Josh
Me desperté alrededor de las seis y media de la mañana para ir a correr y como el día estaba perfecto sonreí al sol.
Hoy era la reunión con el corporativo para aprobar mi nuevo plan de ventas y todo estaba perfecto. Llegué al complejo de departamentos con mi desayuno en bolsa y subí a prepararme. Celia, la mujer que me ayudaba con la casa ya había preparado café bien cargado. Me metí al baño y salí listo a desayunar, nunca me supo tan bien el desayuno.
Cuando vi mi reloj, ya eran las ocho en punto y Kennedy ya me estaba esperando en el estacionamiento. Estaba por cruzar hacia donde estaba él cuando pisé una caca de perro que ensució todo mi zapato. Indignado y asqueado, miré hacia los lados esperando encontrar al culpable. No había nadie cerca.
Esta era otra razón por la cual odiaba a los animales y a sus dueños, no tenían ningún respeto. Dejaban a sus bestias cagarse por donde fuera y no les importaba la contaminación, por no decir de la cantidad de pelos que se tragaban a diario. Horrible.
Maldije por la bajo y Kennedy se acercó con rapidez a ayudarme a limpiar mi zapato.
No iba a permitir que esta cagada arruinara mi día, hasta el momento todo iba perfecto.
Por suerte, el camino a la oficina fue tranquilo, usualmente llegábamos en una hora y esta vez llegamos en cuarenta minutos. Ya estábamos acercándonos al estacionamiento cuando Kennedy detuvo el auto y miró asustado a la entrada. Yo estaba en la parte de atrás así que no podía ver qué pasaba.
—¿Kennedy?
Hubo un silencio inescrutable, entonces los escuché: gritos.
—Señor, me parece que tendrá que ir por la parte de atrás del edificio.
No entendía qué sucedía hasta que el auto se acercó un poco más y lo vi todo. Una multitud de jóvenes estaban parados justo en la entrada del edificio obstruyendo también la entrada al estacionamiento. Debían ser cerca de cien personas, todos gritando cosas y con carteles como el día anterior. Parecía una escena sacada directamente de mis pesadillas, esa gente que gritaba cosas de los animales y todo eso, ahora estaban aquí en las oficinas de La belleza de Atenea listos para la guerra.
Pero eso no era lo peor, sino las fotos y acusaciones que había en sus carteles. Era fácil distinguir evidencias, documentos sacados de quién sabe dónde y nombres, nombres importantes del corporativo. ¿De dónde habían sacado esa información?
Esto iba más allá que una simple manifestación, era una acusación directa a nuestra empresa.
Uno de los carteles decía:
EL TESTEO EN ANIMALES ESTÁ PENADO
LA HIPOCRESÍA DE EMPRESAS COMO LA BELLEZA DE ATENEA DE DECIR QUE NO PRUEBAN EN ANIMALES, ¡LAS PRUEBAS ESTÁN AQUÍ!
Fotos, nombres, documentos. Toda clase de información, incluso mi rostro estaba en uno de esos carteles y decía:
JOSHUA LYLE SU JOVEN LÍDER, ¿LÍDER DE QUÉ? ¿ DE LA CRUELDAD?
No daba crédito a lo que estaba sucediendo, incluso Kennedy estaba más mudo de lo normal.
Pero entonces mi temperamento comenzó a arder como una bola de fuego en mi estómago, no iba a permitir esto. Esto era difamación.
—Quita el seguro, Kennedy.
—Pero, señor lo están...
—¡Quítalo ya! —grité.
Kennedy me obedeció y salí a la calle, más autos estaban igual que el mío, muchos detenidos mirando estupefactos los carteles. Caminé hacia el centro de la manifestación, había un par de jóvenes que lucían como los líderes de este desastre. Una joven de estatura baja y cabello azul miró furiosa a donde estaba, de momento su rostro se me hizo familiar. ¿Dónde la había visto antes?
Entonces lo recordé, era la joven que paró el tráfico ayer, solo que hoy estaba más violenta.
Me acerqué a ella y obtuve su atención enseguida. Sus grandes ojos me vieron con sorpresa, pero estoy seguro de que me reconoció. Ella era la que llevaba el cartel con mi foto.
—No luces tan valiente ahora, ¿o sí? —me burlé. No tuvo tiempo de reaccionar cuando arranqué el cartel de sus manos y lo partí en dos.
Sus ojos me miraron furiosa, sus mejillas enrojecidas de coraje.
—¿Qué vas a hacer ahora? ¿Dar pataletas como niño chiquito? Así es como te ves ahora —respondió valiente.
Señalé al mar de gente que ahora nos miraba a los dos.
—Deshazte de esto si no quieres que llame a la policía.
Esto ya era ir demasiado lejos, no podía permitir que unos jóvenes tontos dañaran la imagen de la empresa y no específico este día tan importante. Ella tendría que entender, las consecuencias de lo que estaba haciendo eran graves. Era difamación.
Si mi amenaza la asustó, no mostró señal de ello.
—Llámala, vamos. Entonces quizá todos podamos platicar de las actividades ilegales que hacen en contra de los animales para poder sacar sus productos.
No entendía de qué estaba hablando. Nuestros productos eran excelentes y nunca infringimos ninguna regla. No experimentábamos en animales, sabíamos que estaba prohibido. Sí, me enteré que algo sucedió hace años, pero eso fue hace mucho tiempo antes de que yo llegara. Mi trabajo precisamente era evitar ese tipo de cosas.
Para eso revisaba a cada departamento así que si sacaron información falsa o algún dato debió ser de parte de alguien de la empresa. Alguien que quería arruinarnos.
Esta joven no estaba al tanto de eso, pero debían ser intereses en común.
—Esto que haces es difamación, no vas a tener una oportunidad. Tú y tus amigos terminarán en la cárcel.
—Ya veremos eso, señor —dijo con arrogancia. Agitó sus pestañas como si estuviera coqueteando y recogió el cartel que tiré —. No pienso irme, tendrás que hacer todo un escándalo.
Sacó su teléfono y comenzó a decir cosas que al principio no entendí. Luego escuché prensa y sus ojos brillaron traviesos.
Estaba loca, loca de remate.
—Si no tienen nada que ocultar pueden venir a entrevistarnos.
Mi reloj marcaba ya las ocho con cincuenta y cinco. No iba a llegar a la reunión a tiempo si seguía discutiendo con ella. La mención de la prensa tampoco ayudaría. Ellos solo querían un titular.