Max
Lo que se suponía iba a ser un buen día, terminó en un desastre cuando Alex me llamó para pedir ayuda en el refugio de animales al cual ayudaba voluntariamente.
Ambos íbamos cada semana a dejar comida para los animalitos que cuidaban ahí y a veces los ayudabamos con servirles o buscar personas que los adoptaran. Ese día Alex tenía una presentación importante de su clase y me pidió que fuera a ayudar a la señora Claudia, la dueña del refugio. Me había dicho que tres gatos se habían escapado del refugio y estaban desperdigados en un parque de por ahí. Así que no lo pensé y me dirigí primero al refugio para ayudarla a encontrarlos.
Estuvimos recorriendo el parque por varias horas, pero al parecer los michis habían decidido esconderse de nosotras. Cuando miré el reloj me había dado cuenta que ya eran cerca de las dos de la tarde y ni siquiera me había comunicado con Kennedy. Quizá no era un trabajo del todo real, se suponía que debía estar cada lunes ahí.
Mi sorpresa fue ver que quién estaba marcando era Joshua y no su secretario, usualmente nunca tenía contacto directo con él.
—¿Hola? —contesté dudosa, a este punto no sabía que actitud me encontraría de él.
—No hablo porque me importes —aclaró con su voz aburrida e indiferente —. Simplemente tengo curiosidad, ¿has decidido renunciar?
—¿Acaso cuando falta un trabajador un día se considera que renunció?
Hubo un silencio un par de segundos.
—Ilumíname entonces.
—Tuve un percance, no había visto la hora y no tuve tiempo de avisar.
Caminé hacia los juegos infantiles que había en el parque, la señora Claudia estaba señalando algo con la mano. Al parecer acababa de encontrar a uno de los gatos, me acerqué corriendo y en efecto, había uno de ellos maullando como si el mundo estuviera acabándose.
—¿Qué es ese ruido? ¿Por qué suena el chillido de un bebé? —preguntó Joshua.
—Porque es un bebé, un bebé gatuno.
—Se debió subir sin imaginar que estaba demasiado alto para él, pobrecito, debemos bajarlo —comentó Claudia.
—Me puedo subir al árbol —hablé, olvidando por un segundo que también estaba en la línea Joshua.
—¿Subirte a un árbol? ¿Maxine, qué estás haciendo? ¿dónde estás? —habló Joshua al otro lado de la línea.
No estaba muy segura de porqué le di mi ubicación, no era como si eso le importara. Además, el tipo odiaba los animales. Seguro estaba contento de no tener que lidiar conmigo en la oficina. No me dijo nada más y colgó el teléfono.
El árbol que señalaba Claudia estaba demasiado alto y el gato se encontraba en una de las ramas más arriba, eran alrededor de más de tres metros. Afortunadamente yo estaba acostumbrada a trepar árboles desde pequeña, pero esa altura me superaba.
Claudia me miró preocupada.
—No tienes que hacerlo, podemos llamar a los bomberos.
Mi experiencia con los bomberos tampoco era buena, siempre terminaban ignorando mis peticiones para salvar animales porque no querían involucrarse o no se les hacía tan importante. No todo era como en las películas.
—Podemos intentar hacer que baje con algo que llame su atención.
Si es que el gatito podía ver metros abajo. Fuimos por la comida favorita de los gatos y empezamos a hablarle por alto. ¿Era posible que el gatito oliera la comida y su instinto lo hiciera bajar?
Él nos vio con cierto interés desde arriba, solo que no parecía encontrar la opción de bajar. Las ideas se me estaban acabando y el trepar por aquel árbol comenzaba a ser mi única opción. Mientras el michi seguía mirándome con curiosidad, tratando de entender cual iba a ser mi siguiente movimiento.
Me acerqué al tallo de árbol y busqué hoyos qué me funcionaran para apoyar los pies. Poco a poco, logré subir unos centímetros, todo iba bien si no prestaba atención a la altura. Lo siguiente qué supe fue que había escalado un metro y medio.
—¿Maxine? —una voz masculina me llamó desde abajo.
¿Estaba imaginándolo o acababa de escuchar a Joshua?
Increíble, ahora tenía que aparecerse en mis pensamientos justo cuando estaba ocupada en otra cosa. Incluso en estos momentos se la ingeniaba para irritarme.
—¿Maxine, qué estás haciendo?
Me abracé del árbol, negándome a mirar hacia abajo.
—No estás loca Maxine, solo es una voz. No te lo estás imaginando, solo es tu mente.
—¿Qué estás diciendo?
—Nada, solo que no eres real y ya. Son mis pensamientos intrusivos, te estoy imaginando.
—Soy bastante real.
—Por supuesto que dirías eso, ninguna voz interna mía va a aceptar que estoy loca.
Continué subiendo el árbol mientras la voz de Joshua se escuchaba más lejos. Era imposible que él estuviera aquí, por eso veía más creíble la idea de estar imaginando su voz. Al menos esta conversación me estaba distrayendo del hecho de que acababa de subir tres metros. Logré llegar a una rama y por fin pude mirar hacia abajo.
Ahí estaba él, mirándome.
¿Era real? ¿No me lo estaba imaginando?
—¡¿Se puede saber qué haces ahí?! —gritó para que lo escuchara.
El michi estaba a tan solo un metro, así que me agarré más fuerte de las armas y le hablé.
—Vamos michito, vamos a casa.
El gato me maulló como si entendiera, mi mano estaba extendida hacia la rama donde estaba él y se me acercó a tallarse. Ronroneó con felicidad.
Debía de estar tan asustado el pobre.
—¡Dime que no arriesgaste tu vida por un animal! —habló desde abajo Joshua.
—¡No podía dejarlo aquí, Josh!
Por suerte, el gato fue lo suficientemente inteligente para hacerme caso y dejar que lo cargara. Aun debía tener alrededor de tres meses, era muy pequeño y no paraba de ronronear como un motor.
Miré hacia abajo, estaba demasiado alto para bajar y la idea de caerme y morir pasó por mi cabeza como un flash. ¿Cómo mierda había logrado subir hasta ahí?