maldito.




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