Max
—¿Entonces nos estás diciendo que pongamos un alto al movimiento?
Muchas caras desconcertadas me miraron en busca de una respuesta. Tras la acalorada discusión con el pingüino de Joshua Lyle llegamos a un acuerdo, solo que no sabía muy bien como explicar este acuerdo a mi equipo. Mi hermano Alex, había regresado con su novio, Oliver a casa y traían al bello de Dustin. Su perro golden retriever que adoraba mover su cola a todos lados y lamer a cualquier ser humano cercano.También estaban todos nuestros amigos y compañeros.
Había llamado a una reunión de emergencia para discutir los nuevos planes de nuestro clan, ya que esta nueva movida de parte del pingüino cambió bastante las cosas. Debía admitir que estaba sorprendida de su propuesta, en especial porque él como director de ese lugar debía conocer todas las áreas y saber lo que hacían con los animales. Sin embargo, parecía muy seguro de sí mismo cuando se ofreció a dejarme trabajar ahí. Como si supiera con tal certeza que su empresa no haría tal cosa.
Era su arrogancia, sus ganas de demostrar que tenía la razón aunque no la tenía.
Ahora me daba cuenta que Joshua Lyle debía ignorar todo eso, alguien le ocultaba ese tipo de datos y él andaba por la vida campante pensando que su empresa hacía las cosas bien. Ya quería ver su bonito rostro cuando perdiera.
—El pingüino propuso un plan
Cuando decía el pingüino, todos me entendían. Ese era el nombre de Joshua.
Comencé a explicarles toda la idea, lo que propuso él y cómo eso nos beneficiaría si queríamos encontrar más información importante. ¿Qué mejor haciéndolo desde dentro? Como dicen, mantén a tus enemigos cerca.
Podía buscar más pruebas, algo tan contundente que no podrían negarme nada. Estarían a mi merced y me pedirían misericordia, en especial Joshua. Era un tipo inhumano que parecía vivir de la forma más aburrida posible. Lo peor, parecía disfrutarlo.
Además, daba la impresión de odiar a los animales.
Por eso teníamos el deber de desenmascarar “La belleza de Atenea”, solo así obtendríamos el respeto de los demás. Nos escucharían.
Hubo varias discusiones, en especial de parte de mi hermano.
—¿Estás dispuesta a aguantar a ese imbécil por un mes? —habló Alex.
Me encogí de hombros, sí era malo, pero solo era un mes.
—Encontraré la forma de soportarlo.
—Más te vale sacar jugo de esto, Max. Dependemos de ti en todo esto.
—Por eso mismo quiero hacerlo, si estoy dentro de ese lugar puedo encontrar algo jugoso, muy jugoso, Alex.
Dustin ladró en respuesta como si entendiera la situación. Me acerqué a acariciarlo detrás de sus orejas y él muy contento empujó más su cabeza contra mis manos. Miré a mi hermano en busca de aprobación, pareció aceptarlo con resignación.
—Vale, mientras no te enamores de ese pingüino estirado, todo bien.
Me resultó tan ridícula la idea que me eché a reír por lo alto. ¿Enamorarme de Joshua Lyle? Para que eso pasara o era el fin del mundo o alguien estaba poniendo amortentia en mi chocolate mañanero. O sea, imposible.
—Alex, hermano. Prefiero comerme las cacas secas de Lucifer a tener que ver con otros ojos a ese pringado.
Lucifer era nuestro gato negro. Era un gato muy lindo, pero sus cagadas eran tan monumentales que debíamos sacar bolsas llenas de ellas. Oliver se echó a reír.
—Me gustaría ver eso.
—Asqueroso, ustedes dos —nos señaló Alex —. En fin, solo decía, odio a esos estirados. De hecho, hace rato nos encontramos con un estirado que se quejó por Dustin, ¿puedes creerlo?
—Se creía un rey por leer los carteles de reglas en el parque, ¿quién hace eso? —comentó Oliver.
Rodé mis ojos.
—Suena a que es un idiota, no le hagan caso.
—Si les soy honesto, era muy guapo, pero su poca amabilidad le quitó su encanto —suspiró Alex.
De inmediato pensé en Joshua, aunque ni en un millón de años sería encantador.
Un mes muy largo me esperaba a su lado.
Me había levantado TEMPRANO para mi nuevo trabajo.
Nunca había estado tan deprimida de algo tan mundano. Usualmente mis trabajos se limitaban a repartir pizzas por las noches y ayudar a preparar bonitos ramos de flores. Tener que asistir a una oficina me daba arcadas porque no había nada que odiara más que cuatro paredes y un escritorio.
Ya me había bañado y solo quedaba mi vestimenta. Al abrir mi armario podía encontrar todo tipo de estampados y bordados, nada de colores sobrios o serios. Elegí un vestido azul con rosa su estampado de flores me encantaba y además combinaba con mi cabello. Me puse mis converse blancos y listo.
Cuando salí de mi habitación me encontré a Alex en la cocina, alzó un sartén contento y dijo:
—Decidí madrugar para preparar tu desayuno.
Junté mis labios al mirar la cosa negra que parecía resurgir del sartén. Alex decía que sabía cocinar, pero el tono de esa cosa me decía lo contrario.
Me senté en la mesa y él me sirvió en un plato.
Salté como un sapo y asusté a mi hermano.
—¡Oh, por dios! ¡Está viva! ¡Está viva! —grité tocando su comida.
Alex puso los ojos en blanco ante mi broma. Yo me eché a reír.
—Podrías apreciar mi esfuerzo, mujer.
Le di unas palmaditas en el hombro.
—Lo hago, también aprecio mi vida y por eso prefiero no comer eso.
Agarré un par de tostadas mientras Alex examinó su comida. Llevaba meses intentando cocinar algo viendo tutoriales en YouTube, sin embargo, sus intentos eran fallidos cada vez.
Me dio una mirada.
—¿Eso vas a llevar a tu primer día?
Miré mi vestido de flores.
—¿Qué tiene de malo?
—Nada, nada —una sonrisa malvada cruzó por su rostro —. Seguro al pingüino ese no le gusta, es perfecto.
Sonreímos cómplices. Mientras más lo odiara mejor.