La maldición del sol

Capítulo XXXI: Conexión solar

La noche era fría y desolada, tanto, que Jixy tuvo que abrazarse a sí misma para resistir. Había recorrido ya por lo menos mitad del bosque y no habían conseguido rastro de Amanda, ahora su único consuelo era mirar las estrellas y preguntarles qué había sucedido.

—Hay que regresar, ¿qué tal si Amanda volvió?

Su madre soltó un leve bufido, poniendo los brazos en jarras.

—No lo sé, es que...

—¡Ahhhhhh! —Un grito agudo las sacó a ambas de la conversación, sólo para que empezaran a correr hacia el lugar de procedencia de aquel pesaroso llamado. Si no se equivocaban, ese grito había sido de mujer, y eso sólo podía significar que era Amanda pidiendo auxilio.

Las dos castañas se abrieron paso entre la espesidad del bosque hasta sentir que estaban cerca de la supuesta Amanda, pero al llegar, sin embargo, se encontraron con cuatro siluetas. Jin. Jimy. Su abuela y a un tembloroso Joan que se colgaba de la rama de un árbol para no tocar el suelo.

—Mierda, ¿qué diablos hacen aquí? —masculló Jixy, observando a sus primos con disgusto. Sobre todo al recordar que le había dicho a cierto pecoso que se quedara en casa mientras ella recorría el bosque.

—Íbamos a buscar a Amanda, pero...

—Joan se asutó —completó Jimy, sonriendo de forma angelical junto a su gemelo. Esos diablillos eran exactamente iguales.

—Un momento, un momento. —Su madre se metió en el pequeño círculo de personas, dispuesta a poner control a todos sus sobrinos—. ¿Quién fue el que gritó?

—Joan —dijo el par de castaños.

—Su voz es más femenina que la mía entonces.

—¡Cállate! —El pecoso se bajó con dificultad, con las piernas temblándole. Sus pecas resaltaban más por la anormal palidez en su cuerpo—. E-es que vi... a alguien, pero desapareció.

Jixy le puso una mano en la frente.

—¿Estás seguro de lo que viste?

—No importa qué vio y qué no vio. —Su abuela, con sus gestos poderosos como de costumbre, se abrió paso entre los demás para robar toda la atención. No era mentira que a esa mujer le gustaba el drama—. Tenemos que llegar al punto de reencuentro antes de que sea tarde.

—No creo que esté bien, abuela. —Jixy la tomó de las manos para sacarla del bosque, deseando profundamente que el tiempo extraviada y dando vueltas por ahí no hubiese hecho estragos en su cordura—. Vámonos cuidadosamente y todo estará bien.

—¡Patrañas! —La mujer se soltó violentamente, empezando a caminar lejos del desconcertado grupo—. Muévanse ya, ¿qué esperan? No me pienso perder el espectáculo. —La mujer los miró por encima de su hombro, sonriendo—. Amanda estará allí.

El resto de la familia no tuvo más opción que seguir los pasos, rezando por que su abuela no estuviese enloqueciendo.

✨✨✨

La pesadez en su cuerpo había disminuido bastante, hasta el punto que logró ser capaz de cambiar de posición sin recibir un dolor punzante en la herida de su abdomen        

La pesadez en su cuerpo había disminuido bastante, hasta el punto que logró ser capaz de cambiar de posición sin recibir un dolor punzante en la herida de su abdomen. La mente de Zahira flotaba en un estanque de calma que la mantenía lejos de todas las preocupaciones, lejos de todo lo malo, lejos de todo lo...

—Zahira, despierta. —La voz de Hayes la hizo salir de su ensimismamiento, abriendo los ojos con la cabeza dando vueltas alrededor. Tuvo que pestañear varias veces para que su campo visual pudiera ver el rostro de su compañero, totalmente cerca del suyo y observándola con atención—. Zahira...

—Ya desperté —gruñó, revolviéndose de forma inquieta para recostarse en su hombro. Esa siesta la había ayudado a recompensar la energía, ya ni siquiera le palpitaba de dolor la abertura en su abdomen.

Un momento...

Ni siquiera la sentía.

Palpó y palpó y sus ojos se abrieron de par en par al ver que la herida ya no estaba, había desaparecido. La única prueba de que había estado ahí era la sangre seca sobre su traje azul.

Pero una risa de Hayes la sacó de su nerviosismo.

—Yo lo hice —confesó el rubio, mirándola de una forma más seria que antes. Zahira se encogió en sí misma, confusa ante sus palabras—. ¿Qué? No por nada soy el mejor quásar de mi tipo. —Movió las manos de toma llamativa—. Quería darte la sorpresa.

—¿Me...? Me curaste con tus poderes —balbuceó, aún jugueteando con la mancha carmesí oscura de su traje. Sí, había oído que los que eran como Hayes desarrollaban propiedades curativas, pero nunca creyó que él, luego de todo lo que había sucedido no le guardara ningún tipo de rencor.

Si la situación hubiese sido al revés, juraría que le hubiese arrancado la cabeza al rubio inmediatamente después de reconocerlo. Pero él no, él había superado el asunto, había hablado con ella de forma civilizada y ya todo estaba bien.

No sabía la razón, pero eso la hacía sentir podrida por dentro. Era un ser demasiado impulsivo.

—¿Te sientes bien? —inquirió el muchacho al ver que la nebulosa apretaba la frente contra su hombro, como castigándose—. Z-Zahira.

—Estoy bien, no es nada. —Se separó de él, para después levantarse del suelo. Ahora que ya estaba apta para el combate no podía hacerse la vista gorda y dejar a su equipo a su suerte, pero dejar a Hayes ahí solo tampoco la hacía sentir orgullosa. No quería meter la pata con el rubio de nuevo, quería mover las piezas de su relación con el suficiente cuidado como para no romperlas. No otra vez.

Arrugó las cejas, mordiéndose el labio como gesto de tensión. Su mirada fría ahora reflejaba un poco de angustia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.