La manifestación del amor | Completa

8

Max
 


Por las mañanas me dedicaba a ir al trabajo de oficina aburrido qué me había asignado Joshua y por las tardes dediqué mi tiempo a mis otros trabajos. Era miércoles y me tocaba asistir a la floristería a hacer encargos. 

Las flores eran lo único en este mundo que me confirmaba lo bello que podía ser la vida. ¿Cómo algo tan bello y colorido tenía el poder de dar varios significados para el ser humano? 

Había flores de todos los colores y tipos, desde lilas, rosas, blancas, rojas, azules. Todas con diferentes significados. Algunas con tintes de tristeza, despidiendo a un amigo. Otras con aires de esperanza. 

El amor resurgiendo de entre tantos colores. 

Preparé un ramo con rosas rojas para un novio que iba a llevarle el detalle a su chica. Me pidió escribir una nota romántica y pensé que todo iba perfecto hasta que me dijo:

—¿Podrías anotar eso mismo en dos tarjetas más?

Me detuve y lo miré. 

No podía ser cierto, seguro había escuchado mal. 

—¿Disculpa? —dije. 

—Que si puedes anotar eso en dos tarjetas más. 

—¿Por qué debería? Solo necesitas una tarjeta para TU única novia, ¿no es así? 

Frunció el ceño. 

—No es de tu incumbencia. 

Puse mis manos en la cintura y lo miré con odio, ¿cómo podía venir aquí y tener el descaro de hacerme cómplice en su infidelidad? 

Pensaba que el romance seguía vivo hasta que pidió eso. 

—No voy a apoyar la infidelidad, no lo hago.

—Es tu trabajo —escupió. 

—Mi trabajo es entregar flores. Las notas no, y menos si se trata de engañar a varias chicas. 

Eso pareció enojarlo porque agarró el ramo y lo lanzó contra el primer bote de basura que encontró. 

—Bien, no necesito de tus estúpidos servicios. 

Alcé mi mano sonriendo. 

—Y yo de clientes idiotas que les gusta engañar mujeres. ¡Ojalá se den cuenta del patán que eres! 

El tipo salió dando un portazo de la floristería. La verdad era muy triste encontrarse con este tipo de situaciones. Ojalá pudiera saber el nombre de esas chicas y avisarles que su novio era un infiel. 

Lástima. 

Quizá había perdido un cliente, pero no podía permitir eso. Recogí el bonito ramo de flores que había hecho de la bote de basura y lo arreglé con cuidado. 

—No es tu culpa no ser entregado, ese tipo era un patán. 

La campana de la puerta sonó y entró Alex que me vio agachada con el ramo. 

—¿Otra vez estás hablando con las flores? ¿Hay posibilidad de que no parezcas una esquizofrénica cada vez que entro aquí? 

A su lado estaba Oliver, el dueño de este local y mi otro jefe. Él me había contratado desde el momento en que vio nuestro departamento decorado con adornos florales qué yo había hecho. 

Había dicho que tenía talento y decidió dejarme a cargo por las tardes de su local, yo era muy feliz trabajando ahí. 

—Las flores escuchan de verdad, Alex —dije molesta. 

—Las flores no hablan, tonta. 

Rodé mis ojos. 

—No lo entenderías. 

—Tienes razón, no tengo problemas mentales como tú —sacó la lengua. 

—Déjala, Alex. Estoy de su lado esta vez. ¿Qué tal estuvo el día de hoy? 

Decidí comentarles del tipo infiel qué lanzó las flores. Los dos quedaron atónitos, ni siquiera Oliver se molestó por perder a un cliente. Él entendía mis razones. 

—No puedo creerlo, ese descaro —comentó Alex. 

—Me alegro que se fuera, Max — dijo Oliver. 

Vi mi reloj y noté que ya eran cerca de las siete de la noche. Usualmente a esta hora se cerraba la floristería, así que Alex y Oliver me ayudaron a guardar todo y juntos fuimos a casa. 

Ellos iban adelante de mí, pero verlos siempre me recordaba que el amor todavía existía a pesar de todo. La situación con ese cliente me hacía enojar porque sabía que existía el amor, lo veía en mi hermano y Oliver. Los dos se conocieron en la facultad de derecho en un proyecto que involucraba derechos de los animales y fue así como surgió la chispa. 

Verlos juntos me dio esperanza de que no todo el romanticismo estaba perdido. Oliver me dio una mirada.

—No te ves muy contenta. 

Mi descontento iba mucho más allá del cliente infiel y tenía nombre y apellido, Joshua Lyle. 

Prometió dar un tiempo mañana para investigar sobre los experimentos en sus productos y yo seguía frustrada. No sabía si creer en su palabra, sin embargo, cuando dije que era un cobarde debí tocar una fibra sensible en él porque decidió mostrarse más "servicial". Estaba segura de que odiaba mi presencia, lo notaba cada día. 

A mi tampoco me agradaba mucho que digamos. 

—Es mi otro jefe —rodé mis ojos. 

—Quizá debas enseñarle una lección —comentó Alex. 

—¿Qué tipo de lección? 

—Se ve que es alguien hermético, quizá si lo sacas de su zona de confort logras algo —intervino Oliver sabiamente. 

Los miré a ambos. 

—¿Desde cuándo son tan sabios ustedes dos? 

Oliver rió, Alex me miró molesto. 

—Siempre he sido más inteligente que tú Maxine, mamá lo dijo: alguien tenía que heredar la inteligencia en esta familia. 

—Mamá nunca ha dicho eso, bicho raro. 

Era verdad que en alguna ocasión lo dijo, pero prefería no admitirlo tampoco. No me hacía quedar bien. 

—Dejen de pelear niños. 

Nos reímos, al menos por unos segundos dejé de pensar en que al día siguiente debía ver al cara de amargado de Joshua Lyle y soportar su aburrida presencia. 

Al día siguiente llegué a la oficina temprano con la esperanza de por fin hacer algo diferente. Me encontré con un Kennedy que me dio instrucciones. Debía ver a Joshua en la zona de experimentos y químicos, la cual se encontraba en una fábrica lejana a las afueras de la ciudad. 

Ni siquiera se molestó en esperarme sino que hizo que Kennedy me llevara. Algo muy grosero de su parte. Anoté en mi "lista de red flags de Joshua Lyle":

«Manda a sus lacayos a hacer el mínimo trabajo por él» 



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En el texto hay: romance, enemiestolovers

Editado: 12.07.2024

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